Revista nº 1041
ISSN 1885-6039

¿Patrimonio enlatado?

Lunes, 01 de Agosto de 2016
Javier Guillén
Publicado en el número 638

Créanme que no les miento, que si se tiran diez latas, diez latas permanecen en las orillas junto a nuestros patrimonios o en el acceso a ellos; y si se tiran veinte latas, justo veinte latas son las que no desaparecen...

 

 

Creo que esta imagen de estas tres cuevas, situadas junto a una antigua pedrera, es decir, cantera de piedras (en el término municipal de Granadilla de Abona, Tenerife, Canarias), bien nos vale para reflexionar a la orilla de nuestras conciencias desde las orillas de la carretera.

 

En estas islas nuestras, que acogieron a nuestros antepasados, nos acogen a nosotros y acogerán a los futuros, hay cosas más evidentes que otras. Y si continúan con la reflexión de este artículo, sin salirnos de la orilla de la carretera, llegaremos a las evidencias.

 

Es evidente, y me gustaría decir evidentísimo, que las orillas de nuestras carreteras están colmadas de patrimonio. Sí, de patrimonio, de tesoros valiosos de nuestra historia y de nuestro presente, se cuiden o no, se fomenten o no. Dicho de otro modo, lo que vale vale, se valore o no. Y para muestra de patrimonio a las orillas de nuestras carreteras un botón, o tres: estas tres cuevas, patrimonio histórico nuestro, que en su día albergaron a trabajadores, a familias, a vecinos con sus sueños, con su día a día, y que hoy quedan como testigos de una vida que aprovecha los recursos de la tierra armónicamente, sin dañarlos; y como testigos también de la vida que había por todo este lugar de la antigua pedrera. Y en las orillas tenemos no solo patrimonio histórico, sino también arqueológico, por ejemplo; como, sin ir más lejos, el conjunto de cazoletas y canales que lindan (o quedaron bruscamente interrumpidas) con una carretera que atraviesa el municipio de Candelaria. Y podíamos seguir con un orillado etcétera, pero tampoco nos perdamos en la carretera sino que sigamos con las evidencias...

 

Y la otra evidencia que les quería exponer es que hay cierta magia que no existe. Y no me refiero para nada a la que podemos denominar como la magia musical de la "Cantata del Mencey Loco", o a la magia natural de un bello barranco o de otros tantos bellos parajes de nuestras islas. Parajes, por cierto, en ocasiones atravesados por, o a orillas de, las carreteras también. Me refiero a la evidencia, y me sobra permiso para decir evidentísima, de que no existe esa magia que consistiría en que desaparece una lata al arrojarla desde el coche a las orillas de la carretera. Y déjenme también decirles que hay trucos de magia que al practicar su repetición se perfeccionan y terminan saliendo, pero tampoco ocurre así con las latas arrojadas a las orillas. Créanme que no les miento, que si se tiran diez latas, diez latas permanecen en las orillas junto a nuestros patrimonios o en el acceso a ellos; y si se tiran veinte latas, justo veinte latas son las que no desaparecen. Y ciertamente que desaparecen de nuestra vista al arrojarlas, pero lo cual no constituye ningún buen truco de magia, pues aparecen y permanecen, lamentablemente, junto a nuestro patrimonio.

 

Sinceramente que no para de sorprenderme la cantidad de latas que se siguen sumando a nuestras orillas; muchas de ellas curiosamente de una marca, que no voy a nombrar, pero que nos habla de monstruosidad, no pudiendo ser mejor ejemplo de una monstruosidad el haber arrojado, y seguir haciéndolo, tantas latas a las orillas, al suelo, a nuestro suelo.

 

Y he aquí que me viene a la memoria la sabiduría de nuestros mayores reflejada en esta historia o anécdota: La de aquella persona mayor que pese a tocarle el turno del chorro del agua estaba sufriendo el robo por un joven vecino. Pero este mayor, con toda tranquilidad, volvía a encausar o virar su agua cada vez que el joven se la volvía a desviar a su tanque. Hasta que en uno de estos momentos de robo y de volver a encausarla su propietario, se encontraron ambas personas junto a las tarjeas. Y nuestro sabio mayor solo le dijo: "tú me la quitas a mí, yo te la quito a ti; tú me la quitas a mí, yo te la quito a ti".

 

Y esto es lo que me viene a la memoria para seguir animándome y animándonos a no cansarnos, sino a seguir encauzando esta situación hacia el lógico destino; hacia el lógico destino que no es otro que el de darle valor a lo que tiene valor, como lo es todo nuestro patrimonio, y lo cual nunca se hará llenando las orillas de latas; latas que ya vimos que no son nada mágicas, sino que son trágicas.

 

 

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