La Playa de San Marcos (Icod de los Vinos). ¿Cómo era la vida de sus habitantes? ¿Cómo han evolucionado las costumbres, las mentalidades, los quehaceres cotidianos? ¿Cómo era la vida diaria? ¿Había crisis? ¿Había hambre? ¿Había estrecheces? ¿Trabajo duro para hombres y mujeres? Y la mujer marinera, ¿ha vivido condicionamientos que han afectado tanto a sus posibilidades como a sus realizaciones? Y la mujer pescadera, ¿ha vivido existencias bajo moldes precapitalistas y cuasifeudales?
Debido al hecho de que el espacio social está inscripto a la vez en las estructuras espaciales y las estructuras mentales, la Playa de San Marcos es el lugar donde se afirmaba y se ejercía el poder presencial de su labor. La realidad de entonces, como queremos mostrar aquí, era mucho más complicada de lo que nos podamos imaginar. El testimonio de estas mujeres será la única manera que tenga el lector de enterarse de vivencias insospechadas y ajenas. La literatura testimonial muestra la virtud de hacer visible los hechos ocultos de la sociedad -“informar sobre lo que no sabemos”-; decantarse invariablemente por las historias silenciadas. Al encuentro de sus inquietudes, de sus valentías, encontramos momentos cruciales de sus vidas. Es hora para revelar confidencias, explicaciones, afectos y desafectos. Y así, aparecen esos movimientos y confluencias entre los mares del conocimiento y la sensibilidad.
La historia oral está ligada a la pobreza porque es fundamentalmente una denuncia. Es importante conocer ese pasado, no por una simple cuestión de curiosidad. Estos testimonios responden a la necesidad de manifestar lo oculto y documentarlo. Lo que nos dejan es sabiduría; en sus imágenes, sus voces, sus gestos. Una eternidad de futuras generaciones podrá escucharlas y aprender de ellas. En los últimos años, en el entorno de la Playa de San Marcos, se han ido adoptando nuevas formas culturales en detrimento de las tradicionales, debido a las transformaciones económicas, excesivas urbanizaciones y al impacto de las grandes obras portuarias que han alterado el equilibrio medioambiental de la zona costera. Las familias marineras nos hablan de frustraciones. Los cambios, en todos los órdenes, han sido tan graves que los habitantes, incluso los más jóvenes, no han sido capaces de estructurarlos y adaptarse a ellos.
Además del puñado de relatos sentimentales queremos ofrecer un completo panorama del espíritu tradicional vivido por las pescaderas. La presente recopilación de tradición oral pretende ser una contribución de lo que queda de la llamada cultura tradicional, ya que constatamos que toda una forma de vida y de conocimiento, transmitido durante cientos de años de una generación a otra, está desapareciendo de nuestros pueblos. No hay mejor modo de preservar el recuerdo de tan curiosa forma de vivir. En este breve trabajo salvaguardamos algunos aspectos de sus vidas. Aquí, serán las propias protagonistas quienes hablen, mientras que el narrador se limitará a añadir aquí y allá unas pocas palabras o el encabezamiento de un capítulo, a fin de proporcionar la necesaria explicación o amplificación.
Embarcadas en la nave de la vida. La pesca tuvo una gran importancia en la vida económica en Icod de los Vinos. De la pesca artesanal se obtenían una buena parte de los recursos para sobrevivir. Durante los años cuarenta, cincuenta, sesenta y setenta del pasado siglo XX, en toda la comarca del Noroeste de Tenerife se hacían sentir las pescaderas de la Playa de San Marcos. Los sistemas de vida y de trabajo apenas experimentaron cambios notables en estas décadas. La familia era la base de la organización doméstica y del trabajo productivo. Existía una unidad social de parentesco, donde se agrupaban varias personas vinculadas entre sí por lazos de filiación, matrimonio y consanguinidad.
Vidas en momentos altos y bajos, con ciertas alegrías y con muchos sinsabores. Vidas de gentes queridas y admiradas. Vidas que aúnaban aspectos personales, descripciones de una época y sus contradicciones. Retratos familiares, y por consiguiente, relatos que conforman un fresco de la sociedad icodense. La mujer cargaba con las responsabilidades familiares, las preocupaciones cotidianas por el mantenimiento de la vida de sus maridos, sus hijos e hijas, y las personas de su entorno. No había equilibrio entre hombres y mujeres. La participación social y laboral de estas mujeres coincidía con un modelo de mujer trabajadora. Combinaban varias perspectivas como mujer. A saber: ama de casa tradicional, ayuda familiar y trabajadora a la venta de los productos del mar. Dentro de este marco general, dan testimonio. El diccionario de sus vidas:
- Mi padre… Mi madre… Mis hermanos… Recuerdo aquellos años de infancia. No había edad mínima para el trabajo... Mi marido… Mis hijos… Mis nietos…
El papel jugado por las mujeres en la cultura del trabajo fue capital como referente socio-simbólico de adscripción de identidad personal y de estatus de cara a la comunidad, determinado por su acción vendedora. Complementariamente aparecía la vinculación de esposa-madre como ayuda al hombre. Las mujeres pescaderas en Icod también soportaban e interiorizaban el injusto código asimétrico, a saber, sus obligaciones en la realización de buena parte de las faenas laborales, y además se reembarcaban en el espacio doméstico, sus tareas del hogar. Son personas que no han querido olvidar sus esfuerzos, vivencias buenas y malas. Con capacidad para recordar cosas y sensaciones pasadas. Suman alegrías, y añaden testimonios de tristezas, desagrados, malentendidos, desencuentros o disgustos.
Playa de San Marcos en una imagen del pasado
Es el medio playero el lugar donde las diferencias de género y la cultura androcéntrica se unen irremediablemente para ser esposa y madre en la vida. Predestinadas a ser madres, no mujeres. En los testimonios de las mujeres pescaderas reflejan la desigualdad sufrida. Factores de aislamiento, analfabetismos, problemas sanitarios, escasez de empleo, pobreza y lejanías culturales. Al trabajo invisible que realizan en el ámbito doméstico se une el arte de vender fuera de casa. Los roles establecidos y que la sociedad asignó en función de género marcaron a las pescaderas aquello que podían hacer.
Hemos utilizado la técnica propia de la antropología visual que plasma desde una perspectiva singular los testimonios de estas mujeres, vivencias estimulantes y estéticamente atractivas. Toda una gama de sensibilidades que enriquecen nuestro acervo cultural e identidad popular. Para vestir este trabajo hemos escogido muchos rincones, detalles interesantes y explicaciones de todo tipo. A ellas agradecemos su amabilidad y su buena disposición, que nos ha conducido a una mezcla de emociones diversas: orgullos, penas, tristezas y alegrías. Nos han proporcionado innumerables momentos de gozo y de apuros. La vida de la gente es más compleja y variada de lo que dan a entender los libros de historia. Echemos, por tanto, la vista atrás para recuperar ese mundo que ya hemos perdido, para dejar constancia sociológica de páginas icodenses, miradas retrospectivas del pasado, narraciones de autarquías económicas.
La socialización de la infancia cobra gran importancia, de alguna manera, se crean las personalidades femeninas y masculinas a través del aprendizaje de las niñas y los niños en el núcleo familiar, en las conductas que se consideran apropiadas. Todas las edades trabajaban. Una ideología en casa, de pensamiento, de hospitalidad, igualmente de conservación y desarrollo de la memoria colectiva. Ellas lo entienden como una actitud a seguir, la tradición y la necesidad económica familiar imponían sus códigos, sus leyes. La división del trabajo aparecía bien estructurada. Significativamente, en este pasado, las mujeres pescaderas de la Playa de San Marcos, ancladas en la propia tradición y costumbre, aceptaban el papel dependiente que les tocaba cumplir. Las pescaderas fueron un buen ejemplo de este largo recorrido.
Preguntarse sobre el sentido y el valor de sus existencias, en el mundo y en la sociedad, sobre los problemas que causan la vida personal y laboral, los compromisos individuales y colectivos a los cuales cada una se enfrentaba, es ponerse en situación de encuentro con la vida. Mucho trabajo, voluntad y coraje. En confianza dan testimonio complaciente, agradables en el trato, y esto facilita la exposición de las ideas. Les gusta ser escuchadas; lo que también lleva al diálogo. Raptamos adentramientos de múltiples jornadas de duro trabajo. Se comprende entonces que ellas recalen una y otra vez en el esencial espacio de la Caleta de San Marcos. Desembarco tras desembarco en sus perfiles y dimensiones constituyen la referencia indispensable de la transmisión del mensaje femenino. Me parece un excelente servicio cultural. Hay que poner en cuestión el poder infinito que se arrogan los pescadores varones, al tiempo que es justo defender con argumentos sólidos el liderazgo de las mujeres en estas comunidades pesqueras.
La larga marcha de las mujeres por su emancipación es otro importante signo de los tiempos que las autoridades locales deben hacer suyo. En particular, las pescaderas han sido secularmente víctimas del patriarcado, asumiendo prejuicios y formas de ser. Las nuevas generaciones de mujeres, por descontado, ya no contemplan la posibilidad de vender pescado como sus madres, sino que su propio proyecto de vida debe ser su máxima prioridad. Este estado de conciencia lo transmiten las mujeres mayores, descubren una verdad tan sencilla como reflexiva. Siempre una ocasión justamente para argumentar las razones de plantear nuevos horizontes. Firmar un nuevo contrato social, ahora hace falta estudiar y conocerse más a sí mismos para que, cualitativamente, la vida resulte más plena y placentera.
Reunimos las piezas del rompecabezas. Sobre recuerdos tan claros, hemos elegido a una informante, María del Carmen León León. El retrato apunta lo extraordinariamente vivo, derivado de nuestra comunicación directa y natural con nuestra protagonista. Agradecemos su disposición a transmitir sus secretos, su tiempo interior, voz y palabras encarnadas. Y todo se expresa en un tono que sólo tiene observaciones simples correspondientes a todos los días de antaño. Reflexiona sobre cuestiones y se siente afianzada para reverdecer cantos de sirenas desde las olas de la memoria.
(Continuará)