Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

San Mateo y el mito Tinamar.

Martes, 30 de Enero de 2018
Pedro Socorro Santana y Pedro C. Quintana Andrés
Publicado en el número 716

El topónimo Tinamar fue usado como supuesto nombre aborigen de la Vega de San Mateo (Gran Canaria) antes de la conquista y pudo deberse a un error cometido a mediados del siglo XIX por Pascual Madoz al confundirlo con el topónimo Jinámar.

 

 

El estudio de la toponimia canaria de origen guanche está lleno de problemas de todo tipo. Tal y como certeramente señala el filólogo Maximiano Trapero, «existen nombres que se dicen que son guanches sin serlo, nombres que aparentan ser españoles, pero que son guanches de origen tras un proceso de hispanización y nombres que son puras invenciones»1. También los hay producto de un error involuntario de quienes transcribieron documentos o mapas de la época. En este último caso hay que colocar el topónimo Tinamar, usado como supuesto nombre aborigen de la Vega de San Mateo antes de la conquista y que pudo deberse a un error cometido a mediados del siglo XIX por Pascual Madoz al confundirlo con el topónimo Jinámar, que, a partir de la aprobación del escudo heráldico municipal, en 1956, cobró tal fama que se ha convertido ya en un tópico conocido y repetido por todos. Probablemente, sin pretenderlo, Madoz fue el inventor del falso nombre aborigen de la Vega de Arriba que estudiaremos en este artículo.

 

La nominación de cada lugar -la toponimia- permitía la identificación meridiana de las peculiaridades del sitio y un mapa topográfico mental donde los interlocutores hablaban un lenguaje común. Dar nombre a un espacio fue un hecho común en Canarias desde la llegada de los primeros pobladores a sus costas, ya fueran aborígenes, castellanos, moriscos o europeos2. La toponimia varió y variaría según la tendencia cultural predominante, los intereses grupales, la política oficial o el cambio de usos del espacio señalado. En Gran Canaria, por ejemplo, aún se mantienen algunos de los primigenios topónimos aborígenes -casi todos alterados por la grafía castellana- o los establecidos por los europeos. Uno de los reconocidos como aborigen es el de Tinamar, denominación aplicada en la actualidad como alternativa a todo el pueblo de la Vega de San Mateo. Pero no podemos asegurar que ese fuera el verdadero nombre que los aborígenes dieron al lugar, ni siquiera referido a una parte concreta de este municipio. Sirva como precedente que la voz Tinamar es un topónimo nunca registrado en las fuentes documentales presentes en los archivos locales, regionales o nacionales ni en ningún otro registro histórico de las antigüedades canarias, salvo como topónimo de Tinajo citado por Chil Naranjo, o casi idéntico a Tinamala, que es también un nombre de la misma isla, tal y como puede comprobarse recurriendo al Linguae Canariae Monumenta de Wölfel, fiable en cuanto a la documentación de las voces guanches. Este topónimo referido a la Vega de San Mateo lo vemos reseñado por vez primera en el Diccionario geográfico estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar elaborado por el célebre liberal español Pascual Madoz entre 1845 y 1850, ya en el siglo XIX.

 

Pese a las numerosas recopilaciones geográficas de ámbito nacional registradas en esa centuria -Zufiría y Monteverde, Miñano, Olive- y los registros cartográficos de dicho siglo y el siguiente, en ninguno de ellos se recoge la presencia de dicho topónimo en referencia a la localidad grancanaria de San Mateo o de cualquier otra de las islas. Tampoco aparecerá dicho topónimo en las publicaciones posteriores referidas a este municipio como en los Datos para la Estadística Médica de la Vega de San Mateo, un libro realizado en 1888 por el médico del pueblo y futuro alcalde de Las Palmas, Federico León, ni tampoco en la paciente transcripción de las actas municipales del ayuntamiento veguero, entre 1849 y 1967, realizada por el actual cronista oficial, Pedro J. Rodríguez Suárez, que publicaría en su libro que, siguiendo la moda impuesta, lo titularía: San Mateo (Apuntes para su historia). De Tinamar a la Vega de Arriba (2001). 

 

La historia de un mito. Retrotrayéndonos en la historia, la zona comprendida entre el casco de la citada localidad y el cercano pago de La Veguetilla, a la entrada del pueblo, fue un terreno llano que pudo ser entregado en data durante los primeros repartimientos de la isla a Pedro de Porras, conquistador al parecer procedente de Burgos y regidor de Gran Canaria -lo era en 1491-, denominándose aquella zona concreta como Vegueta de Porras hasta los inicios del siglo XVII. Se da la circunstancia de que este Pedro de Porras actúa como escribano en la información que en 1502 realiza Catalina de Guerra, una de las primeras propietarias de tierras en La Vega; y es citado en 1516 como almojarife en la isla, poco antes de fallecer hacia 1519. Es, por tanto, el primer nombre castellanizado que se refiere a una zona concreta de la Vega de Arriba, que figura desde los primeros textos sobre la isla, acompañando a un topónimo aborigen, Atiacar, que sí aparece con frecuencia, aunque con múltiples grafías a lo largo del tiempo y que aún hoy designa a un importante pago de la Vega de San Mateo, posible cantón aborigen.

 

La Vegueta de Porras fue un espacio relevante en la vega alta durante el siglo XVI. La razón estaba en ser uno de los escasos espacios desmontados y roturados para el cultivo de cereales en la zona y localizarse junto a una propiedad del Cabildo insular. Montañas, barrancos y bosques rodeaban esta extensa parcela que, junto a la Vega Vieja -propiedad del Cabildo-, era uno de los terrenos más destacados entre Satautejo y el área de cumbres (Camaretas o la Mesa de Ana Benítez). Otro factor digno de ser considerado era ser un nudo de caminos en dirección a Teror-Utiaca, Tejeda o Tenteniguada-Valsequillo-Telde, por donde se trasladaban cereal, madera o productos artesanales de la zona, además, como toda La Vega, de encontrarse junto al barranco de La Mina. En fechas tempranas se menciona la explotación agraria en la zona, recogiéndose siempre topónimos castellanos, sin poderse localizar ninguna información sobre otros de origen preeuropeo. Las noticias sobre dicho espacio son parciales, aunque significativas tal como se observa en 1528, cuando el matrimonio formado por Francisco Déniz y Leonor de Robles arrendaba a Alonso de Tojo medio centenar de fanegadas de sequero en la Vega Vieja, lindantes con el barranco de los Canales y la Vegueta de Porras.

 

Sirva también como ejemplo que, en las Ordenanzas del Concejo del Cabildo General del lejano año de 1531, cuando se regula la guarda de las dehesas concejiles, destinadas comúnmente para pastos de los ganados, son mencionados distintos lugares de la verde zona del Centro insular cuando dicen: «Otrosy se señala por dehesa las vegas de Tasaute e vega Vieja e vegueta de Porras que están todos juntos una con otra para quando ellas o algunas dellas no se sembraren…»3. El primer vocablo nombrado, Tasaute, a la manera indígena de muchísimos nombres de raigambre bereber, y que se repite tanto en los Repartimientos de Gran Canaria como en el Libro I de Fábrica parroquial, queda registrado en las primera mitad del siglo XVI, referido solo a una parte concreta del actual casco de Santa Brígida; por su parte la Vega Vieja designaba entonces al actual espacio de El Gamonal, donde aún se encuentra el antiguo almogaren y el poblado aborigen de Lugarejo, y finalmente la Vegueta de Porras, que corresponde a una parte concreta de la Vega de Arriba, la actual denominación de La Veguetilla, cuyas tierras lindaban por el Este con el barranco de Las Canales (El Gamonal).

 

En pleno siglo XVI, la Vegueta de Porras debió pasar a nuevas manos, pero sin dejar de ser un lugar apetecido por los colonos para sus cultivos cerealistas. Así, el 27 de octubre de 1522, el calero de origen portugués Vasco Fiallo, vecino de Gran Canaria, arrienda a Rodrigo Suárez un pedazo de tierra de sequero que tiene en la Vegueta de Porras, que linda por una parte con el Lomo de los Caballos y de otras con las tierras de Lucas Martín4. El contrato se realiza ante el escribano Cristóbal San Clemente (protocolo 735). Poco después, en el testamento que Hernán Moro de Robles, el Viejo, de oficio herrador, suscribe el 26 de enero de 1552 ante el escribano García Ortiz dice poseer çinquenta hanegadas de tierras montuosas arriba de la vegueta de porras5. Son tierras que este hacendado portugués había logrado tras su ventajoso matrimonio con la viuda Isabel González, hija del conquistador Juan de Sanlúcar y de Isabel Guerra, la fundadora de la ermita de Santa Brígida y dueña de la mayor parte de la vega vieja de El Gamonal. Años después, en 1559, Rodrigo Martel daba a renta a Bartolomé Sánchez 20 fanegadas de tierras en la citada vegueta por una anualidad a cambio de la entrega de 10 fanegas de trigo, 4 de centeno, 4 de cebada y 2 de arvejas. Ese mismo año, doña Francisca de Sayas, viuda del regidor Francisco de Siverio, entregaba a renta 12 fanegadas de tierra en el lugar, lindantes con tierras de Hernán Moro. El citado Rodrigo Martel, racionero de la Catedral de Canarias, Leonor de Robles, Isabel Romera y Simón González, tres de los nietos de Hernán Moro, se repartieron y vendieron entre sí las tierras, cuevas y un molino heredado de su hermano difunto Luis Martel, tal como hicieron en marzo de 1560: «Unas tierras que son en la vegueta que disen de porras que lindan con tierras que fueron de Francisco Gonsales nuestro padre que al presente son del dicho Simon Gonsales e con la pared de la vega por abajo y los barrancos del Gamonal e las Canales e la mitad de un molino de moler pan ques en las mismas tierras y la mitad de unas cuebas e asiento en el dicho termino e las propias cuebas en que al presente viven e 50 doblas de un esclavo llamado Christobal todos lis quales dichos bienes eran del dicho Luis...»6. El vocablo vuelve a aparecer y, en su entorno, ya se habla tempranamente del molino de agua, el primero en la historia de San Mateo, que fue derruido a fines de la década de 1970 cuando se abrió la actual Avenida de Tinamar

 

Nuevos topónimos. Con el paso del tiempo, el fraccionamiento de la tierra, la roturación del monte y el asentamiento de numerosos foráneos transformaron el citado espacio surgiendo nuevos topónimos, siendo uno de ellos el que designó parte de la antigua vegueta con el nombre de la Vegueta de Matos, en honor a la hacienda familiar del capitán Francisco de Matos, adquiriente de gran parte de este terreno y descendiente del gran prestamista y capitán de las milicias el terorense Juan de Matos que, junto a su esposa María González, fundaría el 26 de julio de 1680 uno de los mayorazgos más importantes de la isla. Con el nuevo siglo, y el aumento de construcciones de nuevos hacendados, aquel espacio entre barrancos adoptaría la denominación actual de La Veguetilla, un caserío situado junto a la carretera del Centro, en el acceso al pueblo. Con anterioridad, en la parte alta del antiguo espacio prospera con rapidez el nuevo nombre de San Mateo con que se bautiza a la Vega Alta desde la bendición de la ermita bajo la advocación de dicho santo en el verano de 1651. La cuestión que habría que dilucidar sería qué razón llevó a Pascual Madoz a reseñar el topónimo Tinamar en la zona. Evidentemente, Madoz recibió información de un nutrido grupo de colaboradores, tal como lo manifiesta en su libro, necesarios en la época para lograr una recopilación tan extensa y densa de todos los municipios, donde muchos topónimos se verán alterados por el desconocimiento de la zona, su lengua de origen, producto de una lectura equivocada o, tal vez, debido a los errores administrativos, de imprenta y de anotaciones. No es de extrañar la sucesión de errores en la transcripción de los topónimos canarios como Temanfaya por Timanfaya; Fontanal-Fontanales, Foncaliente-Fuencaliente, Lagaete-Agaete o Tasadores-Cazadores. O los numerosos topónimos distorsionados por una mala lectura. Al contrario de lo establecido entre el común, Madoz no dio exactamente al término San Mateo el nombre de Tinamar, sino al riachuelo limítrofe con el pueblo, titulándolo Barranco de Tinamar, desbaratando toda posibilidad de denominarse antiguamente o en ese tiempo el lugar como tal, pues ambos topónimos se solaparían en algún momento temporal.

 

Además, un análisis de los mapas aportados por Madoz en su prolija obra puede dar alguna luz sobre este misterioso nombre no empleado antes de él y solo recuperado un siglo después como un elemento de singularización sociopolítica. En el mapa dedicado a reflejar la isla de Gran Canaria, grabado en Madrid en 1849 y que Madoz tomaría del cartógrafo y militar Francisco Coello y Quesada, se observa un largo barranco que se prolonga desde el pago cumbrero de La Lechuza, dentro del entonces término municipal desde la Vega de San Mateo hasta Jinámar, desembocando en la costa teldense por debajo del denominado Salto del Castellano. Debemos señalar, al respecto, que el citado barranco, en el tramo superior, linda con el pueblo de San Mateo llegando en su desembocadura hasta a una Jinámar, cuya J deformada podría confundirse con una T. No cabe duda de la gran similitud formal que se da entre ambos topónimos, aunque el primitivo lugar de Telde sí lo encontramos en otros lugares: Ginama (El Hierro) o Giniginámar, enclave de Fuerteventura cercano a Gran Tarajal7. El citado barranco al que se refiere Madoz sería el habitualmente conocido como de Las Goteras y su prolongación de la Cruz, el cual es tomado en su totalidad como de Jinámar o Tinamar en el mapa, y lindante, como se ha citado, con el núcleo de la Vega de San Mateo. Acaso la confusión entre Jinámar y Tinamar esté propiciada, en cuanto al cambio acentual, por la analogía con topónimo como Jacomar, Bajamar, etc.

 

Mapa usado en 1850 por Madoz, en el que se aprecia el barranco de Jinámar o Tinamar

 

El error de la cita perduró, pese a pretenderse derivar el topónimo del mundo aborigen y, por ende, del lenguaje líbico-bereber. Pero, aunque el nombre aborigen para la localidad de San Mateo sea, simplemente, un error de transcripción de un topónimo en el mapa, sí debe ser cierto que el prefijo Ti forma parte del vocabulario de los guanches, cuyo significado podría, según algunos expertos, ser mentón o vertiente escarpada8. Y aunque  creamos que el topónimo Tinamar o Tinamara pueda tratarse de un guanchismo, recogido en 1981 por el estudioso Francisco Navarro Artiles en su diccionario Teberite para nombrar un monte del pueblo de Tinajo; o Tinamarzan, vocablo ya en desuso que recoge el Diccionario Ínsuloamaziq referido un barranco de la Caldera en El Paso (La Palma)9, hemos de advertir que nunca, de manera autónoma, aparece el supuesto nombre aborigen o amaziq vinculado a la Vega de Arriba, sino, en todo caso, a la isla de Lanzarote. De entre los múltiples ejemplos a lo largo y ancho de Canarias, referidos a montañas, lo contienen, al menos, los siguientes: Tisalaya, Tinache, Tinajo, Tindaya, Tinamala (Guatiza), Tinisoria, Tigalate, Tiguerorte, Tijaraje, la mayoría de ellos referidos a la isla de Lanzarote, cuando el pueblo de San Mateo es, precisamente, un ejemplo de llaneza o vegueta fértil, donde brotaban sus dos fuentes de aguas Los Chorros y La Higuera. Además, la denominación de río en lengua árabe-bereber (al-wadi o gua/gui castellanizado) no parece ser una referencia válida para nombrar un barranco para una lengua preeuropea en Canarias, pues, en todo caso, sería de Guinamar o Guanamar.

 

Tinamar en el escudo heráldico. La ocurrencia de Madoz tuvo fortuna, aunque no inmediata, pues de ella se hace eco, un siglo después, el escudo heráldico de San Mateo. El 20 de diciembre de 1955, la corporación municipal presidida por el alcalde don Juan Pérez Rodríguez constata que no contaba con ningún emblema oficial que lo distinguiera en los documentos oficiales, tal y como ocurría con otras corporaciones, acordándose iniciar dicho expediente. De modo que el alcalde dirige un escrito, firmado junto al secretario José Luis Alabart Miranda, a la gestoría Las Palmas, que entonces regentaba el abogado Antonio de la Nuez Caballero, quien, a su vez, era secretario de El Museo Canario y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Las Palmas, para que redactara «un bosquejo histórico de esta vega, presentándolo a la mayor brevedad, en unión de un dibujo, para el proyecto del blasón o escudo que, basado en los hechos más destacados de su historia, pudiera ser adoptado por la Corporación»10. Así, se siguen todos los trámites reglamentarios y tras diferentes idas y venidas al Ministerio de la Gobernación y a la Real Academia de la Historia el proyecto del emblema veguero se aprueba por fin. Llevará por lema, sobre cinta de oro con letras de gules, la palabra Tinamar, «única conservada aborigen en la topografía del lugar, en recuerdo de sus antiguos y diseminados pobladores»11. Algo incierto, pues el vocablo Utiaca se mantenía entonces. Acaso detrás de toda esta impostura toponímica haya también la inclinación de algunos de nuestros munícipes a que su municipio tenga un pedigrí denominativo que lo entronque con lo prehispánico. Tal vez por ello haya triunfado acríticamente este nombre. Lo cierto es que, tras su descripción histórica, y su exposición pública, fue aprobado mediante decreto del Ministerio de la Gobernación del 21 de agosto de 1956 y publicado el 2 de septiembre de ese año en el Boletín Oficial del Estado.

 

Escudo heráldico de la Vega de San Mateo, y monumento en forja sobre el Kiosko de la Música de la Vega (fotos: P. S.)

 

El caso fue que el registro del nombre de Tinamar, como denominación antigua de San Mateo, se asentó con fuerza a partir de ese momento y fue asumido de forma general por la población. La referencia directa -y única- del topónimo al Diccionario de Pascual Madoz es inequívoca. El autor de la memoria histórica del escudo asumió que el término era aborigen y servía para designar toda la Vega de San Mateo. Lo más normal es pensar que si ese fuera el nombre primitivo de San Mateo, tal nombre hubiera pervivido hasta la actualidad y hoy sería el nombre oficial del municipio. Así ocurrió con Arucas, Teror, Telde, Artenara y tantos otros. Pero el escudo tuvo tal éxito y tanta influencia entre la población que, a partir de él, las citas se suceden sin cuestión. De modo que al siguiente año el supuesto vocablo aborigen sirvió para nominar a una agrupación folclórica que actuaba en las fiestas patronales12; y el profesor Rafael Gómez Santos, hijo predilecto del lugar, utilizaría el término Vega de Tinamar en su pregón de los festejos de 1958, voz que, sucesivamente y con orgullo patrio, repetirán los venideros voceadores. Hacia 1962 sería el equipo representativo de la lucha canaria del lugar el que llevaría el nombre; luego lo adoptaría un campeonato de fútbol sala (1979); dos años después sirvió para bautizar una Avenida y en 1982 un campeonato de rallye Slot, una emisora de radio (1990), una asociación de vecinos (2006) o lo toma para sí cualquier evento cultural o deportivo que se ponga en marcha. Así que esta es la historia del mito Tinamar convertido en tópico. 

 

 

Fuentes y bibliografía

1. TRAPERO, M.: «Tamarán, el supuesto nombre antiguo de la isla de Gran Canaria: un falso guanchismo por inexistente». Anuario Estudios Atlánticos, n.º 61. Casa de Colón, 20 de marzo de 2014.

2. La humanización de un espacio no solo está en el hecho de tomarlo en nombre de una nación, explotar sus valores en razón de unas necesidades económicas o instalar un contingente de personas como medio de urbanizarlo, sino también en hacerlo propio, asimilarlo, entenderlo y nominarlo. El conocimiento de nuestro entorno permitirá entenderlo adecuadamente, hacerlo nuestro y familiarizarnos con él. No es extraño que muchos de nuestros escasos campesinos sean capaces de hilvanar toda una serie de nombres de lugares, muchas veces diferenciados por unos pocos metros, con un saber acumulado por la experiencia, la cotidianidad y la inmersión natural en el paisaje, en una simbiosis genuina tan olvidada por el urbanita acostumbrado a seguir la nomenclatura oficial del espacio ciudadano y los gps de las variopintas creaciones tecnológicas.

3. MORALES PADRÓN, F.: Ordenanzas del Consejo de Gran Canaria (1531). Cabildo Insular de Gran Canaria, 1974, pág. 156.

4. AHPLP: Protocolo 735 del escribano Cristóbal de San Clemente, f. 728r-729r.

5. AHPLP. Testamento de Hernán Moro ante el escribano García Ortiz, 26 de enero de 1552, protocolizado ante el escribano Francisco Delgado Salazar, legajo 1061.

6. AHPLP. Legajo 773 del escribano Alonso Balboa, de fecha: 03 de marzo de 1560.

7. DÍAZ ALAYÓN, C. y CASTILLO, F. J.: Toponimia prehispánica de Canarias: Posibilidades, perspectivas y limitaciones. Universidad de La Laguna, 1999, pág. 331-358.

8. REYES GARCÍA, I.: Diccionario Ínsuloamaziq. Fondo de Cultura Ínsulaamaziq, Islas Canarias, 2001, pág. 422.

9. Ibidem.

10. AMSA. Acta de la sesión ordinaria del Ayuntamiento de la Vega de San Mateo, de fecha 20 de diciembre de 1955.

11. REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA. Expediente del Ayuntamiento de la Vega de San Mateo. Escrito del académico secretario perpetuo, de fecha, 30 de junio de 1930, aprobado por la sesión de la Academia, de fecha 22 de junio de 1956. ARCHIVO MUNICIPAL DE LA VEGA DE SAN MATEO. Expediente del Escudo Heráldico Municipal.

12. Falange, viernes 13 de septiembre de 1957, pág. 5.

 

- LEÓN F.: Datos para la Estadística Médica de la Vega de San Mateo. Departamento de Ciencias Médicas, Barcelona, 1888.

- DE LUCA, F. P.: «A don Pedro José Rodríguez: en torno a la voz Tinamar», La Provincia, 22 de diciembre de 2001. 

- NAVARRO ARTILES, F.: Teberite. Diccionario de la lengua aborigen. Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, 1982. 

- RODRÍGUEZ SUÁREZ, P.: San Mateo (Apuntes para su historia). De Tinamar a la Vega de Arriba. Las Palmas, 2001. «En torno a la palabra Tinamar» en el programa de las fiestas patronales de San Mateo Apóstol. Ayuntamiento de la Vega de San Mateo, septiembre de 2005.

- MADOZ, P.: Diccionario geográfico estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madrid, 1845-1850.

- WÖLFEL, D.J. (1996). Monumenta Linguae Canariae (trad. de Marcos Sarmiento Pérez). Gobierno de Canarias: Dirección General del Patrimonio Histórico (2 vols., 1.ª ed. en alemán, Graz, Austria, 1965).

 

• Agradecimiento al catedrático Gonzalo Ortega Ojeda, presidente de la Academia Canaria de la Lengua, por sus apuntes y correcciones. 

 

En la foto de portada se observa el actual pago de La Veguetilla, entrada al pueblo de San Mateo (foto: Pedro Socorro).

 

 

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Comentarios
Martes, 06 de Febrero de 2018 a las 09:44 am - Bentayga-7

#01 Hay nombres supuestamente indígenas pero que en realidad son erróneos y también nombres castellanos que son indígenas; por ejemplo, entre otros, el topónimo Nublo es una corrupción de la palabra indígena NUBRO ( y así lo pronuncian los mas viejos pastores de la zona ).