Revista n.º 1064 / ISSN 1885-6039

La leyenda de La Pared de Roberto. (Incluye VÍDEO)

Viernes, 7 de febrero de 2014
Manuel Poggio Capote y Belén Lorenzo Francisco
Publicado en el n.º 508

Se refiere cómo durante una sola noche el Demonio fue capaz de levantar un muro situado en la cima de la isla. En el día, la pared basáltica natural, bien localizada en Los Andenes, es uno de los parajes de las cumbres de la Caldera de Taburiente más transitados por foráneos y residentes.

Pared de Roberto nevada en La Palma.

 

(Imagen de portada de José F. Arozena)

 

En síntesis, las leyendas tradicionales se definen como narraciones, transmitidas de generación en generación, que recogen sucesos, a menudo maravillosos, cuya veracidad constituye habitualmente un elemento secundario. En igual circunstancia, la datación del relato en un momento histórico concreto resulta, con frecuencia, imprecisa. Una de las leyendas más populares de la isla de La Palma es la que describe la construcción de la Pared de Roberto, un relato atemporal y trufado de elementos fantásticos. A grandes rasgos, la “fábula” refiere cómo durante una sola noche el Demonio fue capaz de levantar un muro situado en la cima de la isla. En el día, la pared basáltica natural, bien localizada en Los Andenes, es uno de los parajes de las cumbres de la Caldera de Taburiente más transitados por foráneos y residentes.

 

La primera referencia de esta tradición la debemos al profesor de Economía, natural de Los Llanos de Aridane, Benigno Carballo Wangüemert (1826-1864). En su libro de viaje Las Afortunadas (Madrid, 1862), cuenta cómo en su visita a una zona próxima al escenario de esta leyenda unos pastores cantaron un romance sobre los amores de Tenacen (Tanausú, último rey indígena de La Caldera) y Acerina, que lamentablemente no ha llegado hasta nosotros (de hecho, no pudo ser colacionado, en sus respectivos repertorios, ni por José Pérez Vidal en 1987 ni por Maximiano Trapero en 2000). Sin embargo, como tendremos ocasión de comprobar, parecen existir ciertos paralelismos entre el romance y la leyenda de la Pared de Roberto.

 

Poco después de publicar Carballo su testimonio, el escritor local Antonio Rodríguez López (1836-1901) acopió en las páginas del periódico El Time (16 de agosto de 1863) una primera versión del relato legendario, según la cual Satanás y un compañero llamado Roberto trabajaron en la construcción de una recia tapia durante toda una noche, cada uno por un extremo, con el objetivo de cerrar el paso de la Cumbre a los pobladores de la isla. Cuando faltaba poco para terminar, les sorprendió el canto de un gallo que anunciaba el amanecer, por lo que ambos huyeron dejando la obra inacabada. Según las anotaciones de Rodríguez López, dos hechos proporcionan veracidad a la historia: la huella de la mano de Satanás, visible en uno de los frentes del muro, y la habitual presencia al pie de la pared (según testimonio de los campesinos) de una planta con hojas de cinco puntas, similares a unas garras, cuyo jugo tenía la propiedad de encender las pasiones del corazón.

 

Parece evidente que la sencillez del relato reunido por Antonio Rodríguez López condenó la historia a un cierto ostracismo. Con todo, algunas décadas más tarde, el médico y entomólogo Elías Santos Abreu (1856-1937) ofreció en el periódico local La Defensa (1900) una versión más enriquecida de la leyenda, sazonada con penetrantes sabores románticos, divulgada en extenso hasta nuestros días. A pesar de que el doctor Santos confiesa haberse basado en el testimonio de un pastor, cabe interpretar, dados el contexto espacial y otros pormenores comunes, que en su historia se entremezcle el tema de los amores entre Tenacen y Acerina, transmitido hasta entonces en versión romancística. Es decir, a partir del argumento presentado por Rodríguez López, Santos pudo añadir, de su pluma, algún ingrediente proveniente del poema citado por Carballo.

 

Según cuenta Santos Abreu, los celos del Diablo desencadenaron la construcción de la Pared de Roberto con objeto de impedir el encuentro entre los jóvenes enamorados. Al amanecer, desesperado por la imposibilidad de salvar el obstáculo que lo separaba de su amada, el muchacho exclamó: ¡Va el alma, por pasar! Ante el silencio recibido por respuesta, repitió la súplica: ¡Van el alma y el cuerpo, por pasar! Entonces, una luz rojiza inundó la pared, saliendo llamas de sus grietas. Finalmente, la construcción diabólica se abrió por la mitad, dejando un ancho espacio para ser atravesada. Al parecer, el joven corrió hacia el encuentro de la amada, rodando envuelto en llamas. Su cuerpo quedó formando parte de una columna basáltica situada en el fondo de La Caldera. La muchacha, encontrada muerta al día siguiente, fue enterrada. Sobre su tumba brotó una flor azul, del color de sus ojos, que recibió el nombre de pensamiento de la cumbre o Viola palmensis.

 

Aún falta mucho por registrar y ordenar en el campo de las leyendas de La Palma. Queden estas líneas como un mero boceto que invite a acercarse a los relatos tradicionales de la isla.

 

cartasdiferentes@gmail.com

 

 

Ver una versión audiovisual de esta leyenda en BienMeSabe TV

 

 

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