Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Último viaje de Galdós a Gran Canaria.

Jueves, 04 de Enero de 2018
Manuel Herrera-Hernández
Publicado en el número 712

A principios de noviembre Don Benito mostró interés en visitar la villa de Teror a su amigo el alcalde accidental de Las Palmas Rafael Massieu y Falcón. El viaje a Teror el día 6, martes, fue muy cansado porque aún no se había terminado la carretera desde Las Palmas.

 

 

A mediados de 1894 Magdalena Hurtado de Mendoza y Tate presentía que no le quedaba mucho tiempo de vida. Y, puesto que sus asuntos personales requerían inmediata atención, decidió que don Benito viajara a Las Palmas. El doctor Tolosa Latour, amigo entrañable de Benito Pérez Galdós, era también el médico de cabecera de su familia. El 24 de agosto de 1894 escribe Tolosa Latour a don Benito: «Ya sé que te vas a Canarias. ¡Qué bonito viaje! Si no fuera por el miedo que me produce el mareo iba allá. Pero no se puede hacer todo lo que viene en ganas».

 

El 4 de octubre de 1894 Galdós baja de Santander a Madrid y dos días más tarde viaja a Cádiz para salir hacia Las Palmas. Mientras espera un barco en Cádiz visita el Norte de África y, a su regreso el día 13, se encuentra con la noticia de que su cuñada Magdalena Hurtado de Mendoza acaba de fallecer en Santander. Se esperaba que el Pío IX llegara al Puerto de la Luz en las primeras horas del jueves, día 18, y se organizara hacerle un recibimiento entusiasta. Por esto el día 16 de octubre de 1894 el alcalde Felipe Massieu y Falcón publicó una alocución a los habitantes de Las Palmas. «Después de una ausencia prolongada por más de veinte años, habremos de sentir muy en breve intenso júbilo al ver, en el querido suelo natal, a nuestro conciudadano ilustre D. Benito Pérez Galdós…».

 

Al poner el pie en tierra resonaron generales aplausos y algunos gritos entusiastas de ¡viva Galdós!, ¡viva el príncipe de las letras patrias! Desde la escalinata del muelle hasta el lugar donde se hallaba situado el carruaje Galdós fue aclamado y cumplimentado por las distintas comisiones y corporaciones. Ocupó después un carruaje acompañado de su hermano Ignacio Pérez Galdós, del Alcalde y del Delegado del gobierno siguiendo una larga fila de coches hasta la casa de recreo que la familia de Galdós poseía en Santa Catalina. También el Ayuntamiento en sesión plenaria celebrada el día el 19 de octubre, presidida por el Alcalde, acordó por unanimidad entre otros honores colocar solemnemente en la casa natal de Don Benito una lápida conmemorativa. Días más tarde en el Diario de Las Palmas del lunes 29 de octubre de 1894 se preguntaba «qué hace Pérez Galdós» durante el tiempo que se encuentra entre nosotros. A Galdós solo se le veía en algunas ocasiones paseando por las calles habituales en su juventud. Los amigos íntimos que le acompañaban en sus paseos manifestaban que no cesaba de elogiar la impresión favorable que le ha producido la isla transformada por completo. Pero, a pesar de los cambios realizados, recuerda la antigua ciudad con sorprendente precisión y los nombres de amigos y personas singulares de la ciudad. En la prensa local se escribe que manifestó al presidente de la Confraternidad de San Telmo su deseo de poseer uno de los pequeños barcos que colgaban del techo de aquel templo con el propósito de que figure en su quinta San Quintín, en Santander. El presidente de la Confraternidad se acercó a Galdós y le expresó que podía elegir uno cualquiera de aquellos barcos.

 

A principios de noviembre Don Benito mostró interés en visitar la villa de Teror a su amigo el alcalde accidental de Las Palmas Rafael Massieu y Falcón. El viaje a Teror el día 6, martes, fue muy cansado porque aún no se había terminado la carretera desde Las Palmas. Allí Don Benito conoció al comerciante Manuel Acosta Sarmiento, que era el alcalde de Teror en 1894. Probablemente haría patente su interés en saludar a Juan Rivero García, que nació en Cuba, en Matanzas, hijo de emigrantes canarios, y que llegó a acumular un gran patrimonio en parte de la mano de Juan Negrín, padre. Pérez Galdós recibió las atenciones en la Villa de Teror invitado en la finca de Osorio en la que Adán del Castillo y Westerling invitaba a los visitantes ilustres. Y con Rafael Massieu y Falcón visitó la iglesia de Nuestra Señora del Pino acompañados del párroco don Judas Antonio Dávila, cuya gran obra fue la construcción del convento del Císter para las monjas bernardas de San Ildefonso. Pérez Galdós se interesó por el órgano de la iglesia y el párroco le informaría acerca de la historia del templo. Pero hay buenas razones para pensar que conversarían sobre las crónicas terorenses relacionadas con el estamento militar. El Regimiento de Milicias de Canarias eligió en 1787 como su Patrona a la Virgen del Pino. Galdós recordaría cuando, sobre las rodillas de su padre, escuchaba la actuación de las unidades canarias en la Península durante la Guerra de la Independencia. La Granadera Canaria contó con un cronista de sus andanzas. Fue don Domingo Pérez Macías y su hermano don Sebastián, el que sería padre de don Benito Pérez Galdós, que formaron parte de la Unidad como capellán y subteniente respectivamente. El capellán don Domingo Pérez dejó el manuscrito titulado Expedición a España del batallón de granaderos de Canaria. Notas del Diario que hizo don Domingo Pérez Macías, capellán de dicho Batallón. En aquellos momentos los grancanarios defensores de Cádiz se jugaban la vida y su invocación fervorosa a la Virgen del Pino les envalentonó en tal alto grado que un sargento llamado Juan Miguel Padrón escribió una carta comunicando que «… nos tiraron 180 tiros y no lastimaron siquiera un hombre, fue un milagro patente de la Virgen del Pino». Por estos hechos ofrecieron por devoción y agradecimiento a la Virgen del Pino un manto nuevo que, andando el tiempo, al parecer se ha perdido.

 

Después de la breve residencia de tres semanas en su tierra natal Don Benito embarcó el 9 de noviembre para Cádiz en el vapor Hespérides. Si obsequioso y cordial fue el recibimiento, no menos entusiasta fue la despedida en la mañana del día 9 de noviembre. Don Benito expresó a las autoridades, y asimismo rogó que lo transmitiera a los ciudadanos, su agradecimiento por las atenciones durante su estancia. A continuación entró en el landó con el Alcalde y su hermano el general Ignacio Pérez Galdós. Desde allí, y seguido de los demás carruajes que ocupaban las comisiones del Ayuntamiento y sociedades, se dirigió al dique de abrigo donde se hallaba atracado el vapor. En el momento en que llegó a su costado, la banda municipal hizo los honores al egregio escritor engalanando a seguida sus mástiles el Hespérides. El periódico de Cádiz La Nueva Era decía que llegó el lunes día 12 por la mañana de Canarias el notable novelista Benito Pérez Galdós. Apenas se conoció su llegada una comisión del Ateneo pasó al Hotel de Cádiz, donde se hospedaba el eximio literato, a visitarle. Galdós manifestó el mismo día de la llegada que tenía planeado marchar en el correo a Madrid donde pensaba estrenar Los Condenados ese año en el Teatro de la Comedia.

 

Don Benito regresó a su tierra natal en octubre 1894. Fue su último viaje a allí. Ya no volvió al lugar de donde partió. Algunos biógrafos afirman que expresó su deseo de ser enterrado en Madrid. Pero no existe, al menos yo no lo he encontrado, escrito alguno en el que don Benito manifestara ese deseo. Tampoco lo afirman los amigos que le acompañaban en la tertulia de su casa de Hilarión Eslava número 5. ¿Por qué no reposan los restos mortales en su tierra natal? Han pasado noventa y ocho años de su muerte. Ahora es imposible el traslado de Galdós a Las Palmas de Gran Canaria. La tierra de Galdós. Acaso se perdió la posibilidad después del fallecimiento de doña María Pérez Galdós y Cobián. Para muchos grancanarios los restos de Galdós no están en su tierra porque no se reclamó resueltamente los mismos y se incurrió así en una responsabilidad histórica.

 

 

Manuel Herrera-Hernández pertenece a la Asociación Española de Médicos Escritores.

 

 

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Comentarios
Jueves, 04 de Enero de 2018 a las 20:54 pm - victorio díaz marrero

#01 Justamente hoy hace un año que el Dr Manuel Herrera-Hernández, gran defensor y divulgador de la extraordinaria figura literaria de Don Benito, publicaba un interesante artículo acerca del Testamento de nuestro insigne escritor.

En el artículo que nos ocupa, en el que hace hace una descripción de la llegada y estancia de nuestro ilustre literato a su tierra natal, me ha parecido magnífica. Lo que no comparto es que considera que hubo irresponsabilidad histórica, por parte de las autoridades grancanarias de la época, en solicitar el traslado de los restos de Pérez Galdós a Las Palmas, su ciudad natal. Pienso, por el contrario, que Madrid fue siempre su ciudad de adopción y donde desarrolló toda su vida. No olvidemos que hacía 20 años que no visitaba la isla. Y después de su regreso a la Capital, no volvió jamás a visitar su tierra natal. Y pasaron 26 años hasta su fallecimiento. Creo que el lugar que le correspondía, a la hora de su muerte, era Madrid. Lo demás, un bello y poético brindis al sol.