Revista n.º 1074 / ISSN 1885-6039

Cairasco. Franchy y Roca. La Esdrujúlea.

Sábado, 24 de diciembre de 2011
Antonio Henríquez Jiménez
Publicado en el n.º 397

Los tres escritos que les presento pertenecen a un autor que es más conocido como político. Se trata de José Franchy y Roca, uno de los políticos canarios con la cabeza mejor amueblada. En este caso los escritos tienen como denominador común la personalidad de Cairasco de Figueroa, nuestro primer poeta canario en el tiempo.

Detalle de la portada del primer tomo de la obra de Julio Sánchez sobre Cairasco de Figueroa.

 

Hoy les traigo tres rescates de un solo autor y una petición. Los tres escritos que les presento pertenecen a un autor que es más conocido como político. Se trata de José Franchy y Roca, uno de los políticos canarios con la cabeza mejor amueblada. Gran abogado, gran periodista, gran tribuno, gran defensor de las ideas del Partido Republicano Federal, gran luchador por las asociaciones obreras de Canarias. Y con una grandísima capacidad para comunicar lo que pensaba. Después de una labor de sembrador de ideales sociales de respeto mutuo, progreso y desarrollo personal sin pisar al de al lado, arruinado por su entrega total a la causa republicana y obrerista, emprendió el camino de funcionario de la justicia por varias ciudades peninsulares. Vuelto a la política activa en la Segunda República española, ocupó puestos de relevancia nacional. Luego marchó al exilio en México, donde falleció en 1944.

 

Ya he presentado en estos rescates algún texto suyo. Los tres de hoy tienen como denominador común la personalidad de Cairasco de Figueroa, nuestro primer poeta canario en el tiempo, allá por finales del siglo XVI y comienzos del XVII. En ellos habla Franchy de varias obras de Cairasco.

 

En 2010 celebramos los 400 años del fallecimiento del canónigo Cairasco, nuestro poeta barroco. No hace muchos días se le homenajeó con la edición del también canónigo don Julio Sánchez Rodríguez de tres tomos dedicados a su gran obra, el Templo Militante. Además de estudios sobre su significación en las letras (primer tomo), se presenta una selección de poemas de la magna obra cairasqueña (tomos segundo y tercero). Aunque es una vida de santos, en la selección se pueden ver los intereses de aquella sociedad primera de nuestras islas, y el lector se puede hacer idea de lo que significa el libro. La obra consta, además, de un cdrom con la edición facsimilar de los cuatro libros de que está formada.

 

Pero aún falta hablar de otra obra de Cairasco. Se trata de una colección de poemas sueltos, que tienen en común el hecho de dedicarse a ensalzar hechos y personajes de la época. Hasta ahora se habla de dos colecciones con el nombre de Esdrujúlea. Don Agustín Millares Carlo apunta a otra, que quizá sea semejante a las dos que se conocen.

 

De las dos colecciones conocidas, una la copió don Agustín Millares Torres, en 1873, de un manuscrito que estaba en la Biblioteca de don Fernando del Castillo. Por los años 30 del siglo pasado se dio cuenta de otro manuscrito que se encontraba en la llamada Biblioteca de Palacio, del Palacio Real de Madrid. Por los años cincuenta, el profesor rumano de La Laguna don Alejandro Cioranescu encontró allí un conjunto de manuscritos, entre los cuales están cuatro obras de teatro de Cairasco y dos colecciones de poesía. Quizá un poco más tarde conoció, también allí, la segunda Esdrujúlea. Don Agustín Millares Carlo estudia el manuscrito, del cual dará cuenta en su Biobibliografía de escritores canarios, en el tomo II, que verá la luz en 1977. Esta es distinta a la anterior, aunque contiene algunos poemas comunes.

 

La primera en el tiempo parece que es el manuscrito que envió el propio Cairasco a Madrid para optar al cargo de cronista oficial del reino, junto con otras obras suyas, y es la que se encuentra en la Biblioteca del Palacio Real. La que transcribió Millares Torres se formó a los pocos meses de la muerte de Cairasco, en 1611, con algún poema de la primera y con otros poemas de su última cosecha.

 

Tienen la particularidad estos poemas de que casi todos los versos acaban en palabra esdrújula, una extravagancia de la que Cairasco estaba muy orgulloso, aunque siempre con el temor de que lo criticaran por ello, como así fue. De ahí el nombre de Esdrujúlea y la rareza de la obra. El autor tiene que acudir a muchas palabras de formación latina para poder contar con esdrújulos, no muy abundantes en nuestra lengua. A veces los poemas son pesados; pero otras veces, no. Incluso, algunos tienen su ironía y su humor. Ya habrá ocasión de presentar algunas partes de esa obra, en la que no falta su amor a la tierra canaria, presente en toda la producción de nuestro canónigo.

 

Les dije al principio que, además de los rescates de Franchy, les traía una petición. Se trata de lo siguiente. Por la curiosidad y generosidad de una bibliotecaria, he encontrado que existe otro manuscrito de la Esdrujúlea en una biblioteca inglesa, del cual, que yo sepa, nadie ha dado cuenta. El manuscrito es bastante extenso. Por lo que cuesta cada imagen (5’15 libras), calculo que tendrá unas 388 páginas, si en cada imagen entran dos páginas. He mandado a pedir su reproducción digital y me he asustado con lo que cuesta: solamente 2.000 (dos mil) libras esterlinas, más el VAT (lo que aquí llamamos IVA). Ni que decirles tengo que he acudido a instituciones y, de entrada, no me pueden sufragar los gastos. Otras instituciones aún no me han respondido. Yo no pido que me paguen la digitalización entera, sino que me ayuden para poder pagarla. El trabajo, una vez conseguida la reproducción, será transcribir el manuscrito y publicarlo, para que sea propiedad de la sociedad que lo vio nacer.

 

Plaza de Cairasco.

Escultura del poeta en su plaza (foto: http://esculturasbermaxo.blogspot.com)

 

 

Textos de Franchy

 

“Colaboración. Carta a Cairasco”1, J. Franchy y Roca:

     Mi querido poeta: Vosotros los que habitáis las elevadas regiones de placidez imperturbable, adonde no llegan las pequeñeces de la tierra, tal vez habréis perdido la noción del tiempo, por innecesaria a la duración eterna de vuestra vida; conservámosla, por indispensable, los que aún vivimos en este bajo mundo, y sabiendo yo por ella que muy pronto han de cumplirse los doscientos ochenta y tres años de tu muerte, quiero –aunque sea irreverencia en el mísero aprendiz de literato dirigirse al poeta de alto vuelo– enviarte, en razón al próximo aniversario, este epistolar recuerdo, con la anticipación conveniente para que llegue a tus manos en tiempo oportuno.

     Quizás no te causará muy agradable impresión algo de lo que tengo que decirte, pero estoy obligado a ser sincero. Por acá te recordamos bastante poco. Gracias a los trabajos de nuestro ilustre historiador don Agustín Millares –uno de los poquísimos sabios que en tierra de Canarias quedan–, y al busto que se alza en la plazoleta de tu nombre, recuerdo que allá por el año de 1879 te dedicó esta ciudad, no te hemos olvidado por completo. Es verdad que hay quien dice que aquel busto no corresponde a tu grandeza y que debiera ser sustituido por magnífica estatua; pero no puedes quejarte; eres el único hijo de Las Palmas a quien se ha hecho el honor de erigir un monumento.

     Como particularísimos detalle de tu vida, hay quien refiere que fuiste canónigo a los 13 años, que se te debe la introducción de los esdrújulos en la poesía castellana y que alguno debió de ser tu mérito cuando Cervantes te citó en su Galatea. Pero tu Templo Militante, tu Goffredo famoso ¿quién los conoce? Nadie, aquí somos hombres demasiado prácticos para perder el tiempo leyendo versos.

     Y si estas noticias te entristecen, ¿qué dirá cuando sepas que en el Ateneo de Madrid se puso hace poco tiempo a discusión el tema de “si la forma poética está llamada a desaparecer”?

     Por lo que se refiere a estas islas, puedo asegurarte que la vida intelectual es casi nula. Los periódicos llenan sus columnas con artículos políticos y no tienen espacio para las letras; las publicaciones literarias no viven por falta de suscriptores; los libros, ¡ah! ¡los libros! Aun hay algún espíritu abnegado que osa publicarlos; pero ¿es lícito exigir al hombre estudioso y al artista que nos den a conocer los frutos de su inteligencia, pagando encima la edición?

     Las sociedades literarias no existen, o viven por lo menos con tal disimulo que pasa inadvertida su existencia: solo tenemos un centro científico, de que podamos enorgullecernos, el Museo Canario, que, por su índole especial, no puede satisfacer por sí solo todas las necesidades de la ilustración pública.

    Y no creas, ilustre poeta, que se ha extinguido el ingenio en los cerebros canarios; nada de eso; es que le rodea la indiferencia más absoluta, porque nos domina un prosaísmo embrutecedor y el poco tiempo que nos deja libre la labor constante y penosa del sostenimiento de la vida lo dedicamos a las luchas de la política, una de las mayores calamidades que en estos tiempos pesan sobre los humanos.

     De ella no he de decirte una palabra, aunque creo que a ti no te importará gran cosa, porque yo tampoco me he tomado el trabajo de estudiarla y porque, en fin, tú mismo dijiste:

 

Las nuevas de aquesta tierra
no hay contarse de una en una,
que será cosa importuna,
poca paz y mucha guerra…
sin haber guerra ninguna.

 

     He aquí, mi querido Cairasco, nuestro estado, y ten en cuenta que no son muchos los que tienen el mal gusto de lamentarlo. Somos sufridos por naturaleza y nos consolamos diciendo contigo:

 

Que lo malo de esta tierra
es del mundo lo mejor.

 

Mientras con esta patriótica satisfacción viva yo por acá, pídele a Dios que envíe algunas luces al entendimiento escaso de tu devoto admirador

        J. Franchy y Roca.

 

Post-Scriptum

Te escribo esta carta en El Liberal y estoy temiendo que no llegues a leerla. Sospecho que por muy ancha que sea la manga de San Pedro, no han de tener entrada en el Cielo los periódicos políticos de la tierra,- Vale.

 

 


 

“Crónica”2, J. Franchy y Roca:

     El curioso observador que, situándose en la plaza de Cairasco, junto al busto del canónigo poeta, se entretuviese en preguntar a los transeúntes qué significa aquel conato de estatua, obtendría seguramente de todos la misma contestación:

     – ¿Ése? Es Cairasco.

     Pero, si además del nombre, tratara el curioso de averiguar algo acerca del escritor y de sus obras, la mayor parte de los interpelados encogeríanse de hombros y abrirían la boca, demostrando así no sólo su ignorancia sino también su asombro de que a alguien se le ocurriese hacer tal pregunta.

     Dándola de ilustrado, y satisfecho de sí mismo, alguno que otro contestaría:

     – Creo que fue un notable poeta, aunque a mí no me consta, porque nunca he leído sus versos. Dicen además que inventó los esdrújulos.

     Apenas llegaría a una decena el número de los que contestaran al preguntón:

    – Bartolomé Cairasco de Figueroa fue un poeta canario del siglo XVI, cuyas principales obras son los poemas titulados Vita Christi y el Templo militante y una traducción en verso castellano de la Jerusalén libertada. Muchos le han llamado gran poeta, pero es lo cierto que, perdonándole no poco de lo que escribió, bien podría quedar en la categoría de poeta estimable. Gran parte de la notoriedad de que gozó en su tiempo, no sólo en Canarias sino en toda España, la debió a la extravagancia de escribir largas tiradas de versos esdrújulos.

*

     Y sin embargo, es Cairasco de Figueroa el único hijo de Las Palmas cuyo nombre ha disfrutado del privilegio de vivir en la memoria de sus paisanos a través de seis generaciones.

      Fue Don Diego Nicolás Eduardo el artista insigne que concibió el proyecto de nuestra hermosa Catedral, obra a cuyo servicio estuvieron siempre su actividad y sus talentos; y todos le han olvidado.

    Fue Don José Luján Pérez un escultor notable, que dotó de valiosas imágenes a muchos templos de las islas y continuó con inquebrantable celo la obra de Eduardo; y ya nadie le recuerda.

     Fue Don Manuel Verdugo un obispo patriota que hizo a esta población, entre otros señalados beneficios, el de construir a sus expensas el magnífico puente de sillería que une los barrios de Triana y Vegueta; y su nombre permanece en el olvido.

*

     Así todo. Con el recuerdo de los hombres se ha perdido la memoria de los hechos.De todo se

han borrado las señales,

que dijo, salvo ligeras variantes, el poeta.

     Este año, como otros muchos, pasa enteramente inadvertido, y sin obtener siquiera dos líneas de efemérides en los periódicos, el aniversario de uno de los más gloriosos hechos que tiene en su historia la isla de Gran Canaria: la victoria conseguida sobre las fuerzas del almirante holandés Vander Doez, que a fines de Junio de 1599 invadieron la isla y después de una ocupación momentánea de esta ciudad, fueron rechazadas por los canarios, viéndose obligadas a volverse a sus naves y abandonar esta agua en busca de más fáciles empresas.

     “Con escasos y bisoños soldados, faltos de pólvora y balas, defendidos por trincheras de arena, con fortalezas que no merecían este nombre y una artillería de poco alcance –dice Don Agustín Millares–, supieron los isleños en las playas y en el muro, en el campo y en el bosque, organizar una vigorosa resistencia, triunfando al fin de un ejército numeroso y aguerrido y de los ataques de setenta y tres naos de alto bordo, armadas en guerra, con todos los aprestos militares que la ciencia exigía en aquella época para llevar a efecto una empresa naval.”

     En una de aquellas acciones recibió el gobernador Alonso de Alvarado las heridas que poco después causaron su muerte, de todos llorada por su valor, rectitud y patriotismo.

*

     Hace algunos años una de las más hermosas calles de Las Palmas ostentaba el nombre de Alonso de Alvarado.

     Lo hizo desaparecer de allí el Ayuntamiento para colocar el de León y Castillo, no encontrando sin duda el medio de vestir a un santo sin desnudar a otro.

     Y menos mal. El nombre del gobernador Alvarado ha ido a parar a una calle de las privilegiadas que aún se conservan vírgenes de las caricias de escobas municipales.

       J. Franchy y Roca.

 

 

 

“Hoja literaria”: “Cartas canarias. Sobre un poeta de antaño y un crítico de hogaño”3, J. Franchy y Roca:

A D. Francisco González Díaz.4

     Mi distinguido amigo: Hace algunos días prometí a usted escribir, para la Hoja literaria del Diario de Las Palmas, unas cuantas líneas acerca del libro Legajo de varios, publicado en París por Elías Zerolo. Bien merece esta obra un concienzudo y acabado estudio crítico: mas no llegan a tanto mis alientos, y he de limitarme a hacer una simple noticia bibliográfica, que, aunque algo tardía, pues hace tres meses que el libro de Zerolo anda en manos del público, no parecerá a usted enteramente fuera de razón, si se tiene en cuenta que nada han dicho aún sobre él los periódicos de Las Palmas y que la obra interesa o debe interesar muy especialmente al público canario, porque muchas de sus páginas se refieren a hombres y cosas de esta tierra.

     Muy poco o nada que no sea aquí de todos sabido puedo decir a usted de Elías Zerolo, a quien no he tenido el gusto de conocer personalmente. Solo sé que dirigió durante algunos años, primero en San Cristóbal de La Laguna y después en Santa Cruz de Tenerife, la Revista de Canarias, la mejor revista que se ha publicado en estas islas; que vive hace tiempo en París, donde ocupa un puesto de importancia en la casa editorial de Garnier Hermanos, que tanto ha contribuido a difundir en América la literatura española: que pertenece a la Sociedad geográfica de París y a la Real Sociedad belga de geografía; que sus estudios, así los literarios como los científicos, han merecido en diversas ocasiones el aplauso de los sabios y que es, en fin, según el testimonio de Bonafoux, “un verdadero sabio, distraído y modesto, que trabaja sin tregua desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, y después de comer, en vez de ir al Grand Café a chismorrear de las cosas de España o al Café Madrid a ver alguna que otra andaluza trasnochada, se encierra en su casa y dedica todavía varias horas a los trabajos científicos y literarios.”

     El libro Legajo de varios es, como su nombre da a entender, una colección de diversos escritos: Cairasco de Figueroa y el empleo del verso esdrújulo en el siglo XVI.La lengua, la Academia y los académicos.Usurpaciones de Inglaterra en la Guayana venezolana.El viaje a las Afortunadas.Biografía de Sabino Bertelot.Heredia el viejo.Heredia el mozo.Campoamor y la crítica, etc., etc.

     No me creo competente para tratar de todos estos asuntos, ni aunque lo fuera, podría hablar aquí de todos sin faltar al propósito de no hacer esta carta demasiado larga, para no cansar a usted ni aburrir a los lectores. Voy, pues, a ocuparme a propósito del estudio sobre Cairasco, que es el más extenso del libro.

*

      El vulgo literario tiene una idea fragmentaria y errónea de la obra poética de Cairasco. No solo supone a este inventor e introductor en la poesía castellana de los versos esdrújulos (cosa que asimismo ha creído mucha gente que anda lejos de pertenecer al vulgo), sino que también da por averiguado y fuera de duda que a los esdrújulos debe el poeta canario su nombradía. Y lo peor del caso es que, hallándose muy generalizada la creencia de que Cairasco casi no escribió otra cosa que esdrújulos, y no gustando nadie de esa clase de versos, son muy pocos los que se aventuran a leerlos y muchos los que a pies juntillas creen que nada hay digno de estimación en la obra de nuestro poeta.

     Habrá usted oído muchas veces, como lo he oído yo, este juicio terrible y exageradamente sintético:

      –¡El Templo militante! ¡Aquellas tiradas de esdrújulos! ¡Qué lata!

     Algo por el estilo debe de pensar el señor Sánchez Moguel catedrático de no sé qué asignatura de la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid, el cual, en una memoria sobre el Mágico prodigioso de Calderón, publicada en 1881, copia algunos fragmentos del canto del Templo militante consagrado a los mártires antioquenos Cipriano y Justina, y dice: “El prior Cairasco, que versificaba bastante mal, para hacerlo aún peor tuvo, entre otros, el raro capricho de escribir tiradas enteras de octavas en esdrújulos, creyendo, sin duda, realizar aún más por este medio su desdichada obra… Basta las muestras transcritas para conocer este ingenio del Prior Cairasco.”

     Yo estoy de acuerdo con el Sr. Sánchez Moguel en que las “tiradas enteras de octavas en esdrújulos” son insoportables. Pero si el Sr. Sánchez Moguel no se hubiera limitado, como yo me figuro que hizo, a leer la vida de los santos Cipriano y Justina, y se hubiera tomado el trabajo de enterarse de algo más del poema, seguramente no le calificaría de “obra desdichada, parto infeliz de un pedestre ingenio.”

     No he de afirmar yo rotundamente que Cairasco sea un gran poeta, aunque Cervantes le llamara poeta extraordinario, pero sí creo que no hay exageración en decir, como Francisco M.ª Pinto, que fue “un verdadero poeta, que no desmerece, en condiciones, de los más notables de su siglo, de los cuales, con los defectos, tenía el ingenio y la exuberancia.”

      Recuerde usted estas octavas del canto a la Natividad del Señor:

    ¡Cuán aventurada y cuán discreta
puede llamarse el alma que procura
una vida pacífica y quieta,
de ambición y de tráfago segura!
Y al contrario, ¡cuán triste, cuán sujeta,
cuán miserable y falta de ventura
es la del que la honra, el mando, el oro,
tiene por felicísimo tesoro!
  No está el contento en la real corona,
sino en tener el alma sosegada;
anda el mundo al revés, pues abandona
lo que al Señor del cielo tanto agrada.
¿Quereislo ver? Mirad cómo empadrona
el orbe un hombrecillo de nonada,
y Dios, que le dio el alma el sentido
se va a alojar en un portal caído.

 

     Y esta descripción de la primavera con que principia el canto octavo del poema Vita Christi:

¡Qué alegre, qué apacible, qué esmaltada
se muestra al mundo de colores varios,
al principio de Abril, la primavera.
Allá contrapuntean los canarios,
acá se ríe el agua plateada,
y en son murmura el aura lisonjera;
adornan la ribera
los árboles sombríos,
mirándose en los ríos;
y por su tronco, a modo de relieve,
la yedra en retorcido paso mueve;
y en cada parte, produciendo amores,
derrama, esparce y llueve
luz el sol, vida el cielo, el campo flores.

*

     Zerolo publica en su libro algunos fragmentos del Goffredo famoso, obra de Cairasco que aún permanece inédita, y cuyo manuscrito se halla en la Biblioteca Nacional, de donde sé que lo ha copiado íntegramente, para su preciosa Biblioteca canaria, mi buen amigo Luis Maffiotte, infatigable y meritísimo bibliógrafo.

    Está escrito este poema en octavas reales, a excepción de la dedicatoria, que lo está en esdrújulos, y de un prólogo, en prosa. En el canto XV hizo Cairasco algunas adiciones a la traducción del poema del Tasso, para hablar extensamente de estas islas. He aquí algunas octavas, que copio, como en el libro de Zerolo, conservando la ortografía del manuscrito:

Esta es la Fortunada i Gran Canaria
De las islas Atlánticas Princesa,
Do esparze el cielo su virtud plenaria
I pone a los sentidos rica messa:
Con diligencia tan extraordinaria,
Que hizo a todo el orbe illustre presa
De lo mejor qu’en el se guarda i sella
Para ponerlo, con ventaja en ella.

  Aquí los frescos aires, las mareas
El toldo de las nubes rellenadas
De los floridos campos las libreas,
Los verdes bosques aguas plateadas,
El temple, sanidad, ricas preseas,
Los cantos de las aves variadas,
En sagrado silencio, en paz entera,
Conservan una eterna primavera.

  Aquí florece l’admirable selua
Qu’el nombre ha de heredar d’el gran Doramas,
Do no entrara discreto que no buelua
Con rico assombro, de su sombra y ramas:
El que mejor escriue, se resuelua
Qu’es digna de sus versos i epigramas,
I aun al sagrado Appollo le parece
Que no han de darle el punto que merece.

….…………………………………………..

  Si aquí se corta un árbol es notorio
Multiplicar el tronco muchedumbre,
Que arriua en pocos años al zimborio
De todos los demás, con igual cumbre;
No puede al Coliseo i Consistorio,
D’el Appollineo rayo entrar la lumbre,
Aunque parece ingratitud formada
A quien el ser le dio, negar la entrada.

Por la robusta i áspera corteza
La yedra el retorcido passo mueue,
Que no pueden mostrar tal extrañeza
Colunas entalladas de relieue:
Admirada quedó Naturaleza
Quando vio esta selua, i no se atreue
A darle igual, i no porque no pueda,
Mas porque a todas gusta que esta exceda

……………………………………………

  Por mas de siete mil famosas fuentes
Despide Gran Canaria cristal puro,
Sin otras infinitas que a las gentes
Su fama i nombre ha sido i es obscuro:
Pagan tributo al mar grandes corrientes,
Sin muchas con que el fruto está seguro,
Qu’en una isla que aun no tiene en torno
Cient millas, es felice i raro adorno.

  El cielo aquí con liberal franqueza
Entendimientos dóciles reparte,
I tal esfuerço, fuerça y ligereza
Qual no se vió jamás en otra parte:
I lo que mas admira, vna extrañeza
De luenga vida, que parece, en parte
Que no conoce aquí la humana suerte
El general imperio de la muerte.

………………………………………….

     Y no copio más, por no hacer interminable este escrito, ya sobrado largo.

*

     El trabajo de Zerolo se encamína principalmente a demostrar que no fue Cairasco el inventor de los versos esdrújulos ni el primero que los empleó en la rítmica española. “Esto, dice, no merma su fama, antes se me figura que la acrece al privarle de aquel mérito, caso que lo sea. Cualquiera que hojee las 1179 páginas en folio a dos columnas del Templo Militante encontrará, seguramente, que no son los versos esdrújulos los que pueden justificar la nombradía de Cairasco. En cambio, muchos lugares ha de hallar en que soliciten su atención otra suerte de versos más dignos de encomio.”

     Y añade más adelante: “Cairasco era artista, sentía la belleza, le sobrába facilidad e inventiva, pero los artificios de semejante rima habían de perjudicar a la espontaneidad de su rica inspiración. De aquí impropiedades de lenguaje y necesidad de voces extrañas, defectos que apenas se notan en otras composiciones. Lo que admira es su insistencia en escribir tales versos. Se inclina uno a creer que el ilustre prior tendría una corte de amigos dispuestos a aplaudir todo lo que hiciese más que a advertirle sinceramente de su lamentable manía.”

*

     Mucho tendría que añadir para elogiar cumplidamente la obra de Zerolo; pero me he extendido demasiado, y termino aquí, pidiendo a usted perdón de haber empleado tan enfadoso alegato para recomendarle la lectura de tan interesante libro.

        J. Franchy y Roca.
Las Palmas 20 de Mayo de 1897.

 

 

 

Notas

1. El Liberal (Las Palmas de Gran Canaria, 4-IX-1893).

2. Heraldo de Las Palmas. Diario liberal-conservador. Año I, n.º 35, 2-VII-1896.

3. Diario de Las Palmas, 22-V-1897.

4. Véase Diario de Las Palmas, 5-VI-189: “Hoja literaria”: “Cairasco, Carrasco”, F. González Díaz: “Al Sr. D. José Franchy y Roca”, escrito en que se manifiesta en desacuerdo con el escritor barroco.

 

 

Foto de portada: detalle de uno de los libros sobre Cairasco de Julio Sánchez

 

 

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