Revista n.º 1072 / ISSN 1885-6039

Blas Sánchez Hernández.

Jueves, 25 de noviembre de 2010
Emmanuel Cozar Alonso
Publicado en el n.º 341

Existe allá abajo en Ingenio, bajo las sombras de las torres de Candelaria, un hombre que fabrica músicos y música. Él vive en una casa que es la casa de todos, vive en un mundo que se lo ofrece a todos, vive con unos sueños que son los sueños de nuestro pueblo, de nuestra cultura y quizás esos de nuestra propia vida que nunca fuimos capaces de intentar...

Blas Sánchez con su guitarrarpa.

 

Vive con poca cosa, pero tiene más que todos los que lo visitan, con él vive Pentapusa, que según él mismo cuenta, lo acompaña desde que siendo un niño se la subiera al hombro paseando por la playa y le susurrara melodías que él tenía que guardar en secreto, hasta que pudiese escribirlas, tocarlas y enseñarlas.

 

Conoció la soledad, la pobreza, la lucha por sobrevivir y todo por un sueño: hacer llegar a la gente sus pensamientos en forma de notas musicales. No sólo lo consiguió, sino que además descubrió que lo podía hacer escribiendo poesía, pintando o creando esculturas.

 

Para los que viven en el mundo de la cultura ya saben hace rato que hablo de Blas Sánchez Hernández, ese señor bajito, de poco peliblanco pero largo, abundante barba en perilla, pero con un corazón que no cabe en el mundo. Extravagante pero sincero, que se rebela contra la injusticia como si fuera un superhéroe cargando contra aquellos que las producen, o batiéndose en vil duelo con esos que intentan acabar con nuestros legados culturales o naturales, identidad de un pueblo que parece olvidar sus orígenes y no importarle morir en el olvido de sus tradiciones.

 

 

Con varias miles de composiciones (unas 3.000 ó 4.000 obras, si no me equivoco), cada uno de sus temas esconde una historia, increíblemente él conoce cada una de ellas y sorprendentemente cuál de ellas más humana, cuentan su vida y los que en algún momento lo acompañaron o lo acompañan.

 

Hombre lleno de historia y vida, habla con sus esculturas y cuadros y jura que de noche sus instrumentos tocan sin su permiso. Compositor incansable, sólo sabe de libertad y creación, y sólo pide que si lo visitan, para ver sus instrumentos o verle a él, toquen a su puerta con los pies, que en su casa no se puede tocar con las manos, porque las manos son para llevar algo para compartir, aunque él siempre tendrá algo que ofrecer al cuerpo o al espíritu.

 

Aquí abajo, con el permiso de Dña. Ana Torres, dejo su biografía. Si después de leer esto le pica la curiosidad de saber más del Hijo del Matarife, como cariñosamente lo conocen en su pueblo, o del Maestrísimo Maestro, como lo llaman los que algún día de él algo aprendimos, le sugiero que visite su web: no tiene desperdicio; y que se pase cada último viernes de mes por su Casa-Fundación a disfrutar de su velada poética, momento y lugar donde las musas del arte se reúnen a su alrededor, como si de un dios Apolo se tratase, para engrandecer lo que allí él realiza.

 

Gracias, Blas. Y Gracias a BienMeSabe por el espacio.

 

 

Biografía de Blas Sánchez Hernández

(por Ana Torres de Armas, historiadora del compositor)

 

Blas Sánchez es un referente fundamental en el ámbito cultural y musical canario. Su personalidad caleidoscópica que le ha permitido desarrollarse en múltiples campos, desde que, siendo muy niño, comenzó a introducirse en la música popular que se hacía en la villa de Ingenio, donde nació, y donde escuchó por primera vez las parrandas que recorrían las calles con sus folías y tajarastes, donde se incorporó al grupo Campos del Sur, dirigido por D. José Suárez, y donde quedó fascinado por la figura de un tal Elías el Manco, trovador extraño y misterioso para aquel niño que escuchaba todo y guardaba en la memoria aquellos Ranchos de Ánimas que luego ha rescatado y recopilado para que no queden en el olvido.

     Comenzó posteriormente un itinerario algo más ortodoxo, en el internado de S. Antonio (Las Palmas de Gran Canaria) estudiando solfeo y violín, y sus primeros contactos con las obras de Mozart, Beethoven, Brahms.

     Fue concertino de la Orquesta Chica, dirigida por Gabriel Rodó, y fue al mundo del violín al que dedicó gran parte de su juventud, con gran disciplina, convirtiéndose en un músico serio y comprometido con la obra que debía tocar.

     Termina su carrera en el entonces Conservatorio Profesional de Tenerife, con las máximas calificaciones, y, en 1956, se traslada a Madrid, becado por el Cabildo Insular para seguir cursos de perfeccionamiento.

 

 

     Ya por entonces había compuesto muchas obras, y la guitarra comienza a ser su medio expresivo más habitual y para la que compone sus Blasianas canarias.

     Alterna sus estudios con conciertos como violinista, y su actividad en Madrid comienza a ser imparable. Es ahí donde surgen por vez primera las visitas de su alter ego, de su heterónimo B. Praf, quien le inspira sus composiciones e improvisaciones al estilo antiguo. Como si de alguien distinto pero no distante se tratara, gracias a esas apariciones existen obras como Variaciones sobre folías de España, Floreo sobre un pasacalle español, Aires y danzas de otros tiempos (para guitarrarpa), Divertimento canario, donde intervienen el timple, el requinto, la guitarra y la guitarrarpa acompañados por Orquesta de Cuerdas.

     También surge otro heterónimo, Fray Benedicto, y otro, Praf Bronner, quien le inspira obras para violín.

     En contraposición a esto, se mantiene siempre atento y en contacto con la realidad que le rodea, y termina su etapa en Madrid cuando, al repartir unas octavillas reclamando libertad de expresión, le rompen las cuerdas de su violín y de su guitarra, y decide irse a París, donde lo esperaba su amigo el escultor Ángel-Péres, con su imaginación, su inseparable pentapusa, una guitarra y un violín como único equipaje.

     Y es ahí donde comienza la aventura que le llevó a lo que él mismo llama el viaje de 41 años dentro de un pentagrama parisino.

     Siguió su ritmo de creación infatigable, unido a ocupaciones esporádicas que le permitían vivir. Así, se unió a los pintores canarios de Montmartre, como Julio Viera, impartía clases de canto a cambio de comida, componía canciones para sus alumnos, y formaba un dúo con el pianista César Morales, con quien ofrecía conciertos en los que siempre incluía alguna obra propia. Canta en la Sinagoga Liberal de la rue Copernic en hebreo, ruso y en Ambrosiano en la iglesia ortodoxa en la rue Daru y en latín en Notre Dame.

     A pesar de esta actividad frenética e incansable, encontró el ambiente de libertad y respeto que necesitaba y propiciaba su mundo creativo.

     El moverse en distintos ambientes le llevó a colaborar con el luthier Émile Français, para quien prueba violines en su taller, coincidiendo allí con el violinista David Oïstrack, de quien, posteriormente, recibe clases y con quien establece una importante relación profesional.

     Además, en 1960, comienza a colaborar con otro de los grandes de la época, Jascha Heifetz, con quien toca en Tel Aviv el Concierto para dos violines en re m, de J. S. Bach. También toca para un ballet de danzas barrocas, para quien compone muchas obras, ya que la composición se ha convertido en algo inherente a su quehacer como músico. Comienza, posteriormente, su etapa pedagógica, donde amplió su creatividad, adaptándola y desarrollándola desde y para la enseñanza.

     Es en el Conservatorio Municipal de Vitry sur Seine, periferia parisina, donde va a desplegar una intensa carrera como profesor de Guitarra y Música de Cámara.

     Se encargó de iniciar, cambiar y renovar la enseñanza musical durante treinta y ocho años. La forma novedosa, participativa, individualizada en que enfoca las clases, adaptándolas a cada alumno y creando incesantemente obras para ellos, es lo que va a ocupar su tiempo durante todos estos años. Crea, paulatinamente y desde el aula sus propios métodos, en el que el aprendizaje es fluido, conjunto, estimulante, creativo, no sólo técnico, sino una permanente fuente de sorpresas, que está reñida con la rutina, con la adquisición de contenidos sin fundamento, y en la que los alumnos van a descubrir cosas, a experimentar con los sonidos, a formar parte de su propio proceso de aprendizaje, y, si no les es posible hacer música tocando, la harán cantando.

     El mundo pedagógico es el que va a ser el receptor de toda su creatividad, y así, en sus métodos, va creando un interesante corpus de obras para guitarra y de canciones.

     Por citar brevemente, su primer método, L´ami du débutant, fue editado por Choudens en 1964, vinieron luego el Método Clásico para guitarra y el compendio Técnica y Más, donde ha incluido muchos de sus estudios y obras más importantes, como sus Folías de ensueño, Suite Arpiana, Suite Iberoamericana, Siete Pinceladas, Rítmico canario, Blasadas, entre muchas otras.

     Sin embargo, esta actividad incesante y continuada no fue obstáculo para que siguiera con su vida concertística y cultural. Así, en París conoció a personas tan relevantes como Cortázar, Alejo Carpentier, Alberti y, sobre todo, Pablo Neruda, con quien dio varios recitales, acompañándolo en la lectura de sus poemas. Es a este escritor y poeta a quien dedica su Salmos a Neruda, cuando materializa lo que va a ser otra de sus aventuras personales, nunca desligada de la música, y que es la construcción de un nuevo instrumento que llamó Guitarrarpa, que consta de trece cuerdas y una afinación propia con la que va en busca de otras sonoridades y otras tímbricas.

 

 

     La primera de estas guitarrarpas se la hizo un gitano llamado Kico Dohër, con los restos de madera de un viejo violoncelo, y que fue un experimento que luego se va perfeccionando con las de Castelluccia y Pappalardo, hasta llegar a la actual de Manuel Contreras.

     De entre las obras para este instrumento, debemos destacar los mencionados Salmos a Neruda, Archipiélagos imaginarios, Fantasía para un hombre solo, Comunicaciones, con orquesta de cámara y percusión y, el Concierto para un Faycán, para guitarrarpa y orquesta.

     Así, entre las investigaciones, las clases, la animaciones musicales, los conciertos, ocupa esos años parisinos y, además, tiene ánimo para fundar un conjunto guitarrístico de gran prestigio como es el Cercle Guitaristique de L´Ille de France, que actúa en el Festival Anual de Normandía; y, posteriormente, ya en los años 80, con sus alumnos más aventajados, el Guitar Consort, con el que tocan, primordialmente, sus obras. Organiza cursos y concursos guitarrísticos en Francia a los que asisten alumnos de muy diversas nacionalidades, entre los que destacan los que dirige durante más de 20 años en Normandía, unidos a los de Polonia, Cuba, Senegal y el Concurso Panafricano de Togo, Camerún, y los del Norte de España. Actualmente organiza un Curso anual en la Villa de Ingenio.

     No obstante, eso no ha dejado de lado su mundo compositivo. Buscando adentrarse en otros lenguajes, otras sonoridades, nuevas expresiones estéticas que den respuesta a ese espíritu creativo, han nacido obras como Magma, para barítono y pequeña orquesta, que se estrenó en París con pinturas de Ildefonso Aguilar; Murmullos de un volcán, para violín con pastilla eléctrica, piano, guitarrarpa y percusión, y efectos electroacústicos; un oratorio actual, Le Canarien, para orquesta de cuerdas, violín solo, barítono, coral, recitante y percusión; Alegatos con cabreo ma non troppo..., todas obras que responden a mundos sonoros propios que revelan la enorme capacidad creadora de su autor.

     Tampoco hay que olvidar la reunión de sus canciones para niños en la denominada Le Gran Voyage.

 

Blas Sánchez toca el violín con sus alumnos de Ingenio.

 

     Así han transcurrido los más de 40 años que ha pasado el maestro en París, en los que la motivación creadora y pedagógica ha cristalizado en casi 2.000 obras.

     Actualmente, desde su vuelta en el año 2.000, se dedica a la conservación y mejora de su patrimonio en la sede de la Fundación que lleva su nombre y que es su casa, que se ha convertido en un centro de encuentros culturales. Sigue componiendo para aquellos que se lo soliciten, revisando sus propias obras y dedicándose a la escultura.

     Para concluir, Blas Sánchez es un trabajador infatigable, que ha querido transitar por un universo personal desde la curiosidad y la creatividad, y así diversificándose y sin alejarse nunca de sus objetivos, desde su pentapusa hasta su guitarrarpa, ha ido reafirmándose en aquello en lo que siempre ha creído y que le ha permitido ser él mismo, con libertad e independencia, sin adherirse a ningún grupo ni corriente, ha impregnado toda su obra de comunicabilidad y verdad, y ha hecho de sí mismo un compositor original y único, que se ha movido por diferentes estéticas y ha sabido encontrar, después de un largo camino de búsqueda, su propia manera de expresarse dentro de su compleja personalidad artística.

     Tenemos la suerte de poder disfrutar de su obra, de su música, pero, sobretodo, de su gran calidad humana.

 

 

 

Fotos tomadas de su página web: http://blassanchez.org

 

 

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