Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Las loas a Nuestra Señora de Las Nieves. (y II)

Viernes, 05 de Septiembre de 2014
José Guillermo Rodríguez Escudero
Publicado en el número 538

Las aportaciones de Antonio Rodríguez López (1836-1901), Cantor de Benahoare, a las fiestas de la Bajada de la Virgen de Las Nieves palmera fueron de tal número y variedad, y tuvieron tal aceptación en su época, que algunas han llegado hasta nuestros días.

 

 

 

(Viene de aquí)

 

 

Con respecto a la Loa de 1955, el fallecido cronista Pérez García escribía: … Antonia Hernández Castro cantó el Purísima María y Victoria Rodríguez Pérez el segundo aria De misteriosas Nieves a las que hizo el dúo Acidalia Carballo. Se dio el caso de que la cantante, al inicio del primer aria, víctima de los nervios y la responsabilidad, no empezó en su tonalidad por lo que paró la orquesta y sólo se le acompañó a  piano transportando la partitura original a la tonalidad musical que ella había iniciado; no creo que el público que abarrotaba la plaza se hubiera dado cuenta. Para la segunda aria ya intervino la orquesta, se le dio la entrada a la cantante y todo siguió con entera normalidad.

 

Aurora eres del sol de tu cabello,
Puerto de rayos, cristalino oriente,
Anesala de luz, cristal luciente,
Bello por albo y por dorado bello.
La nave hizo al oro (o quiso hacerlo)
Cambiar su precio al oro de su frente.
El oro quiso codiciosamente
Tanto caudal de plata poseerlo.
Ni vence el oro, ni venció la nieve:
El uno al Tajo bebe su tesoro,
El otro al Teide sus almiños bebe.
Oro y nieve disputan su decoro.
Arguye el oro, el hielo se le atreve;
Y es dudosa cuestión de nieve y oro
.

(La Nave, Poggio Monteverde, 1705)

 

Las aportaciones de Antonio Rodríguez López (1836-1901), Cantor de Benahoare, a las fiestas de la Bajada de la Virgen fueron de tal número y variedad y tuvieron tal aceptación en su época que algunas han llegado hasta nuestros días. Fue auténtico paladín de la cultura insular y escritor prolífero (Fdez.García). Ocurre con el tradicional y popular Diálogo entre el Castillo y la Nave, que se repite ininterrumpidamente desde 1890 a la entrada de la imagen de Nuestra Señora de Las Nieves en la ciudad; y con la no menos célebre “Loa” de llegada al templo de El Salvador. Además, Rodríguez López asumió desde 1855 la autoría de uno de los números más significativos de las fiestas: los “Carros Alegóricos”, al principio simples “escenas lírico-dramáticas”. Su magisterio en esta solemnidad se extendió por espacio de medio siglo, de forma que los tres últimos Carros -correspondientes a los años 1905, 1910 y 1915-, se representaron póstumamente. Entre otros textos para las Fiestas Lustrales destacan: Escena lírico-dramática escrita en Sta. Cruz de La Palma para la Bajada de la Virgen de 1855; Alegoría dramática representada sobre un carro en la Bajada de 1865; Alegoría para el Carro de 1870; Alegoría anunciando la Bajada de la Virgen el año 1875; Carro para la Bajada de la Virgen de 1890; Carro para la Bajada de la Imagen de Ntra. Sra. de Las Nieves de 1910; Carro para la Bajada de 1915; Diálogo entre el Castillo y la Nave; Loa.

 

María de Nieves le ha dado
Dios por nombre esclarecido,
El nombre propio, encendido,
Y el sobrenombre, nevado;
De luz y nieve labrado
Tanto nombre se hermosea,
Bien la nieve y la luz se emplea,
Porque se aumentan al verle
Incendios para quererle,
Y candores para amarle
.

(Juan Bautista Poggio y Monteverde, 1685)

 

El compositor de la actual Loa, Alejandro Henríquez Brito, también nació en la capital palmera el 26 de febrero de 1848. Vino al mundo en el seno de una familia de musicólogos. Fernández García escribía que su buena fama motivó que, en las ocasiones que en la sociedad palmera se exponía algún problema a resolver con demasiadas evasivas, era frecuente contestar: «Habla claro, que para música, los Henríquez».

 

... Es Torre preciosa / grabada al buril,
Blanca como nieve hecha de marfil.
Es la fortaleza/ en que el Rey David
Pendientes tenía/ escudos a mil...

("Torre de David", Anónimo de 1840)

 

Don Alejandro escribió la partitura para el Carro de 1890; la música para cantar los versos dedicados a “San Sebastián” en su onomástica del 20 de enero y las estrofas que se cantaban a “Santa Catalina de Alejandría”, también en aquella ermita homónima de la capital palmera, y «Amor Eterno», que se interpreta aún en la actualidad en los recorridos procesionales de Semana Santa. También realizó varias composiciones de carácter popular, que tomaban auge principalmente en las fiestas de Carnaval.

 

Quisiera tener del ángel
el acento de ternura,
la dulzura
de aquella salutación:
que inundó ¡Virgen María!
de alegría
tu precioso corazón.

Quisiera que mi voz fuese como el eco de un gorgeo,
cual deseo
tan sólo para cantar:
la sacrosanta memoria
de tu gloria,
postrado al pie del altar.

Pues la tímida avecilla,
la de argentina garganta,
cuando canta
de la mañana al albor:
es cuan ángel mensajero,
placentero,
                                              misterioso trovador…
                                        

("Arpegios". Eduardo de Arévalo, 1885)

 

Loa en 1900 en la Plaza de España

 

No había olvidado la escuela de los grandes músicos italianos cuando escribió su preciada obra. Nuestro artista pudo tener defectos de armonía y composición, pero superó tales debilidades con la profunda sensibilidad que exhalan sus sublimes melodías. Falleció el 28 de agosto de 1895.

 

Devoción que pintada en sus semblantes
presagiaba las gracias y finezas
con que el cielo sus votos protegía
en premio de su fiel correspondencia,
permitiendo bajase a nuestro pueblo
la que es Madre de Dios y Madre nuestra,
como nube fecunda y prodigiosa
que esparce el bien y ahuyenta la miseria.
Como tesoro inmenso de la Nieve
Con que el Eterno su poder ostenta...

(Anónimo de 1830)

 

Sería más tarde cuando otro destacado músico palmero, Elías Santos Rodríguez (1888-1966), autor de las partituras de tres Carros Alegóricos y Triunfales, orquestaría de nuevo la Loa en 1925; lo hizo por estar concebida en forma elemental para pocos instrumentos. También Manuel Henríquez nos explicaba que la loa está instrumentada para una orquesta reducida: flauta, violines, viola, cello y piano o armonio. En este siglo, Elías Santos Rodríguez la completó con otros instrumentos de metal y madera. Una introducción orquestal da la entrada del coro mixto a tres voces, terminado el cual se cantan las dos arias por los ángeles extremos, seguidas del dúo, con intervención del ángel central y concluye con un concertante o apoteosis, con solistas y coros. Continúa informándonos de que la armonización es sencilla dado el modesto bagaje técnico del autor, pero la composición posee altísimo nivel de inspiración. La línea melódica, italianizante, es de elegante factura, dulce, perfecta en su simplicidad, y sin concesiones al virtuosismo local. Destacan la etérea bondad de las arias y la espiritualidad del concertante. Y diríase, sin duda que las sombras tutelares de Bellini y Donizetti se ciernen sobre ella.

 

El sol de junio desdobla su manteleta dorada
que cuelga en los blancos picos de las montañas más altas.
Un tenue rumor de brisa sueña en la mañana clara.
El aroma de la cumbre viene a volcarse en la playa.
Plenitud de mediodía. La Virgen Morena baja
Desde su ermita del monte al corazón de La Palma.
Una sola voz se escucha. Todo es fervor de plegarias
Que rompe el ronco estampido del castillo y de la barca.
«Rosas de pólvora negra», azucenas desplegadas,
gritos de mando que suenan como una canción innata,
que se estrellan en los ojos de Asieta morena y guapa.
Una calle tortuosa. Multitud abigarrada.
Más flores en el trayecto. La Virgen llega a su casa.
Todos los santos le ponen su linda cara de Pascua, y
María de las Nieves entra de lleno en La Palma.

("El Hecho", Félix Poggio Lorenzo, 1935)

 

El escenario para la emotiva y esperada representación se levantaba originalmente en la Plaza de la Constitución, hoy Plaza de España, al pie de la monumental torre negra de El Salvador. Escribía Alberto José en Ecos del Santuario: El entarimado se ornamentó con cortinajes y ramas de falla, adorno muy en boga en tiempos pasados. Más tarde la escenificación se trasladó al sitio donde está ubicada la fuente de la mencionada plaza. Entonces se construyó un nuevo templete; se aprovecharon seis columnas que habían pertenecido al antiguo retablo de estilo barroco de la capilla mayor de El Salvador. Con las cuatro columnas mayores, con capiteles jónicos, formaron la parte inferior, colocando entre ambas tres paneles en los que el pintor madrileño Ubaldo Bordanova Moreno pintó tres ángeles; en la parte superior se utilizaron las otras dos columnas más pequeñas, con capiteles corintios, y sostenían un frontispicio que remataba la obra con un óvalo donde aparecía una pintura alusiva a la Bajada de La Virgen.

 

Palma gloriosa cuya dicha alcanza
que sean tus ojos verdes de esperanza
con la Nieve sagrada
de aljófar y perlas esmaltada.
Albricias, pues, divina,
Del cielo ya desciende peregrina,
Viniendo a remediar todos tus males,
Sacra Nieve en arroyos celestiales...

(Anónimo de 1810)

 

Sin lugar a dudas, la llegada de la venerada imagen al atrio de la Parroquia Matriz de El Salvador es uno de los momentos más emotivos de las fiestas de la Bajada de la Virgen de Las Nieves. Así es como nos describe Henríquez Pérez esos momentos previos: la Virgen entra, lenta, dificultosamente en la Plaza, rompiendo, destrozando incruenta, amorosamente, la muralla humana de cuerpos y almas y corazones que esperan, anhelantes e impacientes, a la Reina del Monte.

 

… Hoy, Tú, Virgen de las Nieves,
Estrella de los Mares,
después de presenciar el Diálogo
entre el Castillo y la Nave,
en tu sillón de viaje
y que precisamente estrenas,
te abres paso en medio
de esa enfervorizada multitud, que
jubilosamente te aclama
para llegar a la Plaza de España
donde unas jovencitas
clásicamente ataviadas
desde una bella tribuna,
te dan la bienvenida
cantándote la Loa.
Esa Loa que data desde 1880,
para luego penetrar en el templo
donde ya colocada en el Altar Mayor,
parece reinar un silencio
que es interrumpido por el coro
y que yo diría que,
desde las alturas han descendido
los querubes y los ángeles,
para cantar sus glorias
a la que del Cielo y de la Tierra
es Reina y Señora.
Reina, Reina y Soberana.

("A Ntra. Sra de las Nieves, en sus Fiestas Lustrales", María de los Dolores Cabrera, 1975)

 

La fabulosa urna de oro y cristal asciende majestuosamente los once escalones de la elegante escalinata de la que va a ser su residencia accidental hasta el 5 de agosto, onomástica de la Virgen y día de su Subida al Santuario. Conmovedor instante en el que los aplausos de la muchedumbre se unen al repique solemne de las campanas, a los tambores y cornetas, a las bandas de música, al estruendo de los cohetes y cañonazos del Castillo… a la alegría melancólica del recuerdo y los ojos se nublan con el cristal borroso y trémulo de las lágrimas que afloran. Pasan, en desfile cinematográfico, por la imaginación, momentos, seres queridos, paisajes y muchas cosas que un día fueron, estuvieron aquí, en el día más grande, religiosamente hablando, de Santa Cruz de La Palma.

 

Nada ha cambiado… el Pueblo Palmero se sigue emocionando en esos tremendos instantes cargados de emoción y añoranza. Como se recogía en la Loa del recivimiento en Señor San Salvador de 1765, la coral le pide a los afortunados presentes que canten a Asieta fervorosos himnos, júbilos y honor. Los personajes que en esta expresión poético-musical daban la bienvenida a la Patrona proclamaban conjuntamente como si de una sola voz se tratase: Y con grito amoroso, cantad/ su arrivo feliz a Nuestro Tabor,/su lucir y brillar y arder por amor. Dos de estos personajes, Ingenio y Amor, loan a Nuestra Señora de Las Nieves de esta bella forma:

 

Ingenio: Recivid, Virgen clemente,
Amor:    Aceptad, Madre admirable,
Ingenio: Como festejo agradable,
Amor:    Como culto reverente,
Ingenio: El regocijo precedente,
Amor:    por pía y tierna expreción…
Ingenio: de lo que arde el corazón…
Amor:    a el veros, quando has llegado…
Ingenio: a ser de tu Pueblo amado…
Amor:    luz, vida y exaltación.

 

Imagen de 1925

 

A la brillante y última efeméride lustral de 2010, en su trescientos treinta cumpleaños y su 67º edición, se sumaba la celebración del ciento treinta aniversario de “La Loa” que se canta actualmente, y que fue estrenada en abril de 1880. Es el canto por antonomasia de la Isla dedicado a su querida y entrañable Patrona. 

 

Se hace el silencio.

 

Acuden las lágrimas, los recuerdos, las nostalgias, las oraciones... Las campanas, los “voladores”, la música, los vítores y aplausos… hasta las palomas callan...: la Virgen escucha la loa.

 

Coro
Para cantar las glorias / de la inmortal María,
dejando en este día / el firmamento azul,
de la celeste altura/ descienden los querubes
rompiendo de las nubes/ el transparente tul.

Aria voz primera

Purísima María/ a quien los serafines
En templo sin confines/ te dan su adoración.

Aria voz segunda

De misteriosas nieves,/ estrella hermosa y pura
Qué espléndida fulgura/ en la palmés región.

Dúo

Recibe de este pueblo/ en su cariño inmenso,
Cual perfumado incienso/ la fe del corazón.

Concertante
Ángel 1

¡Sacro templo!


Ángel 2

¡Tabor misterioso!

Coro y Ángel 1

¡Entreabre tus puertas!

Id. Id. 2

¡Tu roca sea altar!

Ángel 1

Que María…


Ángel 2
Que al ampo precioso…
¡Va a cruzar tus umbrales!

Coro y Ángel 2

¡Va tu cumbre a nevar!

Coro final (todos)

¡Oh, Virgen Sacrosanta!
Sobre la grey cristiana
Tu gracia soberana
Ven pura constante egida
De la risueña Palma,
Que con fervor en su alma
¡Te eleva eterno altar!

Antonio Rodríguez López
(Loa estrenada en 1880 y representada hasta hoy)

 

Santos Pinto decía que para aquellas personas que la cantaron o la oyeron en distintas fiestas lustrales, es evocadora y hace despertar los más hondos sentimientos de un tiempo pasado. Como alguien dijo, «quien la oyó no la pudo jamás olvidar».

 

Ciudad Palmense, mirad que a su solio se retira
la que, en candores nevados, da a los corazones vida.
Monte, tus dichas celebra, pues ya buelve a su campiña
La Diana de vuestras cumbres, Nieve que gracias distila.

Llorad, llorad esta ausencia, que es la fuerza en tal despedida
Viertan raudales los ojos si queda el alma sentida

Y en su partida,
La Ciudad, triste, llore
Y el monte Ría…

(Anónimo, Loa 2ª para Despedida, 1815)

 

 

Bibliografía

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