Revista n.º 1064 / ISSN 1885-6039

Por sí o por no, palmito no.

Martes, 17 de agosto de 2010
Antonio Henríquez Jiménez
Publicado en el n.º 327

Se trata de una historieta oída hace cerca de setenta años en un concreto pago majorero, y que hemos descubierto en las páginas de un diario dejado a medio escribir por un antiguo y anónimo residente en Fuerteventura. Dice así...

Detalle de una foto de Paul Merwart, en la FEDAC, de unos sepultureros majoreros con el muerto en un camello.

 

Es sabido que en la protohistoria y en la historia de la literatura folklórica abundan los productos de intención festiva o sentenciosa derivados aleatoriamente de sucedidos fidedignos o imaginados. Y de otro lado, también sabemos que no faltan las expresiones lingüísticas más o menos corrientes en torno a las cuales el ingenio del pueblo ha urdido fabulillas y cuentecillos de distinto género, muchas veces de carácter chusco o mordaz, como ocurre en el caso de nuestro Rescate de hoy. Se trata de una historieta oída hace cerca de setenta años en un concreto pago majorero, y que hemos descubierto en las páginas de un diario dejado a medio escribir por un antiguo y anónimo residente en Fuerteventura. Dice así.

 

 

Buena parte de 1943 la pasé destacado en Tarajalejo, un barrio sobre todo de pescadores, pero en el que también había gente dedicada a faenas agrícolas y al cuidado de una extensa plantación de palmeras, algunas datileras. Allí conocí a don Juan Martín, un hombre del pueblo con mucha experiencia de la vida, sapientísimo y muy ocurrente, y bastante pícaro. Tenía una conversación amenísima, plagada de palabras de mucha solera; entre ellas, por ejemplo, deleite, advenedizo, ufano… Más de una vez me contó el siguiente relato, que el gracejo de su labia hacía aún más sabroso:

 

En una aldea vivía una solterona sin familia, ya vieja y muy piadosa, que no se cansaba de proclamar su virginidad y de exhortar a la gente para que siempre evitara ofender al Señor con prácticas corporales pecaminosas –aquí don Juan Martín picaba un ojo, como dando a entender toda la filosofía de vida que soterraba, sobre todo, el primer adjetivo–. Cuando se murió la sedicente doncella, y siguiendo una tradición local, dos vecinas fueron encargadas de amortajarla. Llegado el momento final de la operación, cuando ya se debía colocar en las manos entrelazadas de la muerta una pequeña hoja de cogollo de palmera, emblema de la castidad absolutamente ilesa, una duda súbita empezó a inquietar a las amortajadoras. ¿De verdad, de verdad, la difunta era virgen? Recordaron que no procedía del país, sino de lejos, y que buena parte de su vida la había pasado en otros lugares; y quién sabe, quién sabe…

     Después de mucho reflexionar y hacer cábalas, y ya desesperada de no dar con el modo de huir del dilema, una de las "comisionadas" exclamó de repente:


– Por sí o por no, palmito no.

 

Por la transcripción

Antonio Henríquez Jiménez

 

 

 

Foto de portada: detalle de una instantánea sin fecha de Paul Merwart, en el Fondo de Fotografía Histórica de la FEDAC, de sepultureros en Fuerteventura.

 

 

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