«Sucedió en treinta de enero, allá en la remota etapa de mil seiscientos veintiocho un hecho que al orbe pasma», relata el romance de la aparición del Alma de Tacande, en el actual municipio de El Paso.
Durante siglos el pueblo repitió los versos y fue creciendo, entre la incredulidad de unos y el temor de otros, una de las más bellas leyendas canarias. Cuentan que durante ochenta y siete días el Alma de Tacande deambuló su pena y su pecado. Se presentaba en la casa de la hacienda de Tacande a arrullar a un niño y la cuna se movía sola, se oían dulces cantos y voces que procedían de persona no visible… y los desconocidos lloros de un niño recién nacido. Otras noches se escuchaban tamborcitos, panderos y castañuelas y cantaban voces de decenas de mujeres invisibles al son del ancestral villancico a lo divino: «María lo envuelve, José lo arrulla; | por ser carpintero, el niño no tiene cuna. | María lo envuelve en sus lindos cantares».
Pasaron los siglos y lo que teníamos por leyenda pasó a tener visos de realidad, al menos entre sus protagonistas director.
En los índices parroquiales que se guardan en el Fondo Lorenzo Mendoza, del Archivo Municipal de Los Llanos de Aridane, se encuentra la inscripción del bautizo de Salvador, el hijo de Ana González (El Alma de Tacande) por el que esta murió de parto. El bautizo tuvo lugar el 12 de septiembre de 1625 figurando ser hijo de Juan Pérez y Ana González. De igual manera aparece en el libro correspondiente de la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios:
[E]n el m[ism]o día, mes y año bap[tic]é a saluador, hijo de Jhoan p[ere]z y [Ana] gsº [González], su muger, P[adrino]. Phelipe Vaz y beastris hz [Hernández], hija de Ro[d]rigo peres, criador.
Foto: detalle de una ventana de la casa.