Entre 1920 y 1926, las investigaciones de la profesora Sánchez Arbós y la colección de García y Sotomayor y Manrique de Lara empiezan a conformar un corpus notable. El profesor Agustín Espinosa* recogerá una muestra de más de cien romances en la isla de Tenerife (1927) y, con esa base, prepara su Flor primera de romances de las Islas Canarias que no llegó a publicar, aunque una breve muestra apareciera en las revistas La Rosa de los Vientos* (1927), de Tenerife, y Azor (1933), de Barcelona. La colección de Menéndez Pidal se acrecienta con nuevas aportaciones de los hermanos de la Rosa Olivera, de Francisco García Fajardo y Martín Bayoll. En 1940, la Biblioteca Canaria* publica un Romancero canario. Antiguos romances tradicionales de las islas, con veintitrés romances de las distintas colecciones conocidas hasta entonces. En 1944 se editan Cinco romances canarios, de Luis González de Osuna, con nuevas versiones de Folklore infantil, de Luis Diego Cuscoy. Entre 1948 y 1951, el profesor Pérez Vidal* publica en Madrid treinta y tres versiones de romances de la isla de La Palma; en 1950 publica y estudia tres versiones de "El marinero chasqueado" y, en 1951, dos nuevas versiones de "La muerte del príncipe don Juan", recogidas también en La Palma. Trabajos todos que, notablemente ampliados, recopiló en 1987 con el título de El romancero de la isla de La Palma. En 1955, las investigaciones de las profesoras Mercedes Morales y María Jesús López de Vergara aportan unas sesenta y seis versiones de más de doscientos romances, y catalogan las colecciones ya publicadas o inéditas, en Romancerillo canario. De 1966 es el trabajo del profesor Sebastián Sosa Barroso* Calas en el romancero de Lanzarote, con treinta y dos nuevas versiones de veintitrés romances. La paciente investigación de todo este largo periodo se reunirá, en dos volúmenes de 1969, en La flor de la marañuela. Romancero General de las Islas Canarias, dirigido por el profesor Diego Catalán, con seiscientas cuarenta y cuatro versiones. Manuel J. Lorenzo Perera recupera diversas muestras de romances en su libro El folklore de El Hierro (1983). De 1987 datan las muestras recogidas por Jesús María Godoy en su Romancero de Lanzarote y las aportaciones del profesor Cullen del Castillo*, en su libro misceláneo La Rosa del Taro. Debe anotarse también el trabajo de recolección y clasificación de romances de la isla de Tenerife emprendido por el profesor Benigno León Felipe y sus alumnos de la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado, de La Laguna (Tenerife). Pero los últimos y más completos trabajos sobre el romancero de Canarias, para cada una de sus islas, se deben al profesor Maximiano Trapero*, que ha explorado con detalles las versiones de los diferentes romances de cada rincón, y de manera especial la tradición particular de La Gomera. Todo ello con estudios musicales de Lothar Siemens*.