… lo cual se ejecutó la noche del día 30 de enero, en la cual se dio principio a la celebración, saliendo un famoso carro costosamente compuesto y ataviado con posible primor de damascos, muchos galones finos y bordados de oro, en cuya elevada popa iba un niño que hacía la Fama, vestido muy propiamente de tisú, alas sembradas de ojos y oídos y con el costo que siempre la palmera curiosidad acostumbrada…
Descripción Verdadera de los solemnes Cultos… (1765)
A pesar de las reales prohibiciones del 11 de junio de 1765 promulgadas por el monarca “ilustrado” Carlos III, en Santa Cruz de La Palma los autos sacramentales jamás dejaron de representarse. Estos eran dedicados especialmente al Santísimo Sacramento en las anuales fiestas del Corpus Christi o en el misterio de la Transustanciación eucarística -transformación del pan y vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo-. También se representaban algunas piezas en las Navidades en honor al recién nacido Niño Jesús. Se trataba de una antigua costumbre iniciada en la Península, como en Toledo y Valencia, con motivo de dichas celebraciones religiosas, siempre en forma de dramas alegóricos en torno a esos sagrados temas. También se irían incorporando paulatinamente a la Bajada otros números del Corpus, como luminarias, mascarones, pandorgas, tocatas, etc.
En La Palma, las Fiestas en honor a la Virgen de Las Nieves se transformarían con el tiempo en las más sobresalientes y espectaculares, ensombreciendo incluso a las primigenias del Corpus, que se habían constituido en las que más brillantez alcanzaban. Los solemnes actos no concluían con la entrada de la procesión, ya que se prolongaban con un escenario dispuesto en la plaza mayor que se cubría con un gran toldo sobre palos, a pesar de que más tarde sería el obispo Juan de Alozora quien dispondría que las obras que se an de hazer y recitar se representen en el interior de El Salvador.
... mando que el dia de Corpus Xpi a la puerta de la yglesia se haga un teatro donde se ponga el sanctissimo sacramento con toda la decencia y hornato posible y en las gradas esten los clerigos y religiosos y alli se hagan las representaciones, danças y regocijos…
Mandatos de 1558, Obispo Deza
Carro Alegórico de 1925
El Cabildo manda que se siga utilizando la plaza y la orden episcopal parece no tener efecto. En 1574, mediante decreto eclesiástico, se instaura la censura previa sobre las comedias y obras a representar cuyos textos debe supervisar el vicario. El obispo Fernando de Rueda repite en 1584 las mismas órdenes para evitar que sigan sucediendo cossas indecentes y tales que no se sufren en tan santo lugar y tiempo. Finalmente sería el obispo Figueroa quien prohibiera estas representaciones intramuros en 1590.
Desde su comienzo en 1680, la solemne Bajada Lustral de la venerada imagen de La Dama del Monte se configuró con los autos marianos y las músicas barrocas; tomó el gesto clásico y la norma del siglo XVIII, siguiendo -con las palabras del Sr. Alcalde don Carlos Cabrera- del XIX la pasión romántica que puso nombres y acentos locales a los mitos; del XX (…) esperamos una contribución generosa y creativa que sostenga y enriquezca una fiesta que define, con tanta o más elocuencia que un manual de historia, el carácter de nuestra gente.
… A los dos lados del Carro iban doce niños de diez a doce años, vestidos de blanco todos, a imitación de la nieve, cuyos ropajes se compusieron de velillos y lamas de plata de clarines, con sus cintos primorosos, y tocados de lo mismo, muy adornados de prendas. Estos hacían los doce atributos de la Virgen, los cuales repartió el que iba en el Carro, poniendo sobre la cabeza de ellos, a uno una palma, a otro, un ciprés dorado, como se siguen los atributos…
Descripción Verdadera…
Para el catedrático Pérez Vidal, estos carros de exaltación a la Virgen Negra de La Palma no podían ser considerados como verdaderos autos sacramentales. Nos decía que las fiestas por otra parte, se sucedían tan de tarde en tarde -cada cinco años- que no había peligro en favorecerlas con una excepción. Otra de las circunstancias que facilitaría la supervivencia del género en La Palma, en contra de las reales ordenanzas, sería la lejanía de la isla y la Corte, una distancia enorme, doce o quince días de viaje. De esta forma, la disposición del Rey llegaba a la isla con cansado retraso y cuando se recibían, arribaban tan debilitadas y desfiguradas por el largo recorrido, que casi no tenían fuerzas para suplantar a las anteriores. El mismo Cronista Oficial añadiría otro concepto: el mismo ambiente isleño debió de defender inconscientemente en gran manera la conservación de las profundas y suntuosas representaciones ya que, para él, La Palma no es una Isla de claro reposado ambiente clásico. Uno de los atacantes más acérrimos que había tenido el teatro religioso fue, precisamente, el canario José Clavijo y Fajardo, y uno de los culpables de que la representación de los autos fuera prohibida por el soberano.
Carro Alegórico de 1925
El palmero, de espíritu soñador, abierto, aventurero y atlántico vive en La Palma, una alta y atormentada petrificación de erupciones volcánicas que, a modo de gigantesco receptor, absorbe todas las tendencias, tanto fantásticas como sobrecargadas de aquellos visitantes cosmopolitas que dejan aquí su arte y su creatividad, y retuerce como una caracola todas las ajenas resonancias. Con su grandeza y servidumbre, esta reliquia barroca fue, y aún es, el número de mayor calado estético y ético del amplio almanaque festivo de la Bajada.
Si bien en esta preciosa isla se guarda un patrimonio cultural de innumerables carros triunfales y loas de la máxima importancia literaria, y de las que, afortunadamente, se guardan muchos textos; sin embargo, son escasas las partituras musicales que han llegado hasta nuestros días, sobre todo de la época barroca. En el manuscrito titulado Descripción de todo lo que pasó en la Bajada de Nieves en La Palma año de 1815 conservado en el archivo del investigador Pérez García, se nos transmite cómo se vivían los preparativos y la importancia que estos tenían:
… en la semana siguiente se dieron principio los ensayos de la loa y del carro; si por desgracia alguno de estos chicos tararean en sus casas la música que están aprendiendo, éste es un delito muy grande y será castigado severamente, pero sus madres curiosas encierran los hijos en un cuarto y por fuerza los hacen cantar y ellas se creen que son ángeles bajados del cielo…; estos dichos por otra parte padecen la pena de no gozar nada de las diversiones, pues si gritan o salen al aire se pueden enronquecer y se desgracia la música…
Es posible que aquellos aspectos hayan sido decisivos para perpetuar la representación del Carro a la Virgen. Una pieza dramática que no ha quedado fosilizada a pesar de que se ha ejecutado ininterrumpidamente desde el Siglo de Oro, cosa que sí ha ocurrido, como nos recuerda Pérez Vidal, con El Misterio de Elche y con la pieza titulada Vida y Milagros de San Martín de Altafulla. Nuestro entrañable y espectacular auto, en definitiva, cambia en cada una de las católicas olimpiadas de la Patrona Isleña. En honor a la Morenita, un desfile de poetas locales y, excepcionalmente, algún vate extraño, aunque residente en la isla (como Lota España y Francisco Caballero), han compuesto magníficas letras y loas para ser interpretadas en tal teatral representación, que ha reflejado en todo momento las tendencias artísticas de cada época que les ha tocado vivir.
La pervivencia en Santa Cruz de La Palma de este género, prohibido y desaparecido en tantos lugares, es uno de sus grandes atractivos. A él se une una adecuación (más o menos lograda) de versos, música y tramoya a la que se ha tratado de imprimir un cierto grado particular de perfección y acierto, que es lo que hace que tenga tanto arraigo y popularidad. Un Carro que en esta edición de 2010 cumple 330 años de existencia y que sólo cambió de día (fue representado en los diferentes días de la Semana Grande) y de ubicación (del interior al exterior de los templos siguiendo las férreas directrices eclesiásticas).
Carro Alegórico de 1930
Comparando, por ejemplo, un período de ciento cinco años, entre 1875 y 1980, en los respectivos programas lustrales se observa que es el viernes el día elegido para la representación del Carro, a pesar del cambio de mes.
Viernes, 9 de abril de 1875:
Carro triunfal dentro del cual se representó una especie de Auto anunciando la Bajada de la Virgen (alegoría que representaba la Naturaleza y los Meses).
Viernes, 11 de julio de 1980:
Carro alegórico y triunfal, titulado Paz de María, con letra de Luis Cobiella Cuevas y música de Elías Santos Rodríguez.
El pueblo palmero, orgulloso, acude a cada una de sus representaciones lustrales desde todos los rincones de la isla, consciente de que está ante uno de los números “fuertes” de las Fiestas de su Patrona. Se trata de una herencia importante que se ejecuta actualmente el viernes de la Semana Grande, en la víspera de la Bajada de la Virgen desde su Santuario hasta la Parroquia de La Encarnación.
… acompañaban al Carro, retirando el innumerable concurso y detrás del Carro, los instrumentos tocando, con los cuales acompañado, daba principio el niño de la Fama al festín, cantando con primorosa voz de esta manera:
Palmés incauto, que vives
en tan árido vergel,
mira que la Nieve baja
a regar vuestra aridez.
A impulso de gratitudes
lográis cada lustro ver
los candores de la Nieve
desde los montes correr…
(Descripción verdadera…)
En este sentido, el célebre Pérez Vidal nos indica que el pueblo, aunque no capte muchos detalles de la representación, de la recitación o el canto, disfruta y se entusiasma con lo vistoso y espectacular de la representación: los cambios de luces, las transformaciones y las apariciones…
Aquélla, cuyo candor
hace al campo oscurecer,
se despeña de las cumbres
sólo por vuestro placer
Después de un claro arrebol
que hará al sol resplandecer,
veréis, en vuestra Ciudad,
Sagrada Nieve llover
Disponed las gratitudes,
Los aplausos disponed,
Sean los corazones, calles
Para tan nevados pies.
A cada uno de estos versos, respondían los doce niños, en airosa música, lo siguiente:
Venid, venid, venid,
Corred, corred, corred.
Aurora nevada,
Bella candidez…
(Ídem)
Una prueba del arraigo en el pueblo palmés de este teatro alegórico y fantástico es, a pesar de lo que se pudiera pensar, su aplicación a otro tipo de temas y solemnidades completamente profanas. Nos recordaba aquel catedrático y cronista que se aplicó incluso a aquellos temas de signo totalmente contrario al espíritu que siempre ha informado los autos. Un claro ejemplo es el triunfo de la sublevación de Riego y la publicación de la Constitución en el año 1820. Para celebrarlo se confeccionó y ejecutó un carro, de acuerdo a las ideas triunfantes de la época. Así, se trataba de una discusión entre el Despotismo y la Libertad con intervención subsiguiente de la Justicia, que condena al primero, y de la Paz que pide que haya calma y perdón entre los españoles.
El cronista Lorenzo Rodríguez, en sus Noticias…, nos informa de que el 4 de enero de 1824, el Partido realista de esta isla, celebra con carro triunfal y otros varios festejos públicos el restablecimiento del sistema absoluto.
También surgieron en acontecimientos regios de diferente índole, como la proclamación de los nuevos monarcas. Así, el 29 y 30 de junio de 1789, con motivo de la coronación del rey Carlos IV recorrieron las calles unos Carros Triunfales con representación alusiva a la Fama, que da la fausta noticia a la Isla de La Palma de que España tiene un nuevo Rey. Vinieron de la Villa de San Andrés y Sauces para festejar el magno acontecimiento. El político y cronista Lorenzo Rodríguez nos informaba de que en el primero los personajes alegóricos eran La Música, La Palma y los Cuatro Elementos; en el segundo, La Música, El Pueblo, La Fama, la Villa de San Andrés, Europa, África, América y Asia. Otro carro famoso fue el compuesto para celebrar las exequias de Carlos III, o el de 1833 con motivo de la ascensión al Trono de Isabel II. Éste fue costeado por jóvenes dirigidos por el presbítero y arquitecto Martín de Justa, que medía seis varas. En el largo de los costados llevaba dos serpientes marinas color oro, además de otros motivos de mar repartidos sobre él. En una gran concha marina, instalada en la popa, se enarbolaron tres banderas de seda -la española, la francesa y la inglesa- unidas con un lazo azul y en la popa, además de los símbolos de la casa real, se podía leer la siguiente leyenda: a Isabel 2ª los jóvenes de La Palma.
Carro Alegórico en 1940
Antiguos Carros
Los antiguos Carros Alegóricos y Triunfales en honor a la Virgen se basaban en una monumental carroza llena de numerosos artilugios y aditamentos para la tramoya; altos sitiales para las personas importantes; ménsulas para los personajes secundarios y decorativos; escotillones por donde salen o desaparecen coros enteros; peñas que surgen y se abren mostrando en su interior prodigiosas apariciones. Y todo este pasado y relumbrante armatoste -sorprendente maquinaria, como se decía en los buenos tiempos de los carros-, tirado por fornidos y pacientes bueyes cubiertos con rojas gualdrapas y con los cuernos, pezuñas y cangas dorados.
El propio Pérez Vidal continuaba su artículo en la prensa local informándonos de que, al contrario de lo que ocurría con el auto sacramental de Corpus en el siglo XVII que se representaba por la tarde, las cuatro o cinco funciones del carro mariano y palmero se ejecutaban durante toda la noche hasta el amanecer. Era anecdótico que muchos de los lugares programados para la representación ya no eran predeterminados por ser domicilio de alguna autoridad local importante o corporación o iglesia, como ocurría con el sacramental. Después, por el contrario, se ubicaban en aquellos sitios de la calle en la que su anchura permitiese más cabida y comodidad a los espectadores.
(...) La Palma.
Dime:¿quién eres celestial encanto,
Portento divinal de alta belleza;
Pues compendias en ti prodijio tanto
Cual nunca nos pintó naturaleza? (...)
El Genio
Soy Ángel tutelar de este recinto
Y nuncio de la voz santa y activa
Del que adoran espíritus sin cuento
Y que pisa del Sol la lumbre viva (...).
En su trabajo de 1945 apuntaba que numerosas antorchas de tea lo rodeaban durante la esperada representación, y junto a estas primitivas luminarias, que contribuían a aumentar el carácter arcaico y lejano del espectáculo, numerosas bengalas, con cambios frecuentes de color, reflejaban sus luces en las sedas de túnicas y mantos, y realzaban el ambiente fantástico de las fiestas. Con los avances tecnológicos, aquel antiguo alumbrado fue sustituido por lámparas eléctricas y reflectores. También decía que los caballos mecánicos han despedido a los mansos bueyes de su puesto de siglos, puesto que se empezaba a representar sobre el chasis de un gran camión. Concluye, apesadumbrado, señalando que, con el cambio, se ha aumentado los efectos de luz y ha crecido considerablemente la vistosidad. Pero aquel ambiente espeso de años y misterio, aquella aérea pátina que rodeaba la representación del carro ha empezado a aclararse y disolverse.
Una larga historia
La investigadora Hernández Pérez decía en su estudio sobre fiestas y tradiciones de La Palma que parece imposible e impensable cómo en una pequeña isla perdida en el Atlántico, se pudiera desarrollar entre los siglos XVII y XX tal cantidad de obras literarias y musicales de tal altura e importancia puestas al servicio de la fiesta. La misma escritora opinaba que, en una primera etapa, tales obras saldrían de la pluma de los cultos e ilustrados hijos de la isla, el llamado Grupo de La Palma. Pertenecían a él tres célebres poetas del XVII: Pedro Álvarez de Lugo y Usodemar (1628-1706), Juan Pinto de Guisla (1631-1695) y Juan Bautista Poggio Monteverde (1632-1707). Estos cultos e ilustrados eruditos palmeros, estudiados por Sánchez Robayna y Rafael Fernández, aportaron a las fiestas de La Palma, en palabras de Hernández Pérez, las más altas cotas de la cultura universal barroca del momento y su influencia y raíces continuaron impregnando el gusto por el teatro y la literatura en las más especatulares representaciones marianas y sacramentales de la Isla.
El dramaturgo barroco Poggio Monteverde, que tomó los hábitos de sacerdote en 1677 del mismo fundador de la Bajada de la Virgen -el obispo Bartolomé García Jiménez-, fue el poeta más prolífico en sus trabajos literarios de carácter religioso, dedicados a la Virgen de Las Nieves. También fue autor de once loas conocidas (cinco sacramentales, cinco en honor a la Morenita y una al "Admirable Nombre de Jesús”). Recibió de Viera y Clavijo el epíteto de Calderón Canario.
El carro alegórico de la Bajada de la Virgen de 1845, escrito en muy pocos días por José Fernández Herrera (1783-1857), se hizo a instancias y por invitación de Juan Antonio Pérez Pino. Narran las crónicas que fue ejecutado con todo lucimiento y que este acaudalado caballero había costeado el refresco; se cuenta que si no llega a ser por su empeño no hubiera habido aquel año representación de este número tradicional de los festejos lustrales de La Palma. Así describía el carro triunfal:
A las 7 de la noche del 30 de enero, rompió un repique general de campanas, en cuyo acto aparecieron iluminadas las fachadas de las casas de este vecindario, la cuales se hallaban con anterioridad desde la tarde, adornadas con ramos, damascos, etc. A las 8 salió de la Alameda, en la que se encontraba reunido un numeroso concurso de los naturales de esta población y de varias de la Isla, el Carro Triunfal anunciando la Bajada de Nuestra Señora de las Nieves (desde su santuario situado en el pago de este nombre, demarcación de la Capital, según costumbre cada lustro) tomando aquel Carro su dirección por la calle principal hacia abajo. Conducía a la popa, y al lado de una vistosa palma, la Matrona que simbolizaba al pueblo palmense, y a proa, cierto Genio figurando un Ángel que indicaba la venida de la referida imagen, ambos lujosamente vestidos. Acompañaban a la primera, dos ninfas que cantaban una aria análoga al objeto, y por las otras dos alas de dicho Carro se hallaban formado dos coros, doce más pequeñas que danzaban con los signos del Zodíaco, y por la parte de afuera, le seguía una comparsa de Indios no menos decentemente vestidos, haciendo diversas figuras en derredor que enlazadas con los signos de las expresadas doce ninfas, formaban actitudes y vistas del mayor gusto, en cuyas figuras, aparecía en el desenlace final, el emblema de la Santa Imagen propiamente delineado. Al ejecutar sus movimientos la indicada comparsa repetía el estribillo o coro de los versos que cantaban las dos primeras ninfas, las cuales representaciones y canción son las siguientes.
LA PALMA:
Dime: ¿Quién eres, celestial encanto,
Portento divinal de alta belleza,
Pues compendias en ti prodigio tanto
Cual nunca nos pintó naturaleza? (…)
Carro Alegórico de 1945
A Fernández Herrera también se le deben los carros de llegada entre 1830 y 1845. García Martín añade que en ellos aparecían personajes como La Ciudad y el Ángel Tutelar, carros de despedida con el Ángel y el Genio de los Montes; diálogos del Castillo y la Nave de llegada y despedida de las mismas fechas.
Tras Poggio Monteverde fueron varios los autores que escribieron letras para los sucesivos Carros Alegóricos y Triunfales, como el neoclásico Antonio del Castillo (1768-1844) o el romántico Antonio Rodríguez López (1836-1901). Éste último -prolijo autor, gran autodidacta, el poeta palmero por antonomasia- fue secretario del Ayuntamiento capitalino, fue el intelectual más influyente en el siglo XIX. Escritor en todos los géneros, el Zorrilla palmero fue autor de unos trece carros de la Bajada de la Virgen desde 1855 a 1900 (ambos incluidos). Obras suyas son el célebre Diálogo entre el Castillo y la Nave y la actual Loa del recibimiento a la Virgen de Las Nieves. Varias de sus obras se han reimpreso y algunos de sus Carros se han repuesto, por ejemplo en 1905, 1910, 1915 y 1935. En palabras de Pérez Martín, con él, La Palma tuvo su siglo de oro en las letras, florecimiento que no se ha vuelto a tener desde entonces.
De tiempo inmemorial viene prestándose en La Palma a grandes fiestas la Bajada de la Imagen de Nuestra Señora de Las Nieves. Y en este año no son menos los festejos, a juzgar por el programa que los periódicos de allí han publicado. Comenzarán hoy y duraran ocho días. Una Danza de Indios -¿de dónde la habrán sacado?- inaugurará las fiestas; en ellas, los que vayan podrán admirar Gigantes y Enanos, Carro Triunfal Alegórico, danzas de niños, gran baile, fuegos artificiales, y qué sé yo cuántas cosas más…
«Durante ocho días», Río Oseleza, 1880
Eran unos carros henchidos de frescor, de belleza y sensibilidad, donde sobresalían personajes como El Genio, El Talento, La Ciudad, La Esperanza, Las Estaciones, El Aire, La Naturaleza, La Memoria, La Isla de La Palma, etc., que hacían, y aún hacen, las delicias del espectador. Como nos indica Pérez Martín, su grandeza estribaba en la esplendidez, arrogancia y pompa lírica, así como en su simbolismo amplio y patente, que ve el reflejo de Dios en todo lo creado y enlaza, de una manera extraña, el mundo real e ideal, lo visible y lo increado, el cielo y la tierra… para que todo venga a rendir sus galas y grandeza a los pies de La Virgen de Las Nieves y de su bondad inagotable. Escribió alegorías dramático-líricas para representar por las calles en un carro en Fiestas Lustrales: Escena lírico dramática escrita en Sta. Cruz de la Palma para la Bajada de la Virgen (1855); Escena alegórica (1860), etc.
Este último carro triunfal fue escrito por Rodríguez López cuando éste tan sólo tenía 24 años. En el manuscrito La Bajada de la Virgen de 1860, de José María Fernández Díaz, Pérez García reproduce y da a conocer cómo transcurrió aquella celebración. En ella, Fernández Díaz aprovecha para arremeter contra la Corporación municipal que regía la ciudad de Santa Cruz de La Palma haciendo gala de un lenguaje burlesco impregnado de una sutil ironía. El carro no escapa de sus comentarios sarcásticos y mordaces:
Otra noche y otra fiesta… ¿Cuál? El Carro… el carro… mejor sería no meneallo… De él diremos que si algunos muertos se hubiesen levantado de la tumba en esa noche y lo hubieran oído, no al carro que a nadie ofendió con el débil chirrido de sus pequeñas ruedas, sino a lo que iba dentro hablando… Si alguno de los muertos, repetimos, lo hubieran oído, se volverían a morir de cólera, de vergüenza y de profundo desprecio… ¡Pésima y majadera fanfarronada!!! Los niños, todos, estaban pasables.
La Bajada de la Virgen de 1860… Jaime Pérez García
Otras obras de Rodríguez López fueron Alegoría Dramática representada sobre un carro en la Bajada (1865), Alegoría para el Carro (1870), Alegoría anunciando la Bajada de la Virgen (1875), Fantasía lírico dramática (1880), Carros para la Bajada de la Virgen (1885, 1890, 1895), Trilogía Sacra: En la Tierra (1895), En el Paraíso (1900), En el Cielo (1905); y Carros (1910 y 1915). Su magisterio en esta solemnidad se extendió unos cincuenta años. Así, los tres últimos Carros (correspondientes a los años 1905, 1910 y 1915) se representaron póstumamente.