Revista nº 1036
ISSN 1885-6039

Las estrellas del invierno y la agricultura en la antigüedad de Gran Canaria.

Viernes, 15 de Mayo de 2015
Miguel A. Martín González
Publicado en el número 574

La observación de los cuerpos celestes permite computar el tiempo y, por tanto, predecir los cambios estacionales en la naturaleza, llegaron a ser particularmente necesarios en el umbral de la agricultura, ya que este modo de subsistencia requiere el debido ordenamiento y la planeación de las labores en el ciclo anual.

 

 

La población prístina de la isla de Gran Canaria, al igual que el resto del Archipiélago, despierta un interés enorme ante el reto de poder desvelar algunos de sus numerosos interrogantes. Definir un paisaje sagrado depende, entre otras cosas, de los restos arqueológicos conservados de antiguos cultos descritos en sus descarnadas piedras y su interacción con el marco visual (paisajístico). Es entonces como ciertos lugares, consideraron santos, fueron construidos y se dotaron de elementos predestinados a observar el cielo. Fueron una expresión simbólica de esquemas cosmológicos.

 

Ahora que las estrellas invernales -Canopo, Las Pléyades, Aldebaran, Orión, Rigel, Capella…- están desapareciendo de nuestro cielo para ocultarse hasta la llegada del otoño, ¿cómo interactuaron los canarios con el territorio? Lo primero que debemos mencionar es que la base del sustento fuera la agricultura, tanto de secano como de regadío, siendo los cereales (cebada, trigo, habas, leguminosas, higueras) las provisiones elegidas para alimentar una población cada vez más numerosa. Aunque se desconoce el volumen de extensión superficial destinado a la actividad agrícola, la extensión de superficie cultivada debió ser abundante a tenor de las fuentes escritas: plantaban e sembraban en muchas partes de la isla los gentiles canarios y tenian sus huertas de arboledas y bosques, asi en las costas como en las medianías y cumbres con que estaba siempre la tierra muy proveida y abastacida de alimentos… (Fray José de Sosa, 1994).

 

La observación de los cuerpos celestes permite computar el tiempo y, por tanto, predecir los cambios estacionales en la naturaleza, llegaron a ser particularmente necesarios en el umbral de la agricultura, ya que este modo de subsistencia requiere el debido ordenamiento y la planeación de las labores en el ciclo anual. Las tareas agrícolas ocupaban buena parte del tiempo a la comunidad que debía plantar las semillas, utilizando cuernos de cabra en grupo, con las primeras precipitaciones abundantes, mantener los campos de cultivo limpios de hierba, usar el agua para el riego cuando faltaba la lluvia (para ello fue necesario construir acequias de piedra para conducir el líquido). Luego vendría todo el proceso de la ciega recogiendo solo las espigas, las pisaban y las aventaban con las manos. Por último, transportaban el grano hasta las casas y los silos comunales controlados por las clases sociales dominantes. Se calcula que existen más de 50 graneros dispersos por la mitad norte de la Isla.

 

¿Dónde se localizan estos almogarenes o lugares sagrados? Los descubriremos en sitios distinguidos del paisaje para ser utilizados con fines espirituales y religiosos, copiando los arquetipos celestes (cosmología ligada a la construcción). Por ello, disfrutan un profundo carácter simbólico y suelen perdurar en sus formas mientras no cambie el marco de las relaciones sociales. Se nos muestran con formas de casas, círculos de piedras, amontonamientos de piedras, torretas de lajas y presencia de grabados rupestres. Geográficamente -es tan solo una aproximación de ubicación- se dispersa ampliamente por el centro de la Isla entre la imaginaria línea que une Risco Caído y Cuatro Puertas y la línea solsticial que transita por los Llanos de Gamona, desde Altos del Coronadero hasta Mogarenes.

 

Gobernábanse por el sol de día y de noche por algunas estrellas, según que tenían experiencia de cuando salían y se ponían; ó á la prima ó la media noche ó á la madrugada (Fray José de Sosa, 1678). Los antiguos canarios reconocieron, en la posición de determinadas estrellas y su vínculo con la topografía, una doble señal para ajustar el tiempo e iniciar la sementera.

 

1º. Se produce en el momento en que el asterismo de Las Pléyades se ocultaba por detrás del Teide al amanecer, en los primeros días de noviembre, justo cuando empiezan las lluvias más copiosas en Canarias. Este acontecimiento astronómico y topográfico marcaba el inicio de la siembra del cereal. Ajustar esta sincronía requería ir construyendo los almogarenes de cumbre cada 100 o 200 años en dirección Sur (Revista Iruene nº 5, 2013).

2º. Fructificaba a lo largo del mes de noviembre en determinados sitios costeros, entrando en juego Canopo, Rigel, Orión, Sirio, Capella… ocultándose, al amanecer, sobre un horizonte montañoso destacado en el entorno más cercano. El ciclo sagrado comenzaba en Montaña Bermeja (Telde) cuando Rigel se escondía por la cúspide occidental de Montaña Águeda, distante a 2 km. Una semana más tarde lo hacía la constelación de Orión por el vértice oriental de la montaña.

 

Posición sobre el horizonte de los principales luceros del otoño

 

En la estación rupestre del Barranco de Balos entran en juego el mismo grupo de estrellas que, a principios de noviembre, al alba, coincidían aproximadamente su posición con los elementos naturales (montañas) del territorio.

 

Por último, en Altos del Coronadero, desde el conjunto de torretas se puede visualizar cómo, en las mismas fechas, el arco se convierte en un ventanal abierto a luceros como Rigel y Sirio para determinar el inicio de la sementera.

 

Después de 5 o 6 meses, entre abril y mayo, este conjunto de estrellas comienzan a desaparecer, determinando el inicio de la ciega (Revista Iruene nº 6, 2014).

 

Espacio y tiempo se funden para asegurar sus virtudes y encontrar el éxito -el sentido-. Todo debe mantenerse en orden y funcionando según el ritmo del cosmos desde un lugar fijo y en el tiempo establecido. Los canarios buscaron su principio ideológico coordinado y conectado, asociándolo a la topografía y al cielo.

 

Este vínculo llegó hasta nuestros días entre los campesinos canarios que, como bien recogen J. A. Belmonte y M. Sanz de Lara (2001), identificaron esta región celeste de Las Cabrillas (Las Pléyades), El Pastor (Aldebarán), El Arado (Cinto y Daga de Orión), La Yunta (Betelgeuse y Rigel) y La Gañanera (Sirio) como las estrellas agricultoras. Varios pastores de Canarias confirmaron que con la salida del Siete [Pléyades] empieza la siega y con su puesta la siembra. Es idéntico a lo que escribió el griego Hesíodo en el Proemio del Labrador de los Trabajos y los Días (800 a.C.): Empieza la recolección cuando las Pléyades, hijas de Atlas, se alzan en los cielos, y la labor cuando desaparecen

 

En definitiva, la observación sistemática de los astros originó un calendario preciso íntimamente asociado con la agricultura que podemos descubrir asociado a importantes aspectos de la arquitectura ritual y el paisaje.

 

 

Miguel A. Martín González es prehistoriador y profesor. La foto de portada es una recreación de Las Pléyades entrando por el Teide dando inicio a la sementera.

 

 

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