Cuando, comenzando la década de los años cincuenta del pasado siglo, la voluntad política y eclesiástica de los que gobernaban Gran Canaria, se centró en proteger y aumentar las fiestas en honor a la Virgen del Pino, uno de los aspectos que primeramente se trató fue el de concretar la romería de entonces en un acto que simbolizara el homenaje de la isla a su Patrona y, a la vez, una ofrenda de agradecimiento por los bienes recibidos durante el año transcurrido.
En este proyecto participaron don Matías Vega, como presidente del Cabildo Insular, y don José Hernández, como alcalde de la Villa de Teror; y por otro lado el Obispo Pildain y el párroco de Teror don Antonio Socorro Lantigua, que colaboraron aportando distintos puntos de vista, que se vieron concretados por el trabajo de investigación que don Matías Vega encargó a Néstor Álamo. Éste contempló, analizó y recreó con su desbordante imaginación lo que debía ser -excepción hecha de la procesión de la Santa Imagen- el principal acto de las fiestas.
Y así, el 7 de septiembre de 1952 se celebró la primera Romería Ofrenda de las Fiestas del Pino, en la que, por encargo del Ayuntamiento de la Villa, la encomienda de representar al municipio anfitrión recayó en las gentes del barrio terorense de El Palmar, donde existía una fuerte tradición de parrandas y rondallas, recogida años antes por el mismo Néstor de la Torre en su famoso tapiz Una boda en Teror.
Carreta de Teror en la Romería de 1952
Se ensayó durante los días previos en La Casilla, paraje de Arucas, al que llegaban cruzando el barranco por las noches. Con los mayores integrantes de la rondalla (Benito Rodríguez, Santiago Rodríguez, Santiago Sánchez…) trabajaron los jóvenes que formarían el cuerpo de baile, cuyas edades iban desde los 10 a los 17 años, y que fueron los hermanos Marcos y Paulino Henríquez Báez, Luis Montesdeoca Castellano, Roque Yánez Rodríguez, Gregorio Santana Yánez, las hermanas Expedita, Dolores (Lita) y Milagros Rodríguez Yánez, Leocadia (Cayita) Suárez Rodríguez, Juana Ortega Báez y otros más del barrio, dirigidos todos por Maestro Narciso Rodríguez, un parrandero de primer orden y entusiasta de la música de zarzuela.
Se preparó una carreta representando un campo de trigo en la que mujeres y hombres, con ropa campesina negra y blanca, simulaban la labor de la siega. Encima y delante, el grupo de jóvenes de El Palmar, hoy en día setentones, que en el momento de llegar ante la Santa Imagen se soltaron por folías para homenajear a la Patrona, ante la que dejaron los sacos de trigo que habían preparado unos días antes. Destacaremos aquí también la reseña de que la carreta avanzaba con las mujeres segando mientras, quizá contraviniendo un poco la ortodoxia folclórica, cantaban de vez en cuando los sones del Coro de las espigadoras de “La Rosa del Azafrán”.
Pareja de bailadores de la carreta de Teror de 1952
Y así, las mujeres de El Palmar representaron a la Villa Mariana en aquella primera romería lamentándose de los trabajos que les mandaba el Señor.
¡Ay, ay, ay, ay!...
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Unos días antes, Néstor Álamo había ideado un acto musical la noche del viernes 5 de septiembre de 1952 para dar inicio a aquellas fiestas que iban a ser relevantes por muchos motivos. Se inició, fuera de programa, con unas palabras del Vicario de Escaleritas y doctor en Derecho Canónico, don José Rodríguez Rodríguez, que ya había sido pregonero del Pino en 1950, y que glosó en su presentación los aspectos más característicos de la cultura de nuestra tierra. A continuación, un concierto de obras de Mendelsohn a cargo del violinista Gil Parrado; luego, Pedro Espinosa, el excelente pianista canario, interpretando obras de Chopin, Bach y Ravel; y, por último, la actuación de la soprano Maruja Pérez Zerpa finalizaron la primera parte del concierto.
La segunda, con toda intención, se dedicó a las canciones del país: el timplista Jeremías Umpiérrez, el barítono Tomás Pulido y la entrañable Mary Sánchez interpretaron diversas creaciones de Néstor Álamo y otros para dar ese toque de esencial canariedad que se quería para las fiestas de la Patrona. Mary, que comenzaba por entonces su carrera de la mano de Néstor, estrenó, tal como destacó en su Pregón del pasado año, la canción “Telarito” para después tras terminar mi actuación en el Cine de la Villa… con él y otros más (entre ellos, Maso, mi esposo) acercarme al templo y ofrendar a la Virgen el ramo de flores que me habían regalado al finalizar el acto. Cuando llegamos a la Plaza, dejamos, tras una oración, el ramo de flores ante las puertas cerradas de la Basílica. Pero llegaron donde yo quería, y unos días más tarde, recibí una nota de agradecimiento de don Antonio Socorro Lantigua por el gesto que había tenido.
Antiguo Hotel Royal (donde en 1910 se alojó Unamuno),
que sirvió de local de ensayos para el estreno de "Ay, Teror..."
Lo mejor vino al final del acto, cuando un coro de muchachos y muchachas terorenses, elegidos por el propio Néstor (que veraneaba en la casa de los Manrique de Lara, la actual Casa-Museo de los Patronos de la Virgen) y que habían ensayado en los locales de la Falange en Teror, con la intervención como dúo solista de Carmina Estévez Quintana y José Luis Vallejo Cabrera, cantaron (como destacó la crónica, con acendrado acento de la medianía a las cumbres), el estreno de “Ay, Teror, qué lindo eres”, la primera de las tres canciones que en la década de los cincuenta Néstor Álamo dedicó a la Villa y que con los años ha venido a convertirse en el himno del pueblo.
Todos ellos, los jóvenes integrantes del primer cuerpo de baile y tocadores que regalaron, hace 58 años, su ofrenda en la primera Romería; y la pareja de solistas que interpretaron el “Ay, Teror…”, siguen aquí, son historia viva de nuestro pueblo y, por decisión municipal, iniciarán la Ofrenda de este año. Es una forma de manifestar que, pese a los cambios y transformaciones sociales que han experimentado las Islas en este medio siglo, lo importante, los valores que sustentaron aquellos cambios en la fiesta terorense siguen siendo tan válidos hoy como en aquel ya lejano septiembre de 1952.