Mujeres de estas familias, que en un principio desempeñaban la función de panaderas, comenzaron la elaboración de varios productos reposteros con el fin de ganar algo de dinero. Su fama se extendió por todo el pueblo, siendo típico en las celebraciones, bodas y demás festejos.
Los inicios de la elaboración de los bizcochos son anecdóticos porque, a pesar de que se hacían por encargos, se iba a las casas a recoger los huevos, la harina, los limones y el azúcar.
Los vecinos ponían los productos y se cobraba por elaborarlos. Se habla de que las primeras productoras fueron Cha Manuela y Cha Jacinta. Según cuenta la tradición oral, por aquella época, la única panadería que existía en estos contornos era la de Seña Antonia. Era allí donde acudía Cha Manuela buscando un huequillo en el ahumado horno, alimentado con tablas y leña de eucaliptos, para cocinar sus bizcochos. Más tarde Cha Jacinta haría lo mismo, trabajando según los encargos de los vecinos. Parece ser que el origen del lustre de los bizcochos fue motivado porque a Seña Jacinta le hicieron un encargo y se le quemaron los bizcochos y para no tirarlos, como solución, se le ocurrió la idea de usar las claras a punto de nieve, propias de los suspiros, y aplicárselas a la parte quemada del bizcocho (lustrar). Resolvió su problema y desde ese momento continúa la tradición del lustrado de los bizcochos.
Antiguamente el envase de los bizcochos era de metal, de ahí que aún hoy, cuando las gentes del lugar van a comprarlos, pidan latas o medias latas de éstos, aunque actualmente se venden en cajas de cartón y con diferentes formatos.
Cha Jacinta enseñó todo lo referente a los bizcochos a Candelarita la del Pan, acercándonos ya a la mitad del siglo XX. A ella y a otra señora llamada Goyita, una mujer del Hormiguero de Guía que vendía zapatos por las casas, les debemos las recetas que pasaron a las actuales fábricas, además de las recetas de los roscos de limón y de anís.
En la actualidad encontramos dos fábricas de bizcochos en Moya, una en el barrio del Lance y otra en el del Frontón, haciéndolos esta última desde 1961 gracias a la receta que les pasó Goyita.
Podemos encontrar otras dos fábricas en el barrio de Carretería, una que se ha especializado en los bollos de anís y otra en las truchas. Como vemos, la tradición se mantiene, aunque eso no afecta a la elaboración de nuevos productos.
Juana Rodríguez Santana: Juanita la Moyera
Juana la Moyera nace en Moya (Gran Canaria) en el año 1876 y muere en Arucas en 1948 a los 72 años. Cuentan que de soltera tenía un gran genio y no le gustaban las injusticias. Fue una mujer valiente, de las que se dice de armas tomar, hasta tal punto que poseía un revolver Colt 45. Se casó con Ezequiel Yánez y se fue a vivir a Arucas, de donde éste era natural, pero siempre tuvo una gran pasión por su pueblo natal. Era tal esta pasión que Juana quiso que sus tres hijas (Lola, Elisa y Candelaria) naciesen en Moya. Juana inicia la fabricación de turrón a finales del siglo XIX, después de que le enseñase una vieja vendedora, que lo fabricaba en el Risco de San Nicolás, perfeccionándose posteriormente en el arte del turrón con Juan Peralta. Su casa de Arucas sirvió de pequeña fábrica artesanal del turrón, y comienza a elaborar este producto, contando con un elemento fundamental para tal fin: una caldera de cobre que compró a un dulcero en el barrio de San Nicolás y que ya tenía más de cien años de antigüedad. Los primeros turrones tenían forma de tabletas, siendo de consistencia dura y con abundantes almendras tostadas. Posteriormente éste fue presentado en pequeñas porciones cilíndricas lo que favorecía que se pudiera comer por unidades.
Juana comienza a vender turrón sin empaquetar, o sea, al peso, y más adelante lo presenta empaquetado. Empieza de esta forma a darse a conocer por dicha característica y los vecinos de Arucas, así como sus clientes, le adjudican el nombre de la Moyera, debido a su origen. Es en 1916 cuando queda fundada la marca La Moyera. La primera generación de Moyeros la pone en marcha Lola, la primogénita de Juana, que desde los seis o siete años ya ayuda a su madre en la elaboración del turrón y la acompaña en la venta de éste, por lo que será llamada igualmente Lola la Moyera. Fue Lola la que por consejo de su madre realizó la primera patente de turrón artesanal en Canarias en el año 1949. Ha sido tan importante Juana la Moyera en las fiestas canarias que, con toda posibilidad, Eduardo Millares Cho Juaá se inspiró en ella para realizar el cuadro de la turronera en la puerta de la iglesia, probablemente de Teror. Además, la fama adquirida por esta excelente turronera ha tenido tanta trascendencia que, a finales de la década de los ochenta, el Ayuntamiento de Moya decide homenajearla poniendo su nombre a una calle. Es, hasta la actualidad, la única turronera de las Islas Canarias que ostenta tal distinción.
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Este artículo y estas fotos están extraídos de Decubrir Moya, la villa verde de Gran Canaria, editado por el Ayuntamiento de la Villa de Moya.