Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

Apuntes para la historia del fútbol en Santa Brígida.

Martes, 31 de Mayo de 2011
Pedro Socorro Santana (Cronista Oficial de la Villa de Santa Brígida)
Publicado en el número 368

En la primavera de 1923, un grupo de amigos decidió crear en la Villa de Santa Brígida un club de fútbol que llevaría el nombre de Tirma. Los chiquillos se divertían jugando a un deporte nuevo, sin tradición ni aún eco social en un municipio que fue la cuna del primer futbolista nacido en Canarias que ha disputado una final de la Copa del Mundo de Fútbol en las filas de la selección argentina: Perico Arico Suárez.

 

El pionero de esta organización y del fútbol en Santa Brígida (Gran Canaria) fue el joven Francisco Ramírez Morales, escribiente de profesión. Se trataba del hijo del secretario del Juzgado Municipal, José Ramírez Cárdenes, y de doña María Dolores Morales Navarro, dueños, además, de una tienda situada bajo la casa del balcón canario que se asoma a la vía principal del pueblo y a su misma plaza.

 

Poseedor de una gran vitalidad, Paquito se encargó de formar una asociación de jugadores locales y otros jóvenes que, aunque procedían de la ciudad, pasaban aquí sus vacaciones de verano. Pues bien, entre esos jugadores estaba Domingo Suárez Quesada, quien firma junto a otros amigos una instancia dirigida al ayuntamiento, el día primero de abril de 1923, mediante la que solicitan una cantidad de dinero para el vestuario de la asociación de Foot Ball denominado Tirma, constituido en esta localidad. El alcalde de entonces era Fermín Monzón Gil, propietario de tierra y aguas y casado con Ana María Barber Jorro, dueña del molino del Pilar, en El Madroñal, que acordó donar al equipo la cantidad de 50 pesetas (0,30 euros), con cargo al capítulo de imprevistos del presupuesto municipal.

 

La historia del fútbol comenzaba a rodar en Santa Brígida, convirtiéndose pronto en un espectáculo popular que llenó el vacío ocio de los vecinos. En el momento fundacional de aquel primer equipo se daba en nuestro país una situación especial. España acababa de conocer una nueva dictadura, la del general Primo de Rivera, y se respiraba un ambiente desmoralizador y trágico, sobre todo en Barcelona, donde los derechos más elementales no estaban salvaguardados. Al tiempo, en Canarias se aludía un día sí, y otro también, a las luchas bizantinas entre Gran Canaria y Tenerife a causa del empeño de la isla vecina por dominar en el Archipiélago a través de organismos allí situados, pero que para nada influyó en el espíritu colectivo y solidario del deporte más popular del Mundo.

 

El Tirma estaba formado, entre otros, por Felipe Armengol Brito, Juan Hernández Robaina, el carpintero Maestro Pepe Guerra Ortega, Luis Alvarado, Arturo Rodríguez, Santiago Benítez, Benjamín Estrada y el maestro albañil Antonio Cecilio. «Por cierto, que a Maestro Antonio Cecilio le llamábamos el soldado, puesto que en aquella época hacía el servicio militar y siempre llegaba a equiparse vestido de militar», recordaba el que más tarde sería el capitán del equipo, Juan Rodríguez Sánchez, ya fallecido, en una entrevista que le hice hace más de una década.

 

Nos contaba este vecino, histórico socialista, que también los hermanos José y Federico Correa formaban parte de aquella primera formación. José Correa comenzó aquí a jugar de delantero centro y luego, con el devenir del tiempo, llegó a jugar en el Real Club Victoria, del Puerto, convirtiéndose en uno de los mejores guardametas que ha tenido el fútbol canario.

 

Un estanque de barro, cuarteado en verano por el calor, servía para jugar aquellos primeros partidos. También frente al Matadero actual, sede hoy de Protección Civil, estuvo otro de los campos de fútbol del equipo local, el llamado Llano de Sosa.

 

 

 

 

 

 

Perico Arico Suárez, el primer jugador canario que disputó una final mundial de fútbol, aunque la jugó con la selección argentina. Emigró en 1912 de su pueblo natal y se hizo famoso en el Boca Junior.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una muerte inesperada

Aquellos campos improvisados sirvieron a la chiquillería para darle patadas a un balón que corría tanto como sus más innatas ilusiones. Pero una desgracia vino a paralizar la buena marcha de aquel equipo de aficionados: la temprana muerte de Paquito, en la madrugada del 23 de septiembre de 1923, cuando sólo contaba con 17 años, víctima de una gangrena galopante provocada al parecer por una herida mal curada. Su acta de defunción la rubrica su amigo y compañero de equipo Domingo Suárez Quesada, pues el secretario y titular del registro civil era el padre del finado.

 

La inesperada muerte del activo Paquito dejó a sus compañeros de equipo totalmente desolados, mientras la práctica de este deporte se interrumpió hasta el verano de 1929, en cuyo mes de junio se volvió a correr tras el balón una vez se recolectaron las plantas de millo crecidas en la finca del Llano Sosa, detrás de la Tienda del Barro, un campo algo pequeño y que tenía el defecto de cierta inclinación.

 

En esta nueva andadura del fútbol local se organizaron dos equipos: el Tirma, en recuerdo de aquel primero que hubo en 1923, y el Industrial, integrado por chiquillos de El Castaño, entonces los niños bien del pueblo, pues entre ellos se encontraban Juan Muñoz y su hermano Gustavo, y otros empleados de la recién creada Compañía de Automóviles de Santa Brígida como Rodrigo, Claudio (Marconi), Rafael Medina o Venturita, padre de Fefo el del Casino, un comodín que tanto jugaba a puerta como de interior izquierdo.

 

El equipo de Santa Brígida en 1929

 

Ambos equipos sólo disputaron algunos encuentros, ya que los jugadores llegaron a la conclusión de que lo mejor era unirse para jugar con equipos de afuera y ser más competitivos. «Era la única manera de poder jugar con alguna garantía de hacerlo bien con los potentes equipos que venían de Las Palmas y de los demás pueblos de la isla», nos aseguraba Juanito Rodríguez. Y de este modo, y haciendo realidad la frase de que la unión hace la fuerza, nacía el equipo del C.D. Santa Brígida, origen humilde del Villa actual, vistiendo sus jugadores camisetas a rayas que, más tarde, se transformaron en rojas y calzones cortos azules, como la selección española.

 

El fútbol iría tomando fuerza con el tiempo. Era necesario, sin embargo, que este deporte empezara a adquirir entidad por sí mismo y algo fundamental, tanto para el propio deporte como para el equipo, era disponer de un campo con las medidas mínimas. Así, en 1934, los jugadores arrendaron un terreno a Francisco Rivero, acomodado propietario agrícola que había estado en Cuba, y que era conocido como la Finca de Astacio.

 

En aquel nuevo campo se disputaron interesantes partidos, como el encuentro que enfrentó a un combinado de la ciudad, de nombre C.D. Arenales, con el C.D. Santa Brígida. La alineación del equipo local era la siguiente: Tino, Alejandro, César; Barber, Martel y Melián; Hernán Sosa, Juan Rodríguez, Manolito, Villalba y J. Cabrera. El equipo satauteño venció por dos goles a cero. Para que se hagan una idea de lo que el fútbol ya había calado en el ánimo de los aficionados, les ofrezco una nota aparecida en el periódico Hoy el jueves 20 de septiembre de 1934.

 

 

«El pasado domingo tuvo lugar en el stadium Astacio de Santa Brígida un encuentro con el titular y el combinado C.D. Arenales. De momento, al ver la clase de jugadores con que se desplazó el "Arenales", era para creer de primera intención la derrota del "Santa Brígida", pues hasta hoy no había desfilado por esta Villa ningún equipo tan bien compenetrado como éste.

    A presenciar el encuentro asistió público de todas partes, pues el campo había sido invadido desde las primeras horas de la tarde. Se ve que la afición "brigideña" va despertando cada día más en nuestro Deporte.

    Lo único que viene sucediendo, es que aún la unión de jugadores está un poco por lograr, pues hay que estar más pendientes de los encuentros que se celebren, y no suceda como el domingo, que va a empezar el partido y se ven los jugadores, unos equipados y otros por equiparse, y esto pudiera ser que la afición decayera y el público se retirara.

     El primer tiempo finalizó con uno a cero a favor del equipo de casa, entrado por Manolito. Da comienzo el segundo tiempo, haciendo el saque el "Arenales", se corren varios balones y a un paso de Juanito Rodríguez, lo recoge Manolito, y con éste se forma el segundo de los tantos de la tarde, y así finaliza el encuentro con dos goles a cero a favor del C.D. Santa Brígida.

    Del C.D. Arenales nos agradó Camilo, pues el primer tanto que le colaron fue debido a su compañero Antonio.

   La defensa, bien, como los medios. La línea delantera estuvo colosal; se destacaron mucho Ezequiel, porque se corrió todadilla, Campos, Ramón y el amila línea y, si lo dejan, más tarde se corre la del mostrador de la Sociedad. Buen Vino –eh amigo Ezequiel-, y traiga otro equipito para jugar una cuarterola.

     Por el C.D. Santa Brígida se distinguieron el guardameta, la defensa y su línea delantera, sobre todo, el punta izquierda, Cabrera, y el centro, Manolito.

     El árbitro, imparcial.

   Luego pasaron los jugadores de ambos conjuntos a la Sociedad Nueva Amistad, donde se les sirvió unos bocs de cervezas…».

 

 

Un año más tarde, concretamente el domingo 15 de septiembre de 1935, se inauguró el Stadium Nueva Avenida, variando de posición el campo. Su ubicación era donde hoy se construye el parque público y el nuevo centro comercial, y se convirtió en el lugar de numerosos espectáculos, incluidos las peleas de carneros, donde los machos de la oveja se precipitaban y chocaban dándose unos tremendos topetazos mientras los espectadores gritaban y apostaban. También servía el nuevo estadio para las grandes hogueras de las noches de San Juan en pleno verano.

 

En esta etapa el fútbol constituía una enorme pasión para los chiquillos que poseían su propio equipo, pues de afuera venían el Victoria, con camisetas a rayas blanquinegra; el Marino F.C., de camisola azul y blanco; el Gimnástica, con camiseta blanca cruzada por una raya roja; o el Gran Canaria, todo de blanco como el Real Madrid. Ya por entonces el Santa Brígida contaba también con un filial infantil, llamado el Reserva del Santa Brígida, formado por los menores Socorro, Angelito, M. Pérez. Hilario, Moreno, Navarro, Monagas, Naranjo, Alfonso, Cecilio Ramírez y Villalba.

 

Y llegaron los derbis... Terrible resultaba competir fuera, sobre todo con los eternos rivales, los vecinos de la Vega de San Mateo, que contaba con un equipo llamado Progreso F.C. «Formidables podían ser las peleas en el campo», describe el historiador e hijo predilecto de esta Villa Francisco Morales Padrón (1923-2010) en su breve y fascinante libro titulado Adviento de Adolescencia. «No faltaban botellazos y evoco perfectamente la escena de una persona arrancando la estaca que señalaba con un banderín la esquina de córner para golpear a alguien. En una de estas tremendas refriegas campales le mordieron a una persona la oreja y, desde entonces, quedó el grito de: ¡Muérdele la oreja!». Aquella agresión se produjo durante el partido que enfrentaba al Santa Brígida y el Español, celebrado el 28 de abril de 1936. Faltaban, pues, tres meses para el comienzo de la Guerra Civil, donde no sólo perecieron un millón de hombres, sino la infancia de millones de niños que por entonces jugaban a la pelota.

 

 

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