Después de concluir la recopilación de inscripciones rupestres en las islas de El Hierro y Lanzarote, enmarcada en el proyecto de investigación Inventario de inscripciones alfabéticas en el ámbito rupestre canario, propiciado y financiado por la Dirección General de Cooperación y Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, los resultados han asombrado incluso a los que ya nos esperábamos un considerable incremento de los textos conocidos: en la actualidad se cifra en 18 y 15 respectivamente los yacimientos con escritura líbico-beréber. Las restantes islas serán estudiadas en los años venideros, pero ya se conoce la presencia de este tipo de testimonios en todas ellas, y albergamos la esperanza de poder aumentar igualmente su número.
La gran abundancia de textos en un área geográfica tan reducida como lo es El Hierro o Lanzarote resulta ser casi insólito; habría que buscar en el norte de África y Sahara para hallar zonas que puedan ostentar una densidad similar de inscripciones líbico-beréberes. Todo ello sin contar con lo que es obvio sospechar: que el número de grabados alfabéticos hallados son solo una parte de los que fueron realizados en su día, pues si algo ha cambiado en la prospección es que, a diferencia de los primeros descubrimientos hacia finales del s. XIX -aquellos yacimientos con impactantes grabados, visibles desde gran distancia-, en la actualidad estamos sumando textos de los que muchos se distinguen con tal dificultad que únicamente son visibles con la nariz prácticamente pegada a la roca. Hemos constatado la presencia de caracteres realizados con surcos de escasa profundidad, sobre superficies muy meteorizadas, y muchas veces sobre rocas sin ningún contexto iconográfico en las inmediaciones que hiciera sospechar allí su hallazgo. Debemos deducir por tanto que se nos siguen escapando muchos textos, incluso porque todavía quedan grandes superficies sin prospectar, donde cabe esperar cualquier sorpresa en relación a posibles hallazgos.
Barranco de Tejeleita (El Hierro). Inscripción líbico-beréber
Cueva Paloma (Lanzarote). Texto líbico-beréber
Sahara Central (Argelia). Pintura rupestre con inscripción y caballo montado por jinete
Viendo el aspecto cuantitativo tan llamativo, no podemos menos que preguntarnos acerca de cómo interpretar su presencia aquí. Un interrogante que nunca ha dejado de formularse es: ¿qué dicen estos textos líbico-beréberes? Lamentablemente, y en contra de lo que se podría desear, la respuesta inevitable es que sabemos poco o nada de su contenido. Las propias características de esta grafía (en la que no se representan las vocales, en la que no hay espacio que separe entre sí las diferentes palabras y en la que las líneas pueden ir de arriba-abajo o a la inversa) dificultarían ya de por sí una lectura. Además, la escritura líbico-beréber, cuyo nombre hace referencia a los pueblos libios de la Antigüedad así como a los beréberes, se refiere a una grafía que engloba múltiples modalidades de varios momentos históricos y lugares geográficos. Nunca está de más recordar que, aunque hablamos de una escritura, las diferencias entre estas modalidades ejercen un gran peso sobre los distintos alfabetos: entre las inscripciones líbicas y tifinagh, por citar un ejemplo, solo coinciden 6 caracteres idénticos en relación a su forma y significado. Son demasiadas las diferencias para que fuera lícito asumir los valores de cualquier alfabeto y transliterar a partir de ellos los caracteres canarios. Un segundo aspecto es la lengua, que presenta dificultadas parecidas, si no mayores todavía, pues si un targi (tuareg) quisiera hablar en su lengua materna con un habitante de la Cabilia, tendría que darse cuenta de que la comunicación fluida sería imposible. Ello deja ver los inconvenientes que surgen en el momento de querer traducir los dialectos hablados en las Islas Canarias con anterioridad de la Conquista, quizás textos que se originaron al principio de nuestra era, e intentar hacerlo con el léxico de hablas beréberes actuales. Es como pretender que un hispanohablante pueda comprender a la perfección un texto latino sin haber estudiado esta lengua. ¡Que les pregunten a los alumnos que suspenden dicha asignatura, por muy bien que se expresen en castellano!
Pero estos hechos tampoco deberían llevarnos a deducir que los textos líbico-beréberes carecen de valor informativo y que no sean capaces de decirnos algo. Todo lo contrario, gracias a ellos se ha adquirido conocimiento de múltiples aspectos de los antiguos habitantes canarios, ya que constituyen testimonios de primera mano para aportar significativos datos acerca de muchas cuestiones, sobre todo las centradas en quiénes, dónde, cuándo y, quizás también, por qué fueron realizadas dichas inscripciones.
Comencemos por la autoría, para ver quiénes redactaron estos textos. Está demostrado -o, si lo matizamos, al menos no ha podido ser demostrado lo contrario- que esta grafía sirvió exclusivamente a la lengua que lleva su nombre, siendo por lo demás el beréber -una de sus modalidades- el idioma hablado aquí antes de la Conquista.
Acacus (Libia), tuareg escribiendo con caracteres tifinagh su nombre (Mohamed) en el suelo
Sur de Marruecos, pequeña tienda con letrero en neotifinagh
Sur de Argelia, inscripción tifinagh, que incluye el nombre de Abderrahman
Llama la atención constatar la gran difusión de esta escritura en el vecino Continente, paralela a los territorios que son o han conformado el hábitat de los beréberes, que en la Antigüedad y en el norte de África fueron conocidos también por los términos de libios o númidas. En una línea de Oeste a Este, son justamente las Islas Canarias las que forman uno de los extremos que concluye por el otro en Libia, posiblemente incluso en Egipto. En cuanto al Norte, debemos mencionar los países que lindan con el Mediterráneo (Marruecos, Argelia, Túnez, Libia), mientras que en el Sur su empleo llega hasta Níger y Mali. Se trata de una genuina escritura africana que, con toda probabilidad, presenta la mayor expansión de todas las grafías que han sido empleadas allí en el pasado (aunque tal vez no en los mismos momentos). Además, a diferencia de los jeroglíficos egipcios o el púnico, de mayor antigüedad desde luego, la escritura líbico-beréber es la única que no ha desaparecido con el paso del tiempo, al gozar aún de plena vigencia entre los tuareg, quienes denominan tifinagh los caracteres que emplean.
En las diferentes sociedades tuareg, su escritura ostenta una larga herencia, habiéndose transmitido en el seno de estos pueblos de una generación a otra. No obstante, también existen varios países que han adaptado esta grafía a exigencias prácticas, entre otras, incluyendo las vocales e introduciendo separaciones entre palabras, como lo es el caso del IRCAM en Marruecos, donde se ve con frecuencia carteles redactados con esta grafía. No se trata del único país; las variantes modernas, llamadas neotifinagh, están siendo empleadas en múltiples lugares, generalmente en aquéllos en los que el uso ancestral se ha perdido hace ya tiempo.
Si, por el contrario, deseamos conocer las manifestaciones más antiguas de esta grafía, la datación exacta que señala la fecha más lejana se corresponde con la dedicatoria al rey númida Masinisa, en el décimo año de su hijo Micipsa, lo que ha revelado el año 138 a.C. para dicho texto. Los inicios de esta grafía en la zona norte de África hay que situarlos obviamente en algún momento antes de esta etapa de gran apogeo como el que acabamos de referir, aunque resultaría difícil remontar para ello más allá de mediados del último milenio a.C. La escritura líbica, empleada en la Antigüedad, y entre cuyos textos existen varios bilingües (líbico y púnico o líbico y latín), refleja ciertas circunstancias históricas cuando aquellas potencias se habían introducido en estos territorios. Si bien se desconoce el momento exacto, la escritura líbica, arraigada en las zonas más septentrionales, desapareció relativamente pronto, antes de la llegada de los árabes, mientras que se siguieron realizando durante mucho más tiempo inscripciones líbico-beréberes en un ámbito rupestre, junto a grabados o pinturas, en algunos casos hasta la actualidad. Entre estas manifestaciones es frecuente observar testimonios que pertenecen a etapas cronológicas muy diferentes, algunos relativamente recientes, pero otros pueden ostentar gran antigüedad.
Inscripción líbico-bereber de El Julan (El Hierro)
Inscripción líbico-beréber de Inscripción líbico-beréber de
Ouiganne (Marruecos) Foum Chenna, Tinezouline (Marruecos)
En El Hierro se ha podido obtener una datación, mediante el C.14, de unas líneas incisas en un tablón de madera que ha proporcionado el s. IX / X d.C. como fecha para este chajasco, tratándose de la única datación exacta que se dispone hasta ahora en el Archipiélago. No deja de ser cierto también que el chajasco, hasta cierto punto, es un objeto excepcional para las inscripciones canarias. Hasta el momento es el único testimonio que relacionaría el uso de la grafía con un ámbito funerario, porque la escritura aparece en las Islas mayoritariamente entre manifestaciones rupestres.
El empleo de la escritura como resultado de determinadas acciones sociales ha jugado un importante papel en el continente africano, donde las inscripciones funerarias se corresponden con la ubicación geográfica más septentrional, con los alfabetos líbicos, mientras que este uso no se documenta en principio para las inscripciones rupestres. Éstas comienzan a surgir en una línea geográfica situada algo más al Sur (con excepción de la Cabilia), apareciendo mezcladas sobre la roca junto a otro tipo de motivos grabados o en pinturas. Ello constituye también una constante que caracteriza los grabados rupestres canarios y, de nuevo, reconocemos la pertenencia de estas representaciones a la cultura beréber, otro argumento respecto a la procedencia y época de nuestras manifestaciones rupestres, bien si se trata de grabados alfabéticos como no alfabéticos.