De los medios de comunicación que solían utilizar, hasta hace varias décadas, los pastores de la isla de Gran Canaria, sobresalían, entre otros, el uso de la gaita o flauta de caña de barranco, así como de los bucios (caracolas o conchas marinas, de gran tamaño, pertenecientes a las especies Charonia tritonis y Charonia lampas, cuyo término procede del portugués búzio), pero sobre todo destacaríamos el uso del silbo (Zamora Maldonado, J. y Jiménez Medina, A., 1999: 201).
Estos medios son muy efectivos cuando se trata de salvar distancias (de hasta 2 kilómetros, en algunos casos) en orografías muy accidentadas, como barrancos encajados, lomas y montañas. Por una parte, algunos informantes nos han comentado que la gaita o flauta se usaba entre los pastores para comunicar algún hecho, como por ejemplo traer o llevar ganado, acercarse para hablar, avisar de algún peligro, etc. Para ello, se ejecutaban diversos toques que eran reconocidos entre estos pastores. Por otra parte, y con los mismos fines, también se utilizó el bucio, empleando para ello ciertos toques. Por desgracia, los informantes a los que pudimos entrevistar no se acordaban, o no conocían, los toques específicos empleados tanto por en las gaitas como en los bucios.
En cuanto al lenguaje silbado las fuentes etnohistóricas aluden casi única y exclusivamente a la isla de La Gomera, tal y como se describen en los textos de 1404-1408 realizado por los frailes Pierre Bontier y Jehan Le Verrier en las Crónicas francesas de la conquista de Canarias, conocidas como Le Canarien (1980: 165-166). Para el caso de Gran Canaria, en las Crónicas de la Conquista de Gran Canaria, Alonso de Palencia describió en 1490 (aludiendo a los indígenas de Gran Canaria): los canarios acudieron desde diversos lugares, cuando, desde las atalayas en rocas inaccesibles, los viejos les indicaron con un silbido, que utilizan como las señales de un cuerno o de una trompeta, que ya podían y debían atacar al enemigo (Alonso de Palencia en Morales Padrón, F., 1993: 487).
Una parte de los descendientes de la población indígena de Gran Canaria se asentó, en gran medida, durante el siglo XVI, en la zona de la cumbre (Guía, Gáldar, Artenara, Tejeda, Mogán y San Bartolomé de Tirajana), dedicándose, de manera especial, a la ganadería menor, es decir, al cuidado de las cabras y ovejas (Betancor Quintana, G., 2004 b), viviendo apartada, pero controlada por la sociedad colonial que impulsaba en Canarias la Corona de Castilla en las primeras décadas del siglo. En estas zonas la debilidad demográfica de la nueva sociedad europea permitió que los grupos de naturales y sus descendientes (canarios, gomeros y guanches), que sobrevivieron a la conquista, siguiesen practicando sus hábitos culturales prehispánicos en las nuevas condiciones político-sociales que regían la vida de la isla, experimentando un proceso de aculturación más pausado que el que vivieron los naturales asentados en las proximidades del Real de Las Palmas y de las vegas agrícolas de Telde y Gáldar. La presencia de diversos linajes gomeros en Gran canaria, en esos momentos genésicos de la sociedad moderna en la isla, es un hecho probado documentalmente y que además dejó también su huella en la toponimia insular. Asentados por diversas zonas de Gran Canaria: en el Real de Las Palmas (Catalina Chapiro, Pedro Arurapa...), Arucas, los altos de Valsequillo..., su presencia fue más significativa en la comarca de Tirajana, donde diversos linajes gomeros cohabitaron con grupos de guanches y canarios asentados en las zonas limítrofes al ingenio y heredamiento de Tirajana; en el corazón de la Caldera hacían vida grupos de canarios, gomeros y guanches, en el triángulo comprendido entre las Vueltas de Adeje, Tunte y los Caserones canarios de Fataga, donde se había instalado el linaje de los de Mulagua, encabezado por los gomeros Fernando Mulagua y Francisco Abhalí, que llegaron a Gran Canaria desde Tenerife huyendo de la política represiva de su Cabildo hacia los gomeros.
El Lomo de los Guaniles y el Lomo de los Letreros, en los alrededores del Ingenio de Santa Lucía, fueron también zonas de reasentamiento de canarios, gomeros y guanches. En las zonas costeras también podemos hallar la presencia de gomeros y guanches en el Sur de Gran Canaria. El barranco de Arguineguín y las cercanías de Juan Grande fueron los núcleos de estas poblaciones; allí compartieron territorio con los guanches de Anaga desterrados de su isla y fueron los responsables de una toponimia que evidenció su presencia en el Risco del Gomerito junto al Barranco de la Verga, el Puntón de la Guancha o los mismos Llanos de la Guancha lindantes ya con los del canario Juan Grande. Dedicados a la ganadería de cabras y ovejas al palo y de suelta, la relación con los grupos de canarios -el linaje de Juan Grande en la costa y de Blas de Liria y Juan Adobar en la cabecera del barranco de Tirajana- se cimentó sobre la base de las apañadas de ganado realizadas en Amurga.
D. Higinio Bordón Cazorla, Lereta, Ingenio (2000). Foto: A. Jiménez Medina
Es probable que entre los supervivientes de estos pobladores indígenas subsistiera el lenguaje silbado, costumbre que luego fue transmitida a las siguientes generaciones. Otra hipótesis del origen de este lenguaje silbado pudiera ser la presencia de un buen número de indígenas procedentes de La Gomera que fueron deportados a Gran Canaria y se asentaron en estos lugares (Betancor Quintana, G., 2003), por lo que podría haber una relación entre el silbo gomero y el practicado en Gran Canaria.
Por otra parte, a finales del siglo XIX, el antropólogo y médico francés René Verneau, además de citar el silbo gomero (Verneau, R., [1891] 1981: 238-240), alude en su obra Cinco años de estancia en las Islas Canarias al silbo herreño como señal de llamada: (...) Cuando llegó la noche nos quedamos sorprendidos de oír por todas partes los silbidos y los sonidos de una trompa (ésta consiste en una simple concha agujereada). Era la señal de la llamada (...). Una delegación vino a buscarnos para conducirnos a la sala de baile (...) (Verneau, R., [1891] 1981: 275-276).
Si bien R. Verneau consideraba que, a excepción de La Gomera, en el resto de las Islas los silbos que ejecutaban los naturales eran simples señas convencionales (Verneau, R. [1891] 1981: 238-239).
En el caso del silbo grancanario, parece ser que éste desapareció completamente a mediados del siglo XX y sólo es conocido por personas muy mayores (generalmente vecinos y vecinas de pagos de la cumbre y medianías de la isla de Gran Canaria, así como antiguos pastores) que conservan el recuerdo de haber visto y escuchado esta peculiar forma de trasmisión, sin que conozcamos, en el estado actual de las investigaciones, alguna persona que sepa silbar (o silbiar, como dicen las personas mayores entrevistadas).
Todos los informantes coinciden en afirmar que el silbo practicado en Gran Canaria era muy similar al efectuado actualmente en La Gomera, es decir, que era un lenguaje y que se empleaban los dedos para formar sonidos. Así, D. Rafael Molina Martín, natural y vecino de El Toscón (Tejeda), que contaba con 77 años de edad en abril de 1998, nos decía: por el silbo también nos hablábamos, como el gomero, aquí ya no se lleva eso y se perdió eso (Zamora Maldonado, J. y Jiménez Medina, A., 1999: 201 y 2000: 15). Este dato podría relacionarse con lo expresado anteriormente, en relación a los indígenas gomeros que fueron deportados a Gran Canaria (Betancor Quintana, G., 2003).
La presencia del silbo en esta parte de El Carrizal también fue corroborado por D. Ambrosio Quintana Medina, natural igualmente de El Toscón (Tejeda), que contaba con 67 años de edad en la misma fecha (abril de 1998). Este informante nos dijo (en abril de 2012, con 79 años de edad) que el silbo solía emplearse por los pastores y por algunos carboneros, sobre todo para avisarse de la presencia de la Guardia Civil. D. Ambrosio nos comentó que la gente aprendía a silbar desde que era pequeña, pero era una costumbre que la ejercían principalmente los pastores. Recuerda que cuando era niño muy poca gente silbaba, eso fue allá por los años 40 y 50 del pasado siglo XX, recuerda especialmente a sus abuelos. Ya en los años 50, recordaba sobremanera la forma que algunas personas usaban para avisar de la presencia de la Guardia Civil (cuando estaban prohibidas las cabras en los almendreros, o hacer carbón en el monte público), literalmente nos decía: el silbo era para una emergencia, para avisarse, para avisar a los carboneros que venía la gente la Guardia Civil. Sin embargo, D. Ambrosio, a diferencia de lo que nos dijo D. Rafael Molina, nos llegó a afirmar que: en esa parte, en aquellos tiempos, de El Carrizal, el silbo sólo para emergencias, no era como en La Gomera, no era un lenguaje, sino para cosas importantes, habían varios que lo practicaban, ya nadie se acuerda como se hacía. Mi padre no silbaba, pero habían varios pastores, como mi tío, Manuel Medina, ese practicaba el silbido. Más bien eran los pastores los que silbiaban, para llamar al ganado, para decirse cosas de emergencia con otros pastores.
D. José Guedes Rodríguez, Casa Pastores, Santa Lucía de Tirajana (1999)
Foto: J. Zamora Maldonado
Diversos informantes también nos hablaron del uso del silbo en otros lugares de Gran Canaria, sobre todo en Santa Lucía de Tirajana y en los altos de Ingenio y de Agüimes. Así D. José Guedes Rodríguez, natural de Casa Pastores (Santa Lucía de Tirajana), que contaba con 71 años de edad en marzo de 1998, nos comentaba que los pastores se silbaban para comunicarse entre ellos, si bien era una costumbre que se perdió. Por otra parte, D. Higinio Bordón Cazorla, que contaba con 70 años de edad en mayo de 2000, natural de Lereta (Ingenio), nos comentó que cuando era niño recordaba a los pastores que transitaban por la zona de Lereta (tanto en la parte de Ingenio como en la de Agüimes) verlos silbar para comunicarse entre ellos. En especial cuando se practicaba la recogida del ganado guanil (o salvaje), también denominada apañada en Fuerteventura, en la zona denominada El Agarradero, en Lereta, Guayadeque, Agüimes (Jiménez Medina, A., 2000 y Jiménez Medina, A. y Zamora Maldonado, J., 2004: 37).
Por otra parte, varias personas mayores de la zona de El Carrizal de Tejeda comentaron que el silbo, como lenguaje, se practicaba en esta zona hasta los años 50 y 60 del pasado siglo XX. En ese sentido, los pastores se comunicaban entre las orillas del Barranco de Siberio, entre el Lomo de Juan Mateo y la Mesa de El Junquillo. Parece ser que había un pastor, llamado Laureano, que sabía silbar muy bien. También, además de los pastores, lo hablaban otras personas que no eran pastores, pero sobre todo era un lenguaje practicado por éstos. Según otros informantes que pudo entrevistar E. García Rodríguez, el lenguaje silbado estaba formado por frases cortas (ven para aquí, nos vemos en tal sitio, etc.); para otros era un verdadero sistema comunicativo, en el que se expresaban como si se hablaran. En los años 30 (del siglo XX) era común oír silbos en el Barranco de Moya, entre esta villa y El Palmital de Guía, pues había familias divididas entre un lugar y otro (información facilitada por Dª. María Esperanza Rodríguez Lantigua, de 84 años de edad, abril de 2012 y natural de Moya).
El propio padre de uno de los autores, Evaristo García Rodríguez, que era de Moya (D. Salvador García Almeida, ya fallecido, tendría ahora unos 90 años de edad, natural de Moya), le llegó a decir que vio gente silbar, tanto en Moya como en La Aldea de San Nicolás, concretamente decía, cuando veía en la televisión algún programa alusivo al silgo gomero, que antiguamente la gente silbaba aquí en la isla y se hablaba así, se decían cosas silbando. Su padre además estuvo trabajando en la carretera de La Aldea, donde llegó a ver gente practicar el silbo.
En relación a la supervivencia de antiguas costumbres, como tal vez fuera el caso del silbo, algunas personas nos han comentado que sus familiares de avanzada edad hablaban una lengua rara, que no era español. Desconocemos a qué idioma se refieren estos informantes. Aunque es bastante difícil, pero no imposible, ¿podría tratarse del antiguo idioma de los antiguos canarios? ¿Se pudo dar el caso de que a finales del siglo XIX y comienzos del XX algunos habitantes de la zona cumbrera de Tejeda y Artenara conocieran o hablaran el antiguo idioma de los canarios?
Conclusiones
Creemos que este lenguaje silbado podría haber procedido de la costumbre indígena que practicaban los antiguos canarios (o los gomeros deportados), tal y como se cita en las Crónicas de la Conquista de Canarias, si bien hay que hacer constar que el silbo se practica y practicaba en otras partes, como en el Pirineo francés y Andorra, así como en algunos lugares del África Subsahariana (http://es.wikipedia.org/wiki/Lenguaje_silbado), por lo que no se descarta otras posibles influencias. No es improbable, además, pensar o creer que ese antiguo idioma silbado, que reproduciría sonidos parecidos a la antigua lengua (de procedencia bereber) de los isleños, se transformase o adaptase, con el devenir de los años y de los siglos, a otro lenguaje silbado con sonidos parecidos a palabras castellanas.
Por tanto, el antiguo silbo indígena debió adaptarse al idioma castellano (a partir del siglo XVI), por parte de aquellos descendientes que se asentaron y de alguna manera “sobrevivieron” en lugares marginales y marginados, muy apartados de los principales núcleos de población, y solía ser una sistema comunicativo común empleado, generalmente, entre los pastores que practicaban la trashumancia, si bien es posible que en siglos pasados fuera conocido por parte de la población. No se descarta, como afirman algunos informantes, una posible relación, o influencia, entre el silbo gomero y el grancanario, que pudiera haber sido introducido por los indígenas deportados desde La Gomera en el siglo XVI. Este lenguaje, bien como medio comunicativo o como forma de señales de avisos, fue desapareciendo progresivamente, hasta su extinción en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo XX.
En el estado actual de las investigaciones los datos orales plantean dos opciones: una que realmente expresa que el silbo practicado en Gran Canaria fuera un lenguaje comunicativo, y otra, como bien como ya planteaba René Verneau, que sólo era un simple sistema de señales (ven para aquí, trae el ganado, que viene la guardia civil, etc.). También es probable otra explicación y es que ese lenguaje con el tiempo fuera evolucionando (de alguna manera involucionando) hacia una forma muy sencilla de comunicación con la transmisión de sonidos, que aludían a algunas frases o palabras muy específicas y determinadas, tal y como también sostienen algunos informantes.
Parece lógico pensar que en islas donde existen accidentes orográficos importantes (barrancos encajados, etc.) el silbo se presenta como un medio de comunicación idóneo. Por lo tanto, es más que probable que estuviese presente en casi todas las Islas, además de La Gomera, El Hierro y Gran Canaria (Díaz Reyes, D., 2011).
Fuera como fuese, todos los informantes coinciden en plantear que este modo de silbar, para comunicarse, era un método empleado generalmente por los pastores (aunque también lo conocían varios carboneros y algunas mujeres), que era conocido por muy poca gente, que se transmitía de padres o abuelos a hijos y que esta costumbre desapareció entre los años 50 y 60 del siglo XX (época en la que también comienzan a desaparecer muchos aspectos, actividades, costumbres, etc., del mundo rural, artesanal y tradicional de la isla de Gran Canaria). Los datos, asimismo, parecen confirmar que el silbo fue empleado en toda la isla, tanto en la vertiente Oeste (La Aldea de San Nicolás) y en la Cumbre (Tejeda y Artenara), como en el Este (altos de Ingenio y Agüimes), en el Sur (Santa Lucía de Tirajana) y en el Norte (Moya y Santa María de Guía).
No podríamos finalizar sin agradecer la generosidad de los informantes (algunos ya fallecidos), por compartir sus historias que son, como no podría ser de otra manera, nuestra Historia.
Entrevistando a D. Higinio Bordón Cazorla, Lereta, Ingenio (2000). Foto: J. Zamora Maldonado
Informantes
D. Rafael Molina Martín, El Toscón (Tejeda), 77 años de edad, abril de 1998.
D. Ambrosio Quintana Medina, El Toscón (Tejeda), 79 años de edad abril de 2012.
D. José Guedes Rodríguez, Casa Pastores (Santa Lucía de Tirajana), 71 años de edad, marzo de 1998.
D. Higinio Bordón Cazorla, Lereta (Ingenio), 70 años de edad, mayo de 2000.
D. Salvador García Almeida, Moya, 88 años de edad, diciembre de 2010.
Dª. María Esperanza Rodríguez Lantigua, Fontanales (Moya), 84 años, abril de 2012.
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Los autores: Antonio Manuel Jiménez Medina es Lcdo. en Geografía e Historia, Juan Manuel Zamora Maldonado es Investigador, Evaristo Salvador García Rodríguez es Lcdo. en Historia y Gabriel Betancor Quintana es Dr. en Historia.
Foto de portada: ganado pastando, Barranco de Cardones, Arucas (1999). Autora: Alicia de J. Hernández Padrón