Revista n.º 1122 / ISSN 1885-6039

SARMIENTO SALOM, Miguel (1876-1926)

Miércoles, 26 de octubre de 2022
Jorge Rodríguez Padrón
Publicado en el n.º 963

Prosista n. y m. en Las Palmas de Gran Canaria. Su padre, hermano de Claudio F. Sarmiento*, es capitán de fragata, y mercante con su propio negocio de astilleros, que fracasa y debe aceptar un trabajo burocrático en el Puerto.

Detalle de la edición de 1927 de 'Lo que fui'

Dejó inédito un Diario de navegación, de 1866, en el que da cuenta de una de sus vueltas al mundo. Murió prematuramente y, en 1890, la madre decide trasladarse con sus hijos a Palma de Mallorca, en donde residía su familia. El futuro escritor, que había hecho sus primeros estudios en el Colegio de San Agustín*, pasa allí sus años de formación. Mientras, Arturo*, su hermano mayor que tanto le influyó, estudia Derecho en Barcelona. Hay algún testimonio de ese período de su vida en un artículo que publicara en La Atlántida (Las Palmas de Gran Canaria, 1901), en donde habla del “amor por toda mi tierra abandonada allá abajo, en las soledades infinitas de otro mar”; “de mis playas queridas, de mis azoteas blancas”. Tras concluir el bachillerato, pasa a Barcelona con la intención de estudiar también Derecho; pero abandona ese proyecto y se interesa más por el arte y la literatura del momento modernista en Cataluña. Hace sus primeras incursiones en la pintura y la escritura. Se suma a las tertulias de la bohemia barcelonesa. Amistad con Gabriel Alomar, de los Santos Oliver, Josep Pla y Santiago Rusiñol; llega a conocer a mosén Jacinto Verdaguer, en los últimos años del escritor. Coincide con el madrileño Martínez Sierra y con los canarios Federico Cuyás y Gómez Bosch, que están por entonces en la capital catalana. Y a los pintores Utrillo, Casas, Mir; y hasta a un joven Picasso, a quien celebra en uno de sus artículos. Funda y dirige el diario La Tribuna (1904), colabora en La Vanguardia, dirigida entonces por de los Santos Oliver, y en La Publicidad. Envía colaboraciones a los periódicos grancanarios El País, Ecos o España, este dirigido por su hermano. Y a las revistas Florilegio* (Las Palmas) y Castalia* (Santa Cruz de Tenerife). Ejerce como corresponsal en algunas ciudades europeas, desde donde envía crónicas a La Jornada, en Madrid. La amistad con Alomar o Rusiñol hacen que muestren su afecto; con Rusiñol, incluso, llegaría a escribir una pieza teatral, La juerga triste. En 1907, en el curso de una breve estancia en Las Palmas, funda -junto a su hermano Arturo- el periódico La Ciudad. A partir de su matrimonio, en 1912, fija su residencia en Palma de Mallorca, donde nacerán sus hijos. Animado por su hermano, que se ha instalado en Las Palmas, reclamado por un grupo de amigos políticos para mover la vida cultural, y que funda una editorial y el semanario España, Miguel decide regresar con su familia a Gran Canaria (1923) y fijar su residencia definitiva allí. El entonces alcalde de la ciudad le encarga la redacción de una Guía de Gran Canaria. Reside en la calle Pérez Galdós, cerca de Tomás Morales*. Mantiene estrecha relación con él y con Alonso Quesada*, Jordé* o Francisco González Díaz*; con Domingo Rivero*, Saulo Torón* o Ignacia de Lara*, entre otros. Pero será su pariente cercano, Baltasar Champsaur Sicilia*, quien deje honda huella política en él. Tiene también el proyecto de fundar una revista moderna, Isla, pero no llegó a realizarlo: una enfermedad intrascendente que se complica (“No puedo morir tan pronto”, diría) precipita su muerte. Además de los artículos que escribiera para la prensa, y de algunas obras menores (Jeromo, Pitujilla o El presidiario), publicaría dos novelas cortas: Muchachita (1899), aún en Mallorca, y Así (1909), ya en Barcelona, prologada por Santiago Rusiñol. Tras regresar a Mallorca, publica el libro de cuentos Al largo (1915), ilustrado con sus propios dibujos y con prólogo de Gabriel Alomar. En “La Jaira”, último relato de ese volumen, hace referencia a la experiencia de la IGM en Canarias. Este relato se incluiría luego (años 1940) en la colección Biblioteca Canaria*, de Leoncio Rodríguez. Lo que fuies una suerte de memoria personal (“recuerdos amalgamados -dice el autor- de un alma vacilante y dispersa que cruzó por el mundo con honda nostalgia de ser lo que no fue”), aunque se había publicado en prensa, no aparece como libro hasta 1927, un año después de la muerte del escritor, en una edición promovida por su mujer. Traduce del catalán El jardín abandonado de Rusiñol. En 1978, el Cabildo de Gran Canaria, en las ediciones del Plan Cultural, publica un tomo de sus Obras escogidas; en 1990, el Gobierno de Canarias, incluye en la colección Biblioteca Básica Canaria* una selección de su Obra narrativa. En 1993 y en 2005 se publican sendas ediciones de Lo que fui: La de 2005, por Domibari editores y el Gobierno de Canarias.

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