Revista n.º 1065 / ISSN 1885-6039

Respuesta a la carta abierta de D. Alejandro Rodríguez Buenafuente sobre Historia del juego del palo canario.

Jueves, 2 de febrero de 2012
José Víctor Morales Magyín
Publicado en el n.º 403

Sr. Alejandro, dudé en responder a su carta por la singularidad de lo que usted escribió y más concretamente por los ataques que en el terreno personal me dirige. Pero muchas personas me han animado para que el debate se enriquezca y por fin se aclaren algunas posturas.

Portada del libro sobre el Juego del Palo Canario de Víctor Morales.

 

Su carta se mueve torpemente en dos grandes intenciones: la crítica a mi libro y los intentos de ofensa a mi persona. Responderé primero en el terreno de las críticas al trabajo y dejo para el final el tratamiento que usted me ha dado en lo personal.

 

Mire, señor, una vez que fui descifrando el contenido de su carta mi asombro no paraba de crecer. Hace ya ocho años de la publicación de su libro y es curioso que no aporte nada nuevo sobre sus teorías y la falta de soporte documental que le indiqué, no ha comunicado ni un solo dato, ni una explicación, ni una fuente, nada que pueda suponer un avance en su trabajo, sólo teoriza nuevamente sobre la aculturación en el lenguaje que, por otra parte, es un fenómeno extensivo a toda la cultura canaria prehispánica. El uso que usted hace de algunos aspectos de nuestra historia y personajes, me resultó sumamente sorprendente, achacable, probablemente, a un evidente desconocimiento sobre el tema; sólo así se explica, por ejemplo, la facilidad con que usted se deshace de un antropólogo como Juan Bethencourt Alfonso, y de ¡su obra! ¿Es usted consciente de la importancia de este antropólogo y médico en Canarias? ¿Conoce verdaderamente la labor científica desarrollada al amparo de los sistemas de información etnográficos usados en ese momento en toda Europa?

 

La crítica que usted me hace se resume en: lo confuso del texto, los vicios historiográficos, el problema de la aculturación y otros pequeños detalles como el caso Pedro Pestana/Pestano, el tamaño del palo de José Morales o el uso del banot entre los antiguos canarios. Por otra parte, usted insiste en la misma argumentación: como no existe un conjunto de palabras prehispánicas relativas a la antigua esgrima guanche, esta no es prehispánica. Le reto a que encuentre una sola palabra prehispánica en el ámbito de la lucha canaria, como usted dice. Por otra parte, puedo enteder que le siente mal mi gratuita acumulación de documentación irrelevante, acostumbrado como está usted a trabajar sin datos, ni fuentes, ni modelo interpretativo.

 

Dice usted refiriéndose al objetivo de mi obra que es crear conscientemente confusión argumentativa. Dejando de lado la mala intención que usted me otorga, no cuadra esta afirmación suya con lo bien que ha entendido usted mi trabajo, a juzgar por la correctísima síntesis que hace de él, en tres puntos; se los recuerdo: a) El juego del palo es una práctica de origen única y exclusivamente aborigen. b) Se ha transmitido hasta la actualidad dentro de ámbitos culturales vinculados únicamente con la población de ascendencia aborigen superviviente y motivado esencialmente por una situación de marcada conflictividad y violencia social. c) A finales del siglo XX se consolidó en San Andrés un planteamiento técnico del juego o esgrima, un estilo, que es el que le ha transmitido a usted su propio maestro, D. Pedro Morales Martín. Pues sí, con importantes matices, y olvidos, no sé si intencionados por su parte, esto es lo fundamental de la obra, no hay confusión, usted la ha entendido perfectamente, está claro lo que intento demostrar.

 

Creo que en esta obra se hacen algunas aportaciones cuando menos interesantes, y veo que a usted le han pasado desapercibidas. Esta explicación, siguiendo la argumentación de Veblen, me parece convincente y echa por tierra muchas ideas que relacionaban el palo con meros instrumentos de trabajo (palo arriero, palo camellero, palo de camino, etc.) y que se aplicaron al juego del palo inconscientemente, sin sentido, sin estudio, sin análisis, en definitiva, sin respeto a la ciencia. No se tuvo en cuenta su función de símbolo identificativo de una colectividad, de los “supervivientes”. No olvide tampoco que toda mi argumentación se apoya en documentación histórica, evitando el terreno de las suposiciones. Además, no sé a qué viene nombrarme a mí como receptor de ningún estilo, esta obra la he acometido como humilde historiador, no como jugador de palo.

 

Otro de sus argumentos es que acuso a los demás de mis propios vicios historiográficos, y creo entender que usted se refiere a que he sostenido desde hace mucho tiempo las mismas ideas sobre el origen y evolución del juego del palo en la Historia de Canarias. Le diré que aún no he encontrado los datos que me indiquen algo diferente; por el contrario, en esta obra se ratifican las ideas que había vislumbrado ya hace tiempo y ahora intento demostrar. Por otro lado, no hablé yo de que usted tuviese vicios historiográficos sino, a mi parecer, graves deficiencias en su quehacer como historiador y que se concretan en la manía de no justificar ni probar mínimamente las hipótesis que elabora, como usted mismo tiene a bien reconocer en su carta:  … en el germen del actual juego del palo está un proceso de transculturación entre elementos preeuropeos posteriores a la Conquista y otros europeos posteriores a aquella: y es cierto que nos faltan datos y que puede ser un atrevimiento y una licencia algo excesiva. O como reconoce con el tema del señor Pedro Pestana o Pestano Guevara del que dice en cuanto al origen de su juego sólo lo podemos suponer… Incluso por suponer, podemos suponer que a falta de un dato claro y objetivo, que no sé si obra en su poder, este señor puede que no sea la misma persona que menciona el maestro Morales: ojalá encuentre usted este dato algún día. Señor Alejandro, yo prefiero hacer de la historia un trabajo científico con datos y hechos reales, no con suposiciones, y si los datos son abundantes, mejor.

 

Ilustración sobre la morfología del arma aborigen llamada banot.

Morfología del banot

 

Ahora entraré en el meollo del problema de la aculturación y transculturación que usted tanto emplea y que, desde mi humilde y particular punto de vista, lo hace confundiendo claramente los conceptos. Partiré de afirmaciones suyas para explicarle lo que sucede, por ejemplo esta: su obra no modifica en absoluto el hecho de que no existe ningún documento relevante que pueda vincular la expresión juego del palo o incluso jugar el palo con los aborígenes prehispánicos de las islas. Vamos a ver, don Alejandro, esto es tan obvio que me parece ridículo, no hay ningún documento para esto ni para otras manifestaciones de la cultura prehispánica, ¿hay en la lucha canaria nomenclatura aborigen?, ¿hay en el salto del pastor nomenclatura aborigen?, ¿el silbo gomero, en qué idioma se ejecuta? Aires musicales de tradición prehispánica como el tajaraste, ¿cuál es el idioma de sus letras? ¿Estas actividades autóctonas no son prehispánicas porque no quede rastro de su nomenclatura original? Los supervivientes, ¿no fueron bautizados en su gran mayoría perdiendo así otra señal de identidad como era su nombre y apellidos? ¿O no está claro que ha habido un proceso brutal de aculturación para toda la cultura de los antiguos canarios?

 

Pasemos a ver lo que usted comenta sobre este proceso. Es obvio que ese posible trasfondo aborigen se tendría que haber adaptado y aculturado notablemente para manifestarse absolutamente en unos idiomas extranjeros, entre la Conquista (y quizás durante la misma) y principios del s XVIII que es cuando aparece por primera vez escrita la expresión jugar el palo. ¿No es eso evidencia absoluta de un proceso de transculturación? Si es cierto que hay un trasfondo aborigen en algo que ahora se habla, o sea, se practica, en castellano, tiene que haber existido intercambio cultural. Mire, señor, en ningún lugar de mi obra se niega la existencia de un proceso de aculturación, todo lo contrario. Es evidente que los castellanos a su llegada promovieron una aculturación de corte imperialista, destruyendo militarmente todas las instituciones aborígenes: religiosas, políticas, judiciales, así como la organización de sus linajes, sus ritos, sus ceremonias, sus vestidos, armas, creencias, su modo de producción, la apropiación de sus medios de subsistencia, sus personas (esclavitud) y algo sumamente importante, su lengua. La antigua cultura canaria fue rota en fragmentos.

 

Estos fragmentos (juego del palo, lucha canaria, salto del pastor, alimentos, festividades, aires musicales, silbo gomero, etc.) perduraron porque un número importante de antiguos canarios permanecieron y se refugiaron en lo que muchos antropólogos denominan cultura de resistencia. Sobrevivieron aferrados a ciertas tradiciones que tenían interiorizadas y que no pudieron ser exterminadas totalmente por la aculturación del proceso colonialista. Sólo con echar una mirada a los acuerdos del Cabildo de Tenerife y su multitud de prohibiciones para con los guanches supervivientes se puede usted hacer una clara idea de lo implacable del proceso de aculturación. Ninguna cultura superior que destruye la de un pueblo conquistado suele asumir los componentes de la cultura minoritaria o colonizada. El juego del palo fue aculturado precisamente por la eliminación de la lengua prehispánica, eso pasó con toda la cultura “superviviente”. La lengua castellana se impuso manu militari. Pero, ¡no ha reparado usted que no hay ninguna fuente guanche de información!, que todos los escritos y documentos los han redactado los vencedores de esta colonización del Archipiélago, desde el siglo XIV al siglo XVIII. Cómo va a existir nomenclatura aborigen si todas las fuentes que existen son europeas. Ya por eso hemos de poner en tela de juicio la poca herencia que ha llegado a nuestros días. ¿Alguien se molestó en aprender alguna lengua de los antiguos canarios? No, sencillamente se impuso el castellano por la fuerza y en un tiempo relativamente corto lograron hacer desaparecer las antiguas lenguas canarias.

 

Por eso, todos esos ejemplos que usted me cita sobre la expresión juego de palo desde el castellano para designar esas prácticas de esgrima con bastones (desde Tartaria a Escocia) son eso, otra nueva forma de aculturación imperialista. Lo correcto y respetuoso sería nombrar esas prácticas en su idioma correspondiente, para no caer nuevamente en la imprecisión de las generalidades y en la destrucción de esas culturas. En cuanto a su dato concreto sobre la interacción de los soldados europeos con la esgrima aborigen, creo que usted patina una vez más. Utiliza una cita de Leonardo Torriani que, para empezar, no era soldado sino ingeniero o arquitecto. Torriani habla en pasado para los canarios y en presente para sus contemporáneos: después bajaban en tierra y se enfrentaban con los magodos, esgrimiendo y buscando su ventaja, como se acostumbra entre nosotros. Lo que se desprende de esta cita es una comparación no una interacción, recuerde que este texto fue escrito unos noventa años después del fin de la Conquista. Torriani explica a sus lectores contemporáneos de 1590 que la esgrima aborigen tenía similitudes con la europea, por ejemplo, en la búsqueda de la ventaja. En cuanto a la cita que usted propone sobre las milicias, creo que no se trata de las milicias castellanas, si entendemos por los naturales del país a los canarios y no a los llegados de Europa. Si se presta atención al texto dice: … y en todas veréis y entenderéis la forma de milicia que los naturales tienen entre sí. ¿Quiénes son estos naturales, los canarios supervivientes o los campesinos llegados de Extremadura o de Portugal? ¿Qué es el sistema de milicias que usaban entre sí: las antiguas formaciones guanches para el combate o lo introducido por los europeos? Eso es lo que me gustaría que usted me explicara, pero no con hipótesis, o suposiciones, sino con datos históricos, y también, por supuesto, qué relación tiene todo esto con el juego del palo.

 

Mire, de la figura del Sr. Pestano o Pestana Guevara ya mencioné algo antes; no fue citado por mí por dos razones: ninguna por olvido o desconocimiento. Conocía la referencia a este personaje por un artículo suyo y de A. M. Pérez Rodríguez titulado "Breve semblanza de las escuelas de juego de palo en Tenerife antes de los años 80", aparecida en la obra colectiva Juegos Tradicionales: Universal Cultural del siglo XXI, editada por el Cabildo Insular de Fuerteventura en 2004. Primera razón: como ya mencioné anteriormente, yo trabajo con datos contrastados y no con suposiciones, por lo que desde mi punto de vista, y como usted reconoce, no se ha probado que este señor Pestano/ Pestana Guevara sea el jugador de palo maestro de José Morales. Segunda razón: es una información ya publicada, le dejo a usted ese mérito.

 

Para el tema del banot, le diré que, cuando menos, conozco las fuentes etnohistóricas lo suficiente para emplear muchas citas en las que aparece un arma arrojadiza cuya descripción concuerda con el banot. Pero no le voy a aburrir, además ya está analizado en mi libro. ¿Realmente para usted ya no es el magado el arma origen del juego del palo? ¿Ahora es el banot? No deja usted de asombrarme, no le voy a recordar que Viana (1604) decía: Usaban dardos como gruesas lanzas / que llamaban banoes en su lengua…; tampoco le recordaré lo que decía Castillo Ruiz de Vergara (1737): o dardos de tea tostadas las puntas o de otros ramos fuertes que llamaban banot. Tampoco quisiera recordarle un impresionante trabajo del eminente arqueólogo del mundo prehispánico Luis Diego Cuscoy titulado “El banot como arma de guerra entre los aborígenes canarios”. En él se hace un análisis pormenorizado de esta y todas las demás armas de madera de los antiguos canarios, y entre otras conclusiones Cuscoy afirma: El banot es el arma arrojadiza de la que repetidamente se ha hablado aquí. Dadas las características formales del banot, es el instrumento menos indicado para jugar al palo.

 

El maestro Don Pedro Morales Martín con el palo que uso su tío Francisco en la Plaza de Toros en 1935.

El maestro don Pedro Morales Martín con el palo que usó su tío Francisco en la Plaza de Toros en 1935

 

Mire, concluyendo con los aspectos históricos, su empecinamiento con la medida del palo de mi abuelo me parece enfermizo. ¿Quiere usted convencerme de que la historia ha sido mentira?, ¿de que mis antepasados han mentido?, ¿de que mis familiares han mentido?, ¿de que los testigos entrevistados por mí han mentido?, ¿de que los testigos que escuché en su momento y de los cuales tengo grabaciones mentían? ¿De que los palos que desde niño he visto en mi casa, palos de Francisco Morales o Pedro Domínguez, no eran los que les enseñó a usar José Morales? Y eso pretende usted viendo una foto borrosa y recortada, de hace 75 años, con el maestro ladeado y el palo en perspectiva oblicua. El uso que hace de esa fotografía comparándola con una reciente es pueril. ¿Conoce usted la estatura y envergadura que tenía José Morales? ¿Conoce la medida exacta del palo que tenía en sus manos? ¿No observa usted que la fotografía está cortada en su margen superior izquierdo y borrosa en su margen inferior derecho? ¿Tienen los dos personajes la misma complexión? ¿Las fotografías están hechas a la misma distancia del objetivo y en el mismo ángulo? Impresionante.

 

Un detalle: una de las fotografías que ilustran su carta, tiene un grave error, el de la foto no es Francisco Morales, sino Nicolás Morales, tío del anterior. Lo tiene usted escrito y consignado al pie de la propia fotografía, además de puño y letra de su alumno Tomás Déniz.

 

Por otra parte, la idea que usted tiene de que yo me adscribo al estilo más puro es propia de su imaginación. Le repito que este libro está escrito por un humilde historiador, y no por un jugador de palo; y le aseguro que el resultado no sería el mismo. Mantener que yo escribo eso debe ser fruto de su subconsciente, en ninguna parte de mi obra se hace esa argumentación, digo lo siguiente: Una vez que los alumnos de los Morales en San Andrés comienzan su andadura en solitario (Déniz, Acosta, etc.) comienza también la separación formal y estilística de lo que aprendieron, lo que explica que esos estilos que se llaman Déniz y Acosta tengan hoy tan poco que ver con lo que enseñaba la familia Morales en la escuela de San Andrés. Como cualquiera puede apreciar, intento explicar la separación formal de “los estilos”: al separarse de su maestro, los discípulos imprimen su sello, bueno, regular, o malo, a lo que aprendieron, creando así variaciones, incluida la de los propios Morales. Nadie habla de pureza, sólo usted.

 

Usted ha entrado en el lamentable terreno de la descalificación personal y los intentos de ofenderme. No creo yo que por realizar un trabajo histórico y verter unas opiniones se me deba llamar arrogante, soberbio y mal intencionado. Mis opiniones son mías y tengo el mismo derecho que usted a publicarlas, no pretendo convencer a nadie, jamás le ofendería a usted por pensar lo que piensa o porque no me gusten sus teorías. Una cosa es análisis y crítica de opiniones y otra muy distinta estos intolerables ataques a la persona. No usaré jamás la ofensa personal, pues significa falta de argumentos. Si usted se declara enemigo mío, tiene derecho a sentirse como quiera, yo no me siento enemigo de nadie. Yo entiendo que más bien usted se declara enemigo de la libertad de expresión, un derecho sagrado para cualquier pueblo civilizado. Le diré, por otra parte, que por muchos enemigos que me surjan, no me desviarán de mi rumbo en la búsqueda de la verdad histórica, acompañado siempre de la dignidad y el respeto.

 

 

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