Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

GUERRA BETHENCOURT, Francisco (1785-1836).

Miércoles, 20 de Diciembre de 2017
Jorge Rodríguez Padrón
Publicado en el número 710

Escritor satírico n. en San Bartolomé (Lanzarote) y m. en Madrid. Estudia en el Seminario Conciliar de Las Palmas de Gran Canaria, centro en donde se difundieron entonces las ideas de la Ilustración.

 

En 1803, expone sus proposiciones sobre lógica y metafísica, discurso teológico de carácter racionalista y empirista. En 1811, abandona la carrera eclesiástica y regresa a su isla natal, protegido de un tío suyo, y allí permanece hasta 1817, entendiendo en los asuntos gubernativos de sus paisanos. Ese año, cuando ya se manifiesta partidario de las ideas liberales, es llamado a Tenerife por el comisario regio para ocupar el cargo de administrador de rentas. Se le encomienda también la redacción de una memoria sobre Aduanas, que defiende el librecambismo en las Islas. En 1820 es secretario de la Diputación Provincial de Canarias. Cesa en todos sus empleos en 1823, a la caída del régimen constitucional. Ese mismo año pasa a Madrid y, luego, viaja a París y a Londres. Regresa a Tenerife en 1824 y viaja a La Habana en 1826, al parecer como administrador de Hacienda. Pero allí ejerce como catedrático de latín y de idiomas, en el Ayuntamiento de Matanzas, hasta 1831, año en que es maestro particular de algunos notables de aquella ciudad. Redactor también de La Aurora de Matanzas, importante periódico político y literario de Cuba, entre 1828 y 1857. Allí fue notable su intervención como crítico de la enseñanza y la cultura de la isla, utilizando el pseudónimo de Buenaventura Creus. En ella defiende a Tomás de Iriarte de las críticas que Félix Tanco haría de su gramática; y a los canarios de las acusaciones de cerriles e ignorantes que el mismo Tanco había propagado. En 1831 se traslada a La Habana. Colabora entonces en la Revista Bimestre Cubana, eje del movimiento de renovación de modernización intelectual en Cuba, con la aportación de las corrientes más avanzadas de Europa y Estados Unidos. Vuelve a la Península en 1835, con un cargo en la Corte. Nombrado miembro del Tribunal de Cuentas, en Cuba, renuncia al cargo y ya reside en Madrid hasta su muerte. Entre sus obras, destacan: Soneto y epitafios al M.R.P. Presentado fray Antonio Verde (1813), de la que no se conservan ejemplares, lo mismo que sucede con La Laburiada (ca. 1809), sátira también contra el capitán Rodríguez de Laburia, que había perseguido a su familia. Bachillerías e ignorancias de los redactores de La Aurora de Matanzas. Insulto hecho a don Tomás de Iriarte y a la Provincia de Canarias (1830). Suyo es también el artículo crítico del Arte de hablar en prosa y verso, de Hermosilla (1831), aparecido en la Revista Bimestre; dos folletos, de notable repercusión política, sobre el sistema colonial, contra los diputados Montalvo y Saco, Cuatro palabras en contestación al breve discurso del Excelentísimo Señor Montalvo (1836), el segundo de ellos firmado con el pseudónimo de T. Palmario; y la traducción del inglés de El profeta de san Pablo, de lord Normandy, publicada en La Habana en 1838.

 

 

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