El pasado 4 de enero hacía noventa y tres años que España contempló sobrecogida la marcha definitiva de Galdós tras una larga agonía. Se conocía que su salud no era buena, que se había operado de cataratas y que estaba ciego desde 1913. En Las Palmas los periódicos La Provincia y Diario de Las Palmas, en Tenerife La Prensa y en La Palma el Diario de Avisos publicaban las noticias sobre el estado de salud de Pérez Galdós. También por sus familiares de Las Palmas se tenían otras noticias que se comentaban en el Gabinete Literario, en el Círculo Mercantil y en la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Hacía largo tiempo que en esta ciudad se pasaba entre alternativas de esperanza y de desaliento durante toda su enfermedad agravada por la uremia. A partir del día 20 de diciembre su estado clínico empeoró y el 1 de enero de 1920 apareció en El País que «Galdós está enfermo. Vive sin poder abandonar el lecho desde el mes de agosto…». El día 3 se agravó la situación clínica derivada de la insuficiencia crónica de las funciones excretoras y reguladora renal (uremia) surgiendo una grave insuficiencia cardiaca. En la madrugada del domingo 4 de enero de 1920, aproximadamente a las tres y media se le vio morir placidamente. Galdós murió en un chalet que, en la calle de Hilarión Eslava numero 7, poseía su sobrino José Hurtado de Mendoza. La familia telegrafió la noticia de su muerte a los alcaldes de Las Palmas y Santander. En el que fue despacho del novelista, en la planta baja, quedó instalada la capilla ardiente. El cadáver, colocado a los pies de un gran crucifijo, fue envuelto en la bandera española y encerrado en severa caja negra rodeada de blandones. Sobre la bandera se colocaron numerosos crisantemos blancos. Don Benito fue velado por su hija y numerosos amigos íntimos. El mismo día 4 empezó a recibirse de provincias numerosos telegramas de pésame a la familia. La prensa nacional y extranjera con unanimidad dedicó a la muerte de Galdós extensos artículos.
Victorio Macho hizo un dibujo de don Benito y se sacó por Palucie y Carretero una mascarilla de Galdós. A la una de la tarde del mismo día 4 volvió a la casa mortuoria Natalio Rivas, ministro de Instrucción Pública, acompañado del Alcalde para comunicar a la hija de Galdós que el Gobierno había acordado «costear cuanto con la conducción al cadáver haga relación. El ministerio de Instrucción Pública invitará a todas las reales Academias, Universidades, Institutos y Corporaciones para que asistan al entierro. El referido ministerio dictará las ordenes oportunas para ejecutar el presente decreto».
En Las Palmas la triste noticia se extendió rápidamente. El impacto emocional fue imponente. Con su muerte Gran Canaria perdió uno de sus más preclaros hijos. Josefina de la Torre, que era una adolescente, publicó en Las Palmas el poema «A Don Benito, el día en que se murió». En todas las Sociedades y edificios públicos de Las Palmas ondeó la bandera a media asta en señal de luto y el Teatro-Circo Cuyás suspendió la representación teatral anunciada. También se colocaron colgaduras de luto en los balcones de numerosas casas. Millares de telegramas fueron enviados a la familia de Don Benito en Madrid expresándoles el más sentido pésame. El alcalde accidental de Las Palmas, Francisco Sánchez, telegrafió al representante del Ayuntamiento de Las Palmas en Madrid que la «Ciudad reclama el cadáver» y que Leopoldo Matos «ponga una corona de flores con dedicatoria que diga: Al ilustre Galdós, Las Palmas, su ciudad natal». El presidente del Cabildo Insular, José Mesa y López, dirigió un expresivo telegrama de condolencia a su familia y otro a la representación en Cortes por Gran Canaria para que depositara una corona y llevara en el entierro la representación del Cabildo. El delegado del Gobierno no fue hasta el día 5 por la tarde a expresar el pésame al alcalde de Las Palmas, y en su representación a la ciudad, no pudiendo realizarlo porque el Ayuntamiento tenía las puertas cerradas.
Durante su vejez, en 1914 (Fedac)
En la Real Sociedad de Amigos del País de Gran Canaria, en junta celebrada en la tarde del día 4, el director accidental José Feo y Ramos se acordó trasladarse la corporación en pleno a la casa de la familia de Pérez Galdós, donde hizo presente su pésame a su sobrino Ambrosio Hurtado de Mendoza. Se acordó también celebrar una sesión necrológica y encargar al distinguido canario Juan Alvarado Sanz, ex ministro de Gracia y Justicia, que representara a la Sociedad en el entierro y colocara una corona sobre su féretro. También las juntas Directivas del Gabinete Literario y de la Sociedad Fomento y Turismo acordaron telegrafiar a Madrid dando el pésame a la familia, enviar una corona y adherirse a todos los actos.
Como escribiera Domingo Doreste (Fray Lesco) Galdós todavía sobrevive. Recordando la hora solemne en que descansó sólo se siente impulsos de descubrirse, en homenaje silencioso, como se haría ante un espectáculo sublime de la Naturaleza.
Manuel Herrera Hernández es Miembro de la Asociación Internacional de Hispanistas.