Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Las Tapadas.

Martes, 15 de Marzo de 2022
Carmen Marina Barreto Vargas
Publicado en el número 931

A propósito del taller Entretelas, titulado Tapadas, en la Casa Lercaro del Museo de Historia y Antropología de Tenerife el próximo 25 de marzo de 2022, a las 18:00 horas. Esta exposición intenta desvelar cómo las mujeres no han sido un objeto sino un sujeto de la cultura.

 

 

En todas las épocas y culturas, las diferentes maneras de vestir están relacionadas con códigos sociales, morales y estéticos. La sociedad impone normas y restricciones que se expresan y representan sobre los cuerpos. Esta propuesta expositiva sobre Las Tapadas en Canarias permite comprender cómo hasta el siglo XIX la tradición de imponer a las mujeres el uso del manto y saya para cubrirse el rostro y observar el mundo solo con un ojo, está relacionada con las maneras de disciplinar el cuerpo femenino. Al mismo tiempo, se invita a pensar cómo la indumentaria puede ser usada formando parte de una experiencia de emancipación.

 

Históricamente, los cuerpos de las mujeres han estado sujetos a constantes evaluaciones y juicios que el poder masculino les ha impuesto. El prestigio y status social de la familia se sustentaban en remarcar el honor y valor de los hombres y resaltar la virtud femenina del recato y la vergüenza. Cubrir el cuerpo de las mujeres se relacionaba con las expectativas masculinas de control y autoridad, encargadas de legitimar los regímenes de movilidad y los modos de comportamiento de los cuerpos femeninos en el espacio público.

 

Esta perspectiva de la indumentaria de las Tapadas como opresión se complementa con la experiencia de resistencia y autorrealización de las mujeres desde el siglo XVI. Las mujeres canarias también vieron en la indumentaria que las cubría una oportunidad para construir, a través de un lenguaje corporal y visual, su manera de entender las relaciones entre la privacidad, la amistad, los afectos, los deseos y el espacio. Instrumentalizaron la indumentaria para participar tanto en la vida social como religiosa, y así construir redes y conexiones entre ellas. En consecuencia, esta exposición intenta desvelar cómo las mujeres no son un objeto sino un un sujeto de la cultura y cómo esta pieza indumentaria de las Tapadas puede leerse como un dispositivo cultural de género.

 

Introducción. Desde tiempos de la colonización, casi todos los pueblos y ciudades importantes del Archipiélago fueron recinto y albergue de las Tapadas. Esta remota costumbre femenina de ocultar el cuerpo bajo diferentes ropas daba a la mujer un aspecto más próximo al Cercano Oriente que a Occidente, de ahí que este atavío llamara tanto la atención y mereciera más alusiones y descripciones que ningún otro de la región.

 

Introducido por los colonizadores, convivió con otros indumentos; por una parte, los usados por las clases pudientes que seguían los dictámenes de la moda del momento y, por otro lado, los trajes de vivos colores usados por los campesinos, perdurando esta costumbre de taparse en nuestra región casi un siglo más que en el resto del territorio nacional.

 

Su origen. Al hablar de Las Tapadas, nos estamos refiriendo a las mujeres que para salir a la calle se embozaban con diferentes prendas, ocultando parte del cuerpo y rostro, al tiempo que dejaban a la vista los dos ojos o solo uno; es por ello que se las conocía por la denominación de tapadas de medio ojo, arrebozadas, cobijadas, cubiertas, tapadas a lo morisco, etc.

 

Para algunos autores, esta costumbre fue introducida en la Península por los semitas hacia los siglos IV y V de nuestra era; mientras que, para otros, el tapado lo tomaron las españolas de los árabes, iniciándose esta moda en Sevilla a lo largo del siglo XV, y encontrándose en la centuria siguiente ya extendida por dicho territorio peninsular.

 

Su doble finalidad. Nacido en el recelo de los orientales hacia sus mujeres, el tapado fue aceptado más tarde por el cristianismo como expresión de honestidad, decoro y recato, que permitía a las mujeres substraerse de las miradas curiosas de los hombres, presumiendo con ello poner a buen recaudo la virtud de las doncellas, la fidelidad de las casadas y la compostura de las viudas. Pero pronto la moda fue utilizada con otros fines, convirtiéndose en el perfecto aliado para estimular la curiosidad y el deseo de los hombres, y en el cómplice perfecto de galanteos, salidas furtivas y lances amorosos de todo tipo.

 

Las prendas que usaban para taparse. Durante el siglo XVI, las mujeres se embozaban con diferentes prendas de la familia de los mantos tales como:

-El mantillo, que es un pequeño manto semicircular muy usado por las mujeres de pueblo. Estas prendas dieron lugar a las mantillas usadas por los pueblos de casi toda la Península Ibérica, Islas Baleares, Canarias e Iberoamérica.

-La mantilla, que en el siglo XVI designaba un manto rico de variada forma de géneros nobles, usado por las clases pudientes.

-El manto, cuyo origen es el más remoto, a la vez que posee varias formas y tamaños.

 

Ilustración de Alfred Diston en la primera mitad del XIX

 

Las tapadas en la literatura. En nuestra literatura clásica se hacen constantes menciones a las tapadas que daban lugar a frecuentes situaciones de intriga y equívocos. Así, son citados por Lope de Vega en Las bizarrías de Belisa; Tirso de Molina en La celosa de sí misma o El amor médico; Calderón de la Barca en El escondido y la tapada; y, también, en sor Juana Inés de la Cruz en su comedia Los empeños de una casa.

 

Lo mismo ocurre con los viajeros franceses de la época de Bertand y la condesa D`Aulnoy, que en sus respectivas obras Diario de un viaje y Viaje por España en 1674 y 1680 se hacen eco de la presencia de esta costumbre.

 

Las prohibiciones. Los excesos y abusos a los que el tapado favoreció dieron lugar a que pronto se dictaran leyes prohibitorias bajo multas de diferentes cuantías, que como siempre ocurría, tenían poco efecto o repercusión:

-En 1590, Felipe II intenta abolir esta costumbre por medio de pragmáticas que fueron renovadas cuatro años más tarde.

-Hacia 1600, lo mismo hizo Felipe III y con igual resultado infructuoso.

-En 1639, Felipe IV dicta pragmática de prohibición que hace extensiva a toda la Península y posesiones de ultramar.

-Durante el siglo XVII, Carlos II hubo de renovarlas varias veces con iguales resultados infructuosos.

-En el siglo XVIII, Carlos III reprime esta costumbre con severidad, dictando pragmática el 28 de junio de 1770 con gravísimas penas de obligado cumplimiento

 

Así el tapado desapareció de nuestras ciudades más importantes, no ocurriendo lo mismo en algunos rincones del reino, donde el manto y el mantillo siguieron ocultando a las mujeres hasta mediados del siglo XIX.

 

Las tapadas en Canarias. En Canarias, la costumbre de taparse perduró hasta mediados del siglo XIX y debió de estar muy arraigada a juzgar por las numerosas descripciones que tenemos de ellas. Los comentarios demuestran que también aquí el tapado tuvo la doble función de honestidad y recato para ir a la iglesia, y cómplice de salidas furtivas y galanteos.

 

En el Archipiélago se embozaban con dos tipos de prendas: las mantillas blancas guarnecidas con seda y a cuyas portadoras se las conocía propiamente por tapadas; o con el manto sujeto a la cintura y subido por la cabeza, cuyas portadoras se dice que iban de Manto y Saya.

 

La costumbre de taparse con la mantilla estaba casi tan extendida como hacerlo con el manto -especie de segunda enagua exterior que se llevaba normalmente puesta y que para salir se subía por su parte trasera sobre la cabeza-, disponiéndolo de tal manera que cubría de la cintura para arriba dejando sólo un ojo al descubierto. También perduró la costumbre del uso del manto en algunos trajes tradicionales de la isla de La Palma. En cambio, en Gran Canaria, el taparse con la mantilla blanca o negra para salir de casa perduró hasta la década de los sesenta del siglo XX.

 

 

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