Revista n.º 1074 / ISSN 1885-6039

Naturaleza y humanidad (degradadas) desde Lanzarote. Con Leandro Perdomo.

Viernes, 13 de diciembre de 2013
José Miguel Perera
Publicado en el n.º 500

Este año de 2013 que culmina recuerda el veinte aniversario de uno de los escritores más destacados de Lanzarote, Leandro Perdomo, que tuvo un ojo tan fino para ver y señalar todo lo que sucedía social y paisajísticamente en la isla conejera, y en Canarias, en la segunda mitad del siglo XX... aunque no se diga.

Leandro Perdomo ante su máquina de escribir.

 

 

Esta nuestra sociedad encanallada de hoy (L. P.)

Época actual metalizada en que vivimos (L. P.)

El negocio es el negocio, hermano (L. P.)

 

Leandro Perdomo es un escritor lanzaroteño que vive durante un periodo de tiempo enormemente relevante para Lanzarote y, en verdad, para todas las Islas Canarias. Diríamos, incluso, para todo el orbe. Hablamos de los cambios sociales, económicos y políticos que se han sucedido y están dándose en Occidente (preferentemente); y en la expansión de dichos “sucesos” hacia otras latitudes.

 

Perdomo va a con-vivir con todos estos hechos. Tengamos presente que su escritura comienza a gestarse en los años cuarenta, y no deja de seguir haciéndose hasta casi la década de los ochenta. O sea, el final de la Segunda Guerra Mundial; la posguerra y las injusticias del franquismo; y, ante todo (pensando en lo que aquí nos toca más de cerca), el radical giro que va a dar la economía canaria (esto es: la sociedad en su conjunto) en los años del llamado boom turístico. Todos estos acontecimientos son vividos desde la circunstancia concreta de la realidad canaria de estos años referidos; en particular, desde la perspectiva lanzaroteña. Aunque también hay que recordar que Leandro Perdomo vivirá unos años en Bélgica, experiencia de la que se generarán los textos que forman Nosotros, los emigrantes, y que será determinante -a mi modo de ver- en la delimitación de su perspectiva vital y escritural.

 

Un retrato de Leandro Perdomo.

 

Marginación de un escritor. La valoración de su obra ha sido casi nula. Apenas se comenta nada de su labor escrituraria en los periódicos, ni de los libros publicados. La bibliografía en torno a la obra de Perdomo es infinitamente escasa, en tanto en cuanto aquí defendemos el valor y la positividad de su propuesta. Tan sólo se le ha dado un significativo impulso (por parte de Fernando Gómez Aguilera) al recopilar, por ejemplo, en un sólo tomo, todas las crónicas escritas que giraban alrededor de Arrecife. Al parecer, el mismo Gómez Aguilera sigue trabajando en favor del conocimiento del periodista conejero, y es quien ha vuelto a decir estos días: La postergación de Leandro Perdomo se mantiene en el tiempo, con una obra inaccesible que debería ser de obligada lectura en los centros educativos de Lanzarote, pues representa el documento escrito más rico de la memoria antropológica y cultural de la isla.

 

La cuestión de su olvido puede deberse a diferentes motivos. Tal vez uno de ellos puede ser el hecho de que su escritura (autodidacta) nace desde una espontaneidad (relacionada con su labor periodística) malinterpretada. Esto se acerca a nosotros como uno de sus colores más interesantes y llamativos, pero tal vez menos valorado desde un punto de vista cerradamente académico. Las siguientes palabras son ejemplificadoras de esta última idea.

 

 

(...) el de arriba, el encaramado en un puesto de autoridad o financiero, miraba al de abajo con desprecio, se reía de él, lo vapuleaba, lo vituperaba. Eran tiempos miserables [la posguerra] (...). Tiempos esplendorosos de la dictadura capitalista y caciquil, y sotanil (...) en el solar patrio insular, seguíamos aguantando las embestidas de un trágico destino impuesto por los testaferros de un mando dictatorial chupón y opresivo que se prolongaba pujante al través de los años y hacían del hombre modesto canario un completo borrego, un ser sin otros derechos que trabajar, callarse la boca y obedecer.

 

 

Otro de los motivos de este apartamiento de la obra del mentado es, sin duda, su constante (y cortante) crítica a la situción padecida en Lanzarote durante esta época. De hecho, en vida, era un tanto odiado. Este punto de vista suyo, comprometido, será -como diremos- un rasgo central en su obra, y un aspecto necesario a rescatar desde el momento actual, que es -casi- su momento. Lo dicho se traduce así: Leandro Perdomo (sus escritos) es un autor incómodo.

 

 

Esta actitud de dignidad colectiva ya pueden suponerse ustedes cuál será: el desprecio, el aborrecimiento hacia todo aquel que en Lanzarote no se ha preocupado sino de sí mismo, de su medro y de su lucro sin importarle un pito los intereses generales de la isla; (...) claramente manifestados en las relaciones y el trato social a todo aquel que se enriqueció con artimañas a costa del desvalido o del ignorante; (...) de tú a tú, cara a cara, frente al oportunista, al logrero, al que se aprovecha de unas circunstancias para apropiarse de lo que no le pertenecía... Media isla de Lanzarote (...) ha sido malvendida, con trucos de propiedad camuflada, con usurpaciones de derechos y viles e ignominosos procedimientos... (...) Porque sólo he querido, en esta crónica, reflejar la verdad imperante, esa verdad que está a la vista de todos y que nadie hasta hoy, se ha lanzado a propagarla a través de un órgano informativo.

 

 

¿Qué se esconde tras la incomodidad de los textos de Perdomo? La defensa de los maltratados injustamente, socialmente: las víctimas; el denigrar el negocio del que fue resultando y resulta el presente lanzaroteño (canario); la denuncia de la pobreza y, consecuentemente, de los (liberales) enriquecidos egoístamente; contra la opulencia ficticia que ponen en marcha las fachadas ampulosas de los media; contra el materialismo por sí mismo, sin propuesta ética justa (cuestión presente en cada uno de sus crónicas), olvidando los llamados “valores”. Contra la destrucción de la isla con las edificaciones sobre (y más) edificaciones, aspecto éste, el ecológico, que tiene que vislumbrarse junto a todos los anteriores, porque van unidos y Leandro Perdomo así nos lo dice. Oigamos su palabra y confirmemos lo dicho.

 

 

Esto no tiene nombre. No tiene nombre el indignante atropello que se está cometiendo contra la población humilde y trabajadora de Lanzarote por parte de unos individuos amparados y atrincherados en el privilegio de su monopolio.

 

 

 

Ahora los hombres de Arrecife (...) se dedican a estafarse, a explotarse, a denigrarse unos a otros porque lo que cuenta es el dinero, el negocio, la ganancia... Al pleito entre hombres ha sucedido el engaño entre los hombres.

 

 

 

[Arrecife] Ha venido con los años ensanchándose, eso sí, firmemente creciendo, pero sólo esos dioses bien pagados de la actual civilización, el hierro y el cemento, han logrado encaramarlo a positivos valores frente a una historia mínima, nula, inexistente. (...) Y es que cruzamos una época de achicamiento absoluto del espíritu, vencido éste por la embestida brutal de los hechos.

 

 

 

¿Quién escapa aquí en Lanzarote a ese afán, de esa fiebre de tener más y más? ¿Quién no comercia? ¿Quién es el que no negocia? ¿Quién es el que no especula? ¿Quién es el que no está enredado en comprar y vender algo (...)? En Lanzarote hemos llegado hasta a especular con el simple rumor callejero de una noticia, falsa o verdadera, a sacarle “provecho” a una simple información financiera de esas de tipo inversionista que revalorizan o desvalorizan una zona o un sector si la noticia es cierta o solamente es rumor. ¡El colmo!

 

 

Se trata, por tanto, la degradación del espacio natural como (que es) la aniquilación de la persona, de los seres humanos. Es el cambio profundo y desestructurante (denunciado) de una sociedad (occidental) vista -como comentábamos- desde unos ojos particulares desde la plataforma real que es Lanzarote.

 

Citemos algunas más de sus palabras, para escuchar su tonalidad, ahora las dedicatorias de sus libros para oler qué es lo que insufla esta “literatura” (las comillas no tienen, en este caso y desde mi punto de vista, nada de degradante) y que nosotros intentamos testimoniar.

 

 

. A los humildes, a los miserables, a los enfermos y a todos los inútiles, locos y desesperados del Puerto de la Luz.

. A Antonio Izquierdo, más que artista, Mecenas de artistas, de poetas desgarrados, de músicos sin partituras ni instrumentos, de pintores malditos...

. A todos los lanzaroteños que aman la Isla de verdad y no negocian.

. A los hijos de Arrecife que nacieron y murieron en la desesperanza; y a todos los fracasados del mundo, a los parias, a los explotados, a los locos y a los que no conocieron nunca a su padre.

. A los hijos de Lanzarote, Gran Canaria y Fuerteventura que han demostrado un desinteresado amor por su isla y no han especulado. Y a todos los que a las islas han llegado sin ánimo de especulación y lucro.

 

 

Toda la vibración, más que nada, de esta última dedicatoria (contra los que han especulado) es de la que estamos hablando.

 

Portada de Desde mi cráter, de Leandro Perdomo.

 

Desde la clandestinidad. Leandro Perdomo escribe desde su cráter (como él mismo nombra); una especie de “clandestinidad” intelectual, un alejamiento del aluvión del (supuesto) “progreso” para poder ver con más clara nitidez. Ante la ideología espectacular actual (en voz de Guy Debord), donde la imagen se convierte en “nuestra forma de vida”, donde los medios de comunicación crean (la) realidad; ante la llamada industria cultural, que diría la Escuela de Frankfurt; ante la ideología liberal de nuestros días, cabe la postura de intentar poner distancia, gran distancia, con la finalidad de exprimir y aclarar los acontecimientos que se suceden, unos detrás de otros, sin -casi- poder analizarlos (el presente por el presente). Esa es la separación de Leandro Perdomo: se está en todo ese entramado, pero no se pierde la perspectiva. Y eso -para mí- significa el título de uno de sus libros: Desde mi cráter. Esta “separación” es la que hace reverberar palabras como las siguientes:

 

 

(...) hay en seguida que ponerse a pensar en la descontaminación atmosférica y en la otra, en la que no es líquida ni sólida ni gaseosa pero que tiene tanta y aún más importancia todavía: la descontaminación de las mentes, el saneamiento moral de las personas. Porque, ¿qué sacamos con tener limpio el cuerpo, si el alma está ensuciada? Mejor dicho: ¿de qué podemos jactarnos si en el fondo tras la persona más pulcra y acicalada se esconde a lo mejor un monstruo? Y entiéndase bien que llamo monstruo (...) a todo aquel que con tal de enriquecerse no repara en “el procedimiento”. Se ha cometido tanto atropello en Lanzarote, se han hecho tantos negocios sucios incautándose de tierras que pertenecían a pobres gentes y engañando y explotando a pobres gentes, que se impone una fumigación total del ambiente, una desinfección plena del ente moral, un “dragado” a fondo de las conciencias.

 

 

A esto hay que sumar la añoranza que flota en la mayoría de sus textos. Es decir, el pasado que él ha conocido ha sido terriblemente aniquilado; en todos los sentidos: sea paisajístico, sea -en definitiva- humano. Esta nostalgia añade mucha más radicalidad a sus gritos. Eso sí, no se trata de que cualquier tiempo pasado fue mejor, no; sino es contraste de lo que era y de lo que ignorantemente se ha ido realizando y cometiendo.

 

 

Qué tiempos aquellos... A pesar de la miseria y el papanatismo valía la pena vivir. Había humanidad. Nos faltaba amor, pero había humanidad...

 

 

Cráter y añoranza (nostalgia) conforman y vehiculan, de manera importante, su actitud crítica-beligerante; ética. Es una actitud que problematiza la situación actual. Y la problematiza de lleno, en todo su conjunto: las estructuras externas e internas se interrelacionan: lo social y lo personal se relacionan indefectiblemente. ¿Cómo, ante la hipotética mejoría de la situación económica canaria, sigue habiendo tanta gente en una precariedad laboral ingente?

 

 

En definitiva: que se divierta el que quiera, si tiene perras para gastar y ese es su gusto, encaretado o descaretado. Pero que se respete un poco el dolor ajeno, el sufrimiento de los otros, ese sufrimiento y ese dolor que tantas modestas familias isleñas soportan frente al paro creciente, la creciente arremetida de los precios y la no menos creciente incertidumbre frente al futuro inexpugnable que se avecina.

 

 

El resultado de la mirada acortada y corta del negocio (ganar y ganar más dinero, sin pensar en un futuro más o menos lejano, o cercano) hace que Perdomo vea los resultados nefastos de dicha situación: no sólo en la misma economía, sino en el talante humano y convivencial de los coterráneos. Como tantas veces comenta, se está dejando “el alma atrás”, se olvidan (como contrapunto a lo que denigra) las posibilidades humanas de las carencias, del carecer, de lo pobre. Frente al egoísmo y el enriquecimiento desbordado de unos pocos (como siempre -nos comenta).

 

 

El cuerpo de Arrecife -su cuerpo material de cemento y hierro- ha crecido desmesuradamente en un tiempo récord, y esto hay que alabarlo. La censura, la magua está en que se le ha venido dejando atrás el alma... (...) Antes, en Arrecife, había una preocupación por los valores superiores del hombre. Antes existía y se notaba y resaltaba la inquietud del hombre como ser pensante. Preocupación por los problemas sociales, culturales, religiosos... Hoy, la realidad está ahí, en la calle, a la vista de todos. Máxima preocupación, por no decir única: el dinero. Afán de la mayoría, por no decir de todos: el negocio. Afición de todos, pues a esto no escapa nadie: conducir un coche y hablar de fútbol.

 

 

Su postura (impostura para muchos) es la del que observa la realidad en su tangible composición y distribución, sin abstracciones ni justificaciones vanas. ¿La gente se encuentra bien o no? ¿Las personas ven e interpretan lo que está ocurriendo? Por tanto, lo más evidente y que debe denunciarse es la destrucción de la naturaleza de Lanzarote, que parece -y así lo veía Perdomo, del que nadie se acuerda por la sobreabundacia de la figura de Manrique- el lugar de experimentación económica de las Islas Canarias. ¿O es que la rapidez y la espectacularidad de los procesos no camuflan la realidad?

 

 

Para mí vale la inquietud, el afán, el pálpito del alma del pueblo, que yo no lo veo. Veo únicamente que el pueblo palpita en las fiestas los días de fiesta, los domingos con el fútbol y las quinielas, y todos los días con el negocio, la transacción comercial y los ruidos de los coches.

 

 

Así, el negocio turístico se convierte en una farsa montada sobre una fachada encubridora. Parece decirnos: ¿hacia dónde nos lleva todo este cemento, hormigón y asfalto? ¿Nos hemos parado a reflexionar lo que estamos haciendo? ¿Qué pasaría si esto se viniera abajo en determinado momento? ¿Cómo sobreviviríamos? El interrogante, como atisbamos, fue, es y seguirá siendo significativamente peliagudo.

 

 

Hoy voy a divagar un poco sobre la perspectiva o panorama de desastre que se vislumbra en el horizonte económico de la isla, de nuestra isla, aunque este panorama sea un tanto extensivo a las otras islas.

 

 

 

Muchos creyeron que el turismo lo solucionaba todo, y ese ha sido el error. El turismo ha enriquecido a unos, a otros les ha dado su gagnepein y a los demás nada. Esta es la desolante realidad, la triste realidad isleña que todavía hay quien se resiste a reconocer. La panacea turística no era tal panacea. Se ha visto y está comprobado que del turismo se beneficia un sector: el de los listos y aprovechados, nacionales como extranjeros, a los que yo llamo “los de la pella”. Pero el pueblo, la comunidad, esa masa de hombres y de mujeres que constituyen la sociedad isleña, ¿qué recibe? Migajas... (...) Resquebrajada y rota en su agricultura y en su industria de la salazón del pescado y la sardina, la isla se verá como un tullido en su carro: lisiada, paralítica, hemipléjica, marchando sobre ruedas.

 

 

Y todo ello a partir de un posicionamiento desde la tradición literaria canaria (Miguel de Unamuno y Agustín Espinosa: dos de sus maestros del nombrar: el uno, señalando la realidad de Fuerteventura; el otro, la de Lanzarote). Dando un enfoque creíble -repito-, a partir de lo más cercano, de lo que nos pellizca, de lo que nos creemos y tenemos ante nuestros ojos. Nada de discursos -este de Perdomo- idealistas y en el aire de forma grandilocuente.

 

Leandro Perdomo en una imagen borrosa.

 

También existen víctimas del pasado: los muertos que nos re-claman redención, el ángel de la historia que mira hacia atrás (Walter Benjamin). Como si las máquinas del “progreso” machacaran los restos de los fallecidos. Como dice el escritor que comentamos: yo sigo a mi manera creyendo en los huesos, igual que creo a mi manera en los muertos, en el espíritu enterrado y recóndito y arrepentido de los muertos. Pero no sólo; ellos mismos nos impulsan a cambiar este presente, hacia el futuro (mejor) por-construir. Hacia una promesa: esa es la esperanza del cambio en el conejero: Anticipar quiere decir empezar ya hoy con el futuro prometido y esperado y romper el entredicho de la apatía y la resignación (palabras del teólogo protestante Moltmann).

 

 

Hay que guardar siempre en los fondos del seso -fíjense bien que digo seso y no sexo-, aunque todo alrededor aparezca desolado y muerto, una migaja de optimismo, un resquicio de esperanza.

 

 

Se trataría de resolver las virulencias históricas que nos corroen, pues el hecho de que se masacre Lanzarote y las Islas, y no digamos nada, tiene un sustrato histórico detectable, por ejemplo, en el libro Psicología del hombre canario, de Manuel Alemán, un escrito olvidado y que nos haría pensar y actuar de forma más cuerda, como hemos dicho y se ha repetido en otros lados. Habría que crear un pensamiento o un debate público, y una consecuente acción, en Canarias, y desde Canarias. Un pensamiento que parta de nuestra circunstancia concreta y que podría guiarnos en nuestra forma de conviviencia. Y eso, de alguna forma, es lo que hace Manuel Alemán, y es lo que potencialmente está presente en Leandro Perdomo.

 

Escritura. Es de destacar, igualmente, la escritura de nuestro escritor. Todo lo que nos comenta está aupado por su lenguaje, por su ritmo personal, por una respiración escritural propia. Una entrega con y en el lenguaje, más allá del periodista al uso.

 

Su rasgo principal es la oralidad; o mejor, su oralismo (algo poco abstracto): sencillo y antirretórico, como lo define Gómez Aguilera. Este aspecto supone, en su letra, un aluvión, una espontaneidad, una posición nunca encorsetada, nunca el hastío y la mismidad (siempre más de lo mismo) del periodista actual. La opción escritural de Perdomo porta una ética (defendible) con un uso, sin estridencias ni facilismos, del dialecto canario, de la modalidad lanzaroteña. Su escritura, por tanto, se rebela contra un estándar uniforme de lengua, defiende -en este sentido- una diferencia lingüística dialectal; un lenguaje suyo, no estático, no muerto. Nada que ver con lo cuadradito de la filología más ramplona y común, donde todo a-parece muy bien puesto. Sigue diciendo Fernando Gómez: El cronista fue siempre consciente de la naturaleza de su estilo, del carácter escueto y sencillo de su escritura, descuidada y desnuda, sin afectación, acorde con el mundo literario herido y desmembrado, marginal y humilde, en el que se desenvolvieron sus historias y referencias periodísticas.

 

La escritura de Perdomo tiene más que ver con el improperio y el espantón en tanto en cuanto son (sus palabras) despertadores de nuevos sentidos, aunque sea desde un (importantísimo) sentido común, del que tanto hoy necesitamos.

 

 

Pues ocurre, pues me ocurre que de un tiempo para acá no soporto las culichichadas, las rechiflas y otras morrocoyadas bajunas sean intencionadas o no.

 

 

Y nuevos sentidos son, desde mi punto de vista, los que lanza la más valiosa escritura, la más interesante literatura. ¿Escribir para decir lo mismo, lo de siempre?

 

Participantes en el homenaje a Leandro Perdomo en Arrecife en los veinte años de su muerte.

Homenaje en Arrecife estos días por el veinte aniversario de su muerte

 

La fuerza del lanzaroteño reside en esto que comentamos; por ejemplo, cuando utiliza esos términos comunes pero otradimensionados en su puño. Dígase, por ejemplo, cuando nos relata que lo que está por ocurrir en Lanzarote (con las construcciones, con tanto edificio...) es un taponazo.

 

 

Dicen que mientras haya suelo en Lanzarote sobre el que especular, la breva durará, les durará (...). Yo creo que ese de la “ambición rompe el saco” hay tiempo que está avisando y previniéndoles a muchos individuos en Lanzarote del peligro que encierra el correr desenfrenadamente, a tontas y a locas, detrás del dinero, porque sabido es que el taponazo suele venir de repente y entonces el taponazo es peor, más dañino, más doloroso, más mortal.

 

 

O sea, y para ir acabando, nos sigue exprensando:

 

 

Para mí, que busco lo popular y quiero ver en lo popular algo más que lo vulgar de un pueblo (...).

 

 

 

(...) brindarles mi prosa escueta, mi prosa desbarajustada, desquiciada, pero... -ténganlo por seguro- hinchada de sentimientos y querencias y añoranzas prendidas a las desgarraduras del tiempo que se va y no retrocede; barranqueras de la vida, rastrojeras de la muerte que sepultan la huella de la juventud lejana, huidiza, arrepentida, paralítica...

 

 

Creo haber demostrado, según lo expuesto y según lo (abundantemente) citado, la necesidad de alternativas intelectuales como las del autor tratado. Para mí no hay duda de ello, más que nada pensando en los tiempos en que vivimos y/o con-vivimos; en las Islas; en el mundo... A los veinte años de su muerte se le está recordando desde Arrecife, desde Teguise, desde su isla... Sin embargo no parece que se desee heredar, ni en Lanzarote ni en Canarias, el espíritu crítico que tan pronto ejerció desde principios de la segunda mitad del siglo XX, mucho antes que otros, contra el nefasto futuro que nos esperaba al lado de los que hacían negocio con nuestro vida, los primos, tíos y hermanos de los que actualmente lo siguen llevando a cabo sin vergüenza...

 

Nosotros, por nuestra parte, y por ahora, queremos dejar este granito de arena para que algo más se le conozca... y se herede su nombre, su letra, su fuerza.

 

 

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