La cochinilla o grana (Dactylopius coccus) de Canarias pasó de ser en el siglo XIX uno de los principales productos de exportación, por su alto poder tintóreo, que abastecía a países como Francia e Inglaterra para acabar convirtiéndose en la actualidad en un monocultivo en decadencia. Pese a tal declive, este codiciado tinte sigue despertando la curiosidad y el interés de artesanas como Nathalie Leturcq. De origen belga y afincada en Tenerife desde hace 30 años, ha comenzado a indagar y experimentar en el mundo de los tintes naturales y emplea este insecto para teñir sus confecciones realizadas con diferentes tipos de tela o punto. "Su resistencia a la luz y al roce impiden que el color obtenido se deteriore con el paso del tiempo por lo que se convierte en un material espectacular de muchísima calidad", asegura esta experta.
Leturcq siempre ha estado ligada al sector textil en todas sus variantes y especialidades (tricot, crochet, calado, lana...) desde su infancia. Su abuelo tenía una empresa de confección de punto y su madre era costurera por lo que todos los desechos de lana de la fábrica se aprovechaban para realizar multitud de prendas en la que participaban todos los miembros de la familia.
La primera vez que decidió comprar cochinilla y ante el desconocimiento de dónde se podía adquirir en Canarias, la solicitó por internet a Barcelona y "me costó carísima" -asegura-. Luego se dio cuenta de que las pencas o chumberas infectadas con este parásito estaban por todas partes en Tenerife y, desde entonces, ella misma se encarga de recolectarlas para posteriormente extraer y secar los granulos que corresponden a la hembra del insecto. Una vez seco, es necesario rehidratar el producto sólido durante 24 horas y tras un proceso térmico (se hierve el agua) se obtiene el colorante natural ácido carmínico (E-120), una vez colado y eliminados los residuos.
Durante el proceso de obtención del tinte "es muy importante la calidad del agua porque dependiendo del porcentaje de minerales que presente saldrá un color más o menos intenso. Una vez transferido el color se fija de tal manera al tejido que ni siquiera la lejía es capaz de eliminarlo. Nada que ver con los tintes artificiales o anilinas que no son resistentes al sol ni a los lavados", detalla Leturcq.
La cochinilla tiene un ciclo de vida de tres meses. La hembra almacena el tinte en su corteza. El macho es mucho más pequeño y es alado. El parásito permanece donde nace porque la larva se clava en la tunera y se hace adulta alimentándose de su savia hasta que muere. En realidad se trata de un plaga que con el paso del tiempo acaba destruyendo a la planta que lo alimenta. En Tenerife se puede encontrar tanto en la zona Norte como en el Sur pero, durante el invierno, prefiere las áreas más cálidas. Su presencia está en toda Canarias pero es Lanzarote la única isla donde todavía se mantiene como actividad económica con arraigo.
Según Leturcq, la presencia de esta plaga en el mundo tiene diferentes consideraciones. En Australia, por ejemplo, la tunera es una planta invasora y se introdujo la cochinilla para exterminarla, mientras que en países como Israel, la cochinilla está vetada porque la presencia de tunera es característica del paisaje. En otros continentes como América del Sur, tanto la tunera como la cochinilla son fuentes de riqueza. Perú es actualmente el principal productor del mundo. La cochinilla peruana se usa, además de para exportar al resto del mundo, para teñir la mayoría de las prendas artesanales que se fabrican en el país como tapices o indumentaria tradicional.
En 1856, el desarrollo de los tintes sintéticos (derivados del alquitrán de hulla), mucho más baratos que la cochinilla, precipitó la caída de este cultivo en Canarias. Los productores locales difícilmente podían competir en precios porque el proceso, al ser artesanal, era más lento y costoso. La introducción de las anilinas y su uso alimentario llegó envuelta en polémica y a día de hoy sigue suscitando controversia por su seguridad y sus efectos a largo plazo sobre la salud. Algunos se han terminado prohibiendo mientras que a los autorizados se les ha restringido su campo de aplicación. A todo esto, dice esta artesana, la cochinilla, al estar considerado un colorante natural inocuo, se emplea en alimentación, cosmética y farmacología.
La inquieta personalidad de Leturcq le llevó hace tres años a emprender junto a su socia Celia Méndez su propio proyecto Jóias Jonaina, una tienda online a través de la cual se pueden adquirir los artículos únicos, hechos a mano y en cantidades limitadas que esta diseñadora realiza en su taller de El Puerto de la Cruz. "El siguiente paso será montar mi propia empresa. Todavía no sé muy bien como lo voy a hacer pero tengo claro que esto es lo que me gusta hacer y es a lo que me quiero dedicar".
Uno de los logros personales de los que se siente más orgullosa es haber podido obtener el carné de artesana otorgado por el Cabildo Insular de Tenerife después de dos intentos. La primera vez que se presentó lo hizo con un trabajo a base de seda pintada pero el jurado de la Institución consideró que "le faltaba técnica y no lo terminaban de ver como una especialidad de artesanía canaria", por lo que no se lo concedieron en esa ocasión. Su persistencia en obtenerlo le llevó a decantarse por otra opción artística y eligió los tintes naturales para presentarse al examen por segunda vez. Y en esta ocasión acertó de pleno porque su trabajo le sirvió para conseguir la deseada certificación.
El uso de la cochinilla como tinte ha despertado en Leturcq una búsqueda constante por experimentar con todo lo que ofrece la Naturaleza: plantas, frutales y especias, muchas de ellas locales, cuyo pigmento verde, propio de la clorofila, actúa como una máscara que camufla el verdadero color de cada especie. Explica que las hojas de la higuera, además de desprender un aroma a jardín de infancia, permite obtener un amarillo alimonado mientras que de la viña el resultado es un mostaza. De condimentos como el azafrán canario se saca un naranja y un beige de la cascara de la cebolla por poner algunos ejemplos. También el vino tiene propiedades para teñir "ya que en su composición tiene todos los componentes para fijarse a una prenda", revela.
Lee, investiga, prueba y se forma en todo tipo de cursos relacionado con su sector. Todo su saber lo demostró, el pasado mes de julio, en la Escuela de Verano de ASAGA Canarias ASAJA, cuando impartió a los niños un taller para enseñarles cómo se podía fabricar el tinte partiendo del secado del insecto y su posterior utilización en el teñido de una prenda. Es el segundo que realiza, el primero lo llevó a cabo en un colegio del municipio de Los Silos. La buena acogida que tuvo le sirvió para ganar confianza y desde entonces esta artesana está dispuesta a seguir impartiendo el taller a otros centros o grupos que lo demanden.
Este artículo fue previamente publicada en el n.º 89 de la revista Asaga.