Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Relatos surrealistas en la Sala de Profesores, de Juan Ferrera Gil.

Martes, 11 de Septiembre de 2012
José Miguel Perera
Publicado en el número 435

Juan Ferrera Gil, profesor de Lengua C. y Literatura en el IES de Moya (Gran Canaria), acaba de publicar un libro de relatos en nuestra web amiga Infonorte Digital. Este texto habla sobre dicho libro y ofrece, al final, un enlace desde el que poder llegar a la lectura del mismo.

 

Sin duda, pero tan sólo a simple vista, las historias que Juan Ferrera nos presenta en esta nueva publicación son un arrebatado cachondeo. Cachondeo burlón puesto a mil revoluciones donde nada ni nadie queda inmune a su pluma desmitologizadora. La realidad, frente al mar de altas mareas en donde se sitúan sus cuentos, queda desnuda y con frío, zarandeada por el extremo de lo casi absurdo; y así brota lo que su autor viene a nombrar en el título: relatos surrealistas; aunque poco tienen que mirar con la estética vanguardista fundada por Breton. Este “surrealismo” no es otra cosa que una tendencia supina, la suya, a la socarronería, canaria a más no poder.

 

A propósito de esto, quisiera recordar que esta actitud por parte de los canarios a lo largo de la historia ha sido interpretada como una forma de defensa cuando, sin ningún tipo de capacidad legal o de entereza personal, no nos ha quedado otra opción que expresarnos. El socarrón, en verdad, actúa en su defensa y ataca con su mordaz humor, en tantas ocasiones asesinante. La actitud de la que hablamos tiene amplia trayectoria en el conjunto de voces y subvoces que campean a lo largo de las páginas, desde los personajes más socorridos (dígase el detectivesco Lisandro, por poner un caso) hasta el circunstancial que apenas se deja ver. En suma, y aunque no lo parezca, los relatos presentados tienen como fondo un duro, triste y frustrante acontecer diario en los alrededores de nuestros ambientes sociales y educativos.

 

Esta socarronería de la que hablamos es indisociable, en este caso, del lenguaje. No sé si será por d-efecto de profesión (Ferrera Gil se dedica a la enseñanza de la Lengua) o por obligado proceder irónico ante las viradas circunstancias que habitamos en la actualidad, pero el caso es que el constante darle la vuelta a la tortilla de los hechos sólo es posible a través del recurrido y brillante recurso del juego de palabras o de los dobles sentidos. Ya se sabe, al decir de los filósofos: la configuración del mundo nos llega siempre a través de cómo ordenemos el lenguaje. Por ende, si en los cuentos de Juan Ferrera la cotidianidad ha pasado a ser otra irónica realidad (sub-real), tendremos como resultado una subversión total de los valores asentados en nuestro día a día como modelos coherentes de intercambio social. Dicho de forma más directa, lo que Ferrera viene a decir es lo siguiente: nos la han metido doblada.

 

A lo mejor pudiera pensarse, y sin embargo nada más lejos: la burlona tendencia de Ferrera nada tiene que ver con el chiste fácil y la sonrisa evasiva. Puede que sea verdad que con su letra lleguemos a llorar de la risa; sin embargo no es menos certero que junto a sus líneas asistimos a una puesta en cuestión, radicalmente (he aquí una de las claras apuestas de su sacarmo), de toda la extensa ramplonería e ineficacia de nuestra clase política más cercana, así como de los frutos vergonzosos que las acciones de los representantes dejan sembrados a lo largo y ancho de nuestro contexto más inmediato; incluidos, entre otras tantas cosas, el llamado folclorismo (que no folclore) como su extremo contrario: el desarraigo total con respecto a la sociedad en la que somos.

 

El tema central de esta bomba de socarronería que son sus narraciones es, por encima de ningún otro, el ámbito educativo. Las hazañas historiadas son tan vivas y directas por momentos que pudieran ser tocadas en la lectura por quienes diariamente nos movemos en estos lares de la tiza. Y es probablemente aquí, en el espectro de la educación canaria, donde realmente toma cuerpo su más duro golpe al sistema torpe imperante del que hablábamos. En este asunto de frente se posiciona la fina ironía del autor para dejar en bragas y calzoncillos los amplios y cansinos tejemanejes en los que se ha convertido nuestra burocrática educación formal, moldeada y remodelada siempre para que siga llena de intereses económicos y políticos que nada tienen que ver con lo que los educadores, y buena parte de la sociedad, creemos que mejor sería. Moldeada y remodelada para que siga eternamente igual de mal.

 

Desde Moya a las calles de la ciudad de Arucas; desde Las Palmas a Santa Cruz de Tenerife; así, entre referentes cercanos que hacen todavía más viva la lectura a quienes somos diariamente por estos lares, pero que no dejará inmune a nadie que se atreva a acercarse a ellos; así, digo, con mala leche y buen corazón, nos regala el amigo Juan Ferrera, para nuestro bien y mejor sano juicio, y para amortiguar dolores de cabeza, estas dislocadas y tan sensatas letras que agradeceremos sinceramente siempre en los ratos de lectura de nuestros recreos vitales. Bienvenidas sean.

 

 

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Relatos surrealistas en la Sala de Profesores, de Juan Ferrera Gil

 

 

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