Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

El Mirador de La Peña: el legado de César Manrique en El Hierro.

Viernes, 28 de Septiembre de 2012
Redacción BienMeSabe
Publicado en el número 437

Cuando se cumple el XX Aniversario del fallecimiento de César Manrique, El Hierro recuerda la impronta artística que legó el artista lanzaroteño en la más occidental del Archipiélago. El 17 de junio de 1989, el propio Manrique inauguraba el Mirador de La Peña, declarado más tarde Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento por Decreto 82/2001 de 19 de marzo por el Gobierno de Canarias.

 

El propio presidente del Cabildo de El Hierro, Alpidio Armas, puso de manifiesto el orgullo del pueblo herreño al contar con una de sus obras arquitectónicas más importantes. “César sentó un antes y un después en la recuperación de los valores de la arquitectura tradicional herreña, usó materiales naturales propios de nuestro emblemático paisaje urbano y rural y animó a que muchos herreños recuperaran sus propias viviendas, muchas convertidas a día de hoy en alojamientos destinados al turismo rural y que representan un legado para nuestro patrimonio cultural”.

 

Armas recuerda que César Manrique firmó el Manifiesto Ecológico desde el Meridiano Cero el 27 de abril de 1986 con el que apoyaba fomentar la conservación de la pureza del entorno, insistiendo en la calidad del paisaje rural; recuperar la memoria arquitectónica; fomentar el sector primario; establecer un seguimiento de El Hierro como modelo de desarrollo armónico y potenciar un turismo amante de los valores basados en los recursos naturales, entre otros puntos que aún hoy tienen plena vigencia para los herreños, según su presidente.

 

Como corresponde a la concepción de toda la obra de este artista, su primer objetivo en el Mirador de La Peña fue su integración en la topografía y características del paisaje, aspecto que queda conseguido al integrar las dos plantas en el desnivel que caracteriza la corona del Risco de Tibataje. El  artista procura modelar y ordenar el entorno paisajístico en que se inserta su obra arquitectónica, respetando la flora y suelo del medio natural en que pretende ubicarla y procurando un efecto mimético con el paisaje.

 

El segundo aspecto a destacar es el respeto de Manrique a la idiosincracia de cada una de las Islas, así tanto el aspecto morfológico de la estructura superior, exenta del relieve totalmente, como los materiales en que se realiza (piedra y madera), responden a los modelos de arquitectura tradicional herreña, a la que añade elementos contemporáneos en sus huecos y sala principal, análogos a los diseñados para el Mirador de El Río, en su Lanzarote natal. El Mirador de La Peña, de 571 metros cuadrados,  es un claro exponente de esta norma habitual en la obra del artista: en su concepción busca la inspiración en la arquitectura tradicional de la isla y en la edificación emplea elementos constructivos de procedencia local, algo que recuerda muy bien Manuel Espejo, funcionario del Cabildo de El Hierro todavía en activo y encargado entonces de la dirección de las obras. “Lejos de las ideas de otros artistas suyos contemporáneos, él no quería que su obra destacara sobre el paisaje. El mirador para él era secundario, debía estar integrado en el terreno y que no destacara por encima de la naturaleza y las vistas que él quería poner en valor. Tuvimos que bajar un poco el terreno para que sobresaliera lo menos posible”, recuerda Espejo.

 

Así César transformó el terreno sólo lo imprescindible, de manera que la edificación se adapta al desnivel de lo alto del Risco de Tibataje, adosándose a la pared rocosa. Todo ello, unido al uso de especies de la flora autóctona en los jardines que la circundan, consigue un efecto mimético tal que desde el Valle de El Golfo, situado a sus pies, detectar el Mirador supone un ejercicio de agudeza visual. “El buscar raíces de Sabina para colocarlas de forma invertida, cultivar la cubierta con vegetación autóctona y todo el trabajo en piedra en los jardines exteriores forman parte de esta dirección estética que nos marcaba”, recuerda Espejo.

 

El Mirador de La Peña es una síntesis donde se combinan de manera armónica el carácter herreño y la genialidad del artista, en la que converge la constante presencia de la propia naturaleza circundante que el artista refuerza con el diseño del ajardinamiento exterior e interior. El resto de la decoración es una expresión continua de este diálogo entre el genio manriqueño y la historia herreña, en la que sus característicos peces, sus magos y dragones-lagartos de genial colorido conviven con la cestería y alfarería insular.

 

Con el Mirador de La Peña, César rinde tributo al Atlántico, a la naturaleza de la isla.

 

 

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