Revista n.º 1065 / ISSN 1885-6039

Doña Rosa, tradición alfarera en Arguayo.

Jueves, 11 de agosto de 2011
Gloria Francisco González, Juan Carlos Pérez Ferrer y Barrios Martín González
Publicado en el n.º 378

Los oficios tradicionales nos muestran un amplio abanico de objetos realizados con procesos artesanos que han ido adquiriendo identidad propia con el paso del tiempo, asociados a una realidad concreta vivida por sus protagonistas. Doña Rosa, natural de Arguayo, es un buen ejemplo de ello.

Doña Rosa, alfarera de Arguayo.

 

Una de las principales características que suelen atraer de la alfarería es que se traía de una de las manifestaciones culturales más antiguas de la humanidad. En Canarias, la tradición alfarera ha conservado rasgos tremendamente arcaizantes, de indudables características neolíticas. A pesar del aislamiento que han sufrido las Islas Canarias se dan en todas ellas unas características muy similares. El proceso de fabricación de la cerámica, realizada a mano, sin torno, por el procedimiento denominado urdido, consistente en el añadido sucesivo de bollos o cordones de barro, la preparación del barro a mano, la sencillez de las herramientas tales como callaos de playa, huesos, pieles, piezas como gánigos, ánforas, con forma ovoide, semiesféricas, con decoraciones acanaladas, unculares, incisiones, etc, además de otras como los ídolos y figurillas antropomorfas. Tras la Conquista se produce una aculturación, a pesar de este hecho perduran la forma de trabajo, la semejanza en la decoración (almagre, tegue, bruñido) y el sistema de guisado. Hay una mayor demanda de la cerámica, las formas se tienen que adaptar a las nuevas necesidades populares, como bernegales, tallas para contener agua, tostadores de grano, ollas para cocinar y tarros de ordeño, etc. Al igual que se introducen nuevas herramientas de metal (cuchillos, aros de barrica, etc.).

 

Desgraciadamente el progreso no ha evitado que nuestra cerámica haya sido menospreciada y olvidada. Esto originó una ruptura en la milenaria tradición alfarera y la pérdida de este valioso tesoro patrimonial, con la desaparición de los antiguos alfares en Tenerife como los de La Guancha, La Cisnera, San Andrés, etc., así como Lugarejos y La Atalaya en Gran Canaria; y Muñique en Lanzarote. Recuperándose en la actualidad los alfares de Las Miguelas, en Candelaria, y el Centro Alfarero Cha Domitila en Arguayo (Santiago del Teide), localizados ambos en la isla de Tenerife.

 

Un claro ejemplo de esta tradición alfarera en Tenerife lo constituye Rosa María Bautista, cariñosamente conocida como doña Rosa, nacida en Arguayo el 23 de junio de 1928. Desde pequeña tuvo ocasión de acercarse al ancestral mundo de la alfarería, entre otras cosas porque tuvo familiares y vecinas alfareras: como la tía de su madre, tía Quiteria, conocida también como Cha Quiteria. Desde pequeña, sus manos se hermanaron con el barro, un vínculo que todavía continúa. Con apenas 7 años, comenzó a ayudar a algunos de sus familiares que empezaron a trabajar la alfarería del pueblo, una alfarería que, gracias a personas como ella, ha llegado a nuestros días. Fueron años en los que las veredas de la zona se empaparon de los pasos de personas como Doña Rosa. No había agua corriente (había que ir a los nacientes) ni tampoco electricidad. Pero ahí estaba la lumbre del fogal dándole brillo a la casa. En torno a él se sentaba doña Rosa con su familia a conversar sobre todo lo sucedido durante el día...

 

Doña Rosa de espaldas, alfarera de Arguayo (Tenerife).

 

En 1958 doña Rosa emigra a Venezuela buscando mejores oportunidades. Trabajó en muchas cosas, pero el arte del barro la seguía llamando y sacó tiempo para realizar un curso de arcilla decorativa. Allí pasó 20 años de su vida aunque, sin duda, en su mente el pueblo isleño de Arguayo siempre estuvo presente.

 

En 1978 doña Rosa vuelve al pueblo que la vio nacer, que vio cómo sus manos infantiles, poco a poco, iban aprendiendo a dar forma al barro. Afortunadamente, a principios de la década de los ochenta comienza una labor de recuperación de la alfarería de Arguayo a cargo de varios vecinos e instituciones a través del Colectivo Arguayo. Doña Rosa también tuvo que ver con ese trabajo de recuperación. El primer carnet de alfarera concedido a una persona del municipio de Santiago del Teide, en el año 1986, fue el de Doña Rosa. Hasta hace bien poco acudía prácticamente a todas las ferias de artesanía. Además, colabora y participa en actividades como Al Paso de la Cumbre, una actividad anual de rescate etnográfico que rememora los tiempos del trueque en la isla. Sin olvidar que ha impartido clases de alfarería en varios colegios.

 

En  reconocimiento  a esta amplia trayectoria y a su valiosa labor en el oficio de la alfarería, el Centro de Iniciativas Turísticas del Sur de Tenerife le otorgó en el año 2010 el Premio Gánigo 2010 en el sector del comercio y la artesanía.

 

 

Artículo publicado en la revista Mundo Rural nº 10 por Gloria Francisco González, del Taller de Empleo "Alfarería Tradicional" (Cabildo de Tenerife); Juan Carlos Pérez Ferrer y Barrios Martín González (Ayuntamiento Santiago del Teide).

 

 

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