. Lo primero que quiero resaltar es que los actos de la Bajada constituyen, sin duda alguna, la obra colectiva de todo un pueblo, la herencia que nos lega la tradición, el sueño perenne de una comunidad, un sueño de siglos en el que se integran los afanes de muchos y los desvelos de todos.
. Además de constituir todo un legado patrimonial hecho lustro a lustro y siglo a siglo, los actos de la Bajada son, por las mismas razones, nuestro mejor espejo, un espejo que refleja la especial estatura espiritual de los palmeros, su alma dilatada y su corazón espacioso. Un espejo en el que nos reconocemos, en el que se puede ver perfectamente cómo sentimos y cómo somos, y en el que ponemos lo mejor de nosotros mismos. Y es un espejo que nos es propio, porque en la Bajada no hemos hecho otra cosa que exteriorizar nuestra alegría y nuestra particular manera de ser con un ritual singular, y lo hemos hecho como lo sabemos hacer, como queremos que sea, es decir, con la luz, con el brillo, con el arte y con la música.
. Durante quince días se suceden los festejos principales, preparando el recibimiento triunfal. Son dos semanas que reflejan cómo el júbilo crece, cómo los corazones se abren cada vez más, son dos semanas plenas de alegría y expectación en las que concluye la larga espera. Con la llegada del segundo domingo, el pulso de la fiesta se acelera con los actos de mayor tradición y originalidad.