Revista n.º 1069 / ISSN 1885-6039

Literatura y discapacidad desde Canarias.

Sábado, 27 de mayo de 2023
José Miguel Perera
Publicado en el n.º 993

Echedey Medina acaba de colocar una significativa piedra fundacional, entre las últimas generaciones de escritores canarios, en torno a la creatividad literaria y las discapacidades, esto es, una apuesta desestabilizadora para que repensemos las realidades todas.

Portada de Nervio séptimo.

 

 

¿Qué fue primero: la memoria o el nacimiento? ¿La genética o la violencia corporalizada de los ancestros? Y lo último, ¿qué será? ¿La muerte o la herencia que dejemos, el fin definitivo o la frustración de todos los deseos que habíamos empujado, que habíamos encargado a la fe y a la esperanza? ¿Qué fue anterior: el síndrome o la interpretación socorrida y normalizada de la extrañeza? ¿El síntoma o su modo adelantado y prejuicioso de acogerlo? ¿El síntoma o la política de la enfermedad?

 

Y sobre todo, más allá del después y de los orígenes, ¿es posible separar enfermedad y política? (Suena de fondo, en esta pregunta y en las siguientes, la interesantísima propuesta de la escritora chilena actual Lina Meruane). ¿Es ciertamente la enfermedad un asunto íntimo, una cuestión individual? ¿Es nuestro cuerpo un depósito de traumas cabalgantes por las oleadas históricas de nuestros familiares, de nuestros coterráneos, de nuestros espacios y rincones latentes, escenarios de calamidades, hambres, asesinatos, violaciones, virulencias? Se tenga más o menos en cuenta en las políticas institucionales sanitarias, ¿cuánto afecta o puede afectar nuestra enfermedad al círculo de personas que rodean nuestras existencias: en la familia, con nuestras amigas y vecinos, en el trabajo…? ¿En qué estriba el aislamiento o la empatía entre el síntoma y nuestras secuelas, entre nuestros síntomas y las secuelas que dejan en los otros?

 

¿Y las discapacidades? ¿Qué es exactamente una discapacidad? ¿Qué es ser capaz? ¿Cuánto hay en la incapacidad de personal y cuánto de político? ¿Desde dónde, desde qué posición se gradúan las capacidades y las discapacidades, las inutilidades? ¿Cuánto hay de capitalismo y de socialdemocracia –si se me permite decirlo así– en estas clasificaciones? ¿Cuánto de occidental? ¿Cuánto de accidental? ¿Cuánto hay de negocio y utilidad, cuánto de agresión corpomental? ¿Cuánto de elección social para que los engranajes económicos no dejen de producir? ¿Cuánto hay de sistémico y estructural en las valoraciones graduales de las discapacidades? ¿Qué es normal y qué extraño? ¿Qué es lo humano y qué bárbaro, qué dorámico (de Doramas), qué calibánico (de Calibán)? ¿Qué se considera marginal? ¿Cuáles son las fronteras entre la incapaz y la discapaz? ¿Cuánto hay de discapacidad o incapacidad en la escalada que va desde la pobreza más radical a la riqueza extrema? ¿No es la pobreza económica una de las más altas discapacidades sicosociales? ¿Cuáles son exactamente las diferencias entre una inutilidad sensorial y una imposibilidad severa, monetariamente hablando? ¿Cuánto de incapacidad –en la sociedad capitalista neoliberal de las imágenes chorreantes– hay en ser africano, negro, mujer, transexual, hablante de español canario o cubano, cosa o gente rural, incapacitado por acomplejado o en ser alumna con pocas luces para afrontar una prueba como la EBAU o para terminar la ESO… y un infinito etcétera (imaginemos todas las marginaciones de las que ni siquiera hoy somos conscientes, y que llegarán…)? ¿Quién ha puesto estas limitaciones? ¿Cuánto mandan en ellas las mayorías? ¿Quiénes son aquí las mayorías y quiénes las minorías?

 

¿Y la palabra? ¿Qué tiene que decir en todo esto la expresión verbal configuradora de mundo, o de buena parte de él? ¿Qué significan las palabras discapacitado, incapacitado, inútil, disfuncional? ¿Desde qué perspectiva vienen inspiradas? ¿Cuánto tienen de metáfora y cuánto de literal? ¿Cuánto de simbólicas, cuánto de amorosadas y cuánto de violentas? Y si de posibilidades o imposibilidades retóricas hablamos, ¿cuánto hay en todo esto, para lo bueno o lo malo, de creatividad y de literatura? ¿Es la literatura, en tanto que ámbito por el que se desplaza la imaginación y la ficción, un lugar propicio para poner a temblar estas clasificaciones e institucionalizaciones de nuestra cotidianidad? Y de forma explícita, ¿cuánto ha dedicado la literatura, con sentido directo, a las incapacidades, a las consideradas sociopolíticamente disfuncionalidades? En la sociedad del presente, donde lo que no se puede vender casi no tiene cabida, ¿es la literatura, y especialmente la poesía, el más alto grado de las incapacidades verbales? ¿Para qué sirve el poema en medio de los estímulos de las máquinas, la publicidad instantánea, las palabras limitadas en textos planos, en vídeos de dos segundos, en el titular más simplón? ¿No es la poesía la gran incapaz?

 

Paula Fernández y Echedey Medina.

Paula Fernández y Echedey Medina durante la presentación en El Toscal

 

Creatividad y discapacidad. De todo esto y de algunas otras cosas nos zarandea, y nos anima a zarandear, la propuesta verbal que presentamos: el Nervio séptimo (CAM PDS, 2023) de Echedey Medina Déniz. Si cada asunto nunca llega de remplón, si bien es cierto que nada llega de la nada, el tema de las discapacidades (muy cercano al de las enfermedades y al de los cuidados) podríamos afirmar con rotundidad que apenas ha sido agarrado desde las manos de la literatura, y menos desde las de la poesía, cuando es una vía enormemente rica, necesaria y fundamental por todo lo que ayuda a ensanchar y sugerir, por todo lo que pone a temblar en las importancias humanas relacionadas con el poder y la colonialidad, con la violencia y la solidaridad, con el respeto y las diferencias, el entendimiento o la incomprensibilidad, el amor y el odio, vengan de donde vengan. Tampoco ha sido este motivo claramente acercado desde nuestras concreciones canarias… En mi propia creación poética, deudora en buena medida de posiciones cercanas a la filosofía de la liberación y al pensamiento descolonial, se pueden rastrear aspectos diagonales que se entremezclan con las discapacidades sensoriales, con la sordera y la ceguera, con las imposibilidades… Incluso he derivado en los últimos tiempos, de forma explícita, en llevar a cabo acciones conjuntas (como el pasado noviembre en un congreso en París o este 18 de mayo de 2023, en el CAAM, dentro de un recital poético) en las que mis poemas fueron acompañados con traducciones en lengua de signos. No será casual, entonces, que esté hoy en esta coyuntura lanzando, a propósito de este libro, una deriva crítica prácticamente ignorada en tantos contextos, acá y acullá.

 

Sin embargo, es Echedey Medina –y especialmente con esta llamativa prosa poética– quien acaba de colocar una significativa piedra fundacional, entre las últimas generaciones de escritores canarios, en torno a la creatividad literaria y las discapacidades, esto es, una apuesta desestabilizadora para que repensemos las realidades todas a partir de su perspectiva íntimo-política. Nadie antes lo había hecho con tan deliberada presencia y conciencia, sobre todo cuando dicha posición es indisociable en Nervio séptimo de la búsqueda –desde las singularidades rurales insulares– de un lenguaje por crear, de un lenguaje que se esfuerza por hacerse diferente pues inédito es el punto de mira que desea proponer.

 

La expresión es un bloque prieto, amasijo semántico, sintáctico y gestual que pone a sentipensar la corpomentalidad del creador y del lector. Por eso en toda escritura que se precie no es solo cuestión de temas, de exclusivos motivos planteados: lo fundamental es más bien la actitud que adquieren las pieles de la lengua. Y en la oferta que Medina Déniz nos lanza hay escorzos, hay estiramientos, abrazos, caricias y cachetones verbales… Hay un lenguaje, o la expresión de una búsqueda de un lenguaje, que para mí viene a ser paralelamente lo mismo.

 

Para quien les habla, es un privilegio ser testigo directo de un libro como este, que semanas atrás fue por vez primera presentado en el barrio de Carretería de Moya (Gran Canaria), enclave que se torna pieza elemental para interpretarlo, de donde es nuestro autor. Posteriormente se acercaría a los lectores en el campus de Humanidades de la ULPGC y en Teror junto a Coralia Quintana. Esta es, pues, su cuarta presentación. De manera esquemática podríamos subrayar que el libro nos parece clave al menos en dos vertientes: 1) en la trayectoria vital-literaria de su autor (este poemario da un salto hondo con respecto al anterior, Una segunda oportunidad sobre la tierra, de 2019); y 2) en las propuestas poéticas, sanadoras y políticas dentro de la joven literatura canaria actual.

 

Con dolor. Aunque aparentemente Echedey Medina (en su barrio, en su pueblo, en el mundillo literario) se nos muestre un personaje jovial, alegre y socarrón, con la literatura desea –espeta su libro– “construir un mundo propio que destruyera este, para arrebatarle los signos a un mundo y ponérselo a otro menos hostil”. Por lo que nos enfrentamos a un dispositivo de dolor, con dolor, a pesar de que –o precisamente por que– lo que se desea es aminorarlo y transformarlo.

 

¿Y cuál es ese universo invasivo de violencia y cruz, explícita o contenida? Su propia vida, la vida personal de Medina, la vida íntima de su protagonista, su perspectiva parcial de la existencia que ha concebido hasta ahora en ciertas formas que –conectadas con las visiones de la sociedad en la que convive–, en parte, le incomodan y le han hecho marearse y tumbarse, marearse y ahogarse.

 

Pero la boca de este libro sabe muy bien que nuestro pulso personal está lleno de voces, de voces vivas y de voces muertas. Esa es la condición política de todas y todos: no vivir aisladas, a pesar de las virtualidades, y menos de la palpable cotidianidad: el trato diario con la familia, los pasos habituales hacia la casa de los abuelos y de algunos vecinos, la rotonda, los bares de Carretería (de la Carretería, como suele decir), los cuentos de los mayores, los deseos y las llantinas de las ancianas… Por eso este libro es de Echedey y, al compás, también de su colectiva familia que es y no es él; es un poemario sobre sus abuelos, que son y no son él… Es más, tengo la impresión de que Nervio séptimo se accionó (in-, sub- o transconscientemente) desde el momento en que la abuela comenzó a manifestar su desmemoria, su hologramática presencia. Pero la memoria de los mayores se encarna en estas páginas, principalmente, en la voz del abuelo como coronel del barrio que obliga al recuerdo obstinado; desde la casa de la esquina (frente al parque vuelto toro blanco del vacío) donde compartir café para accionar la palabra, echados al calor de una puerta semiabierta. Allí, juntando tiempo y espacio sin límites, se hace carne uno de los más radicales actos políticos en nuestra sociedad cainita del presente: la parada para hacer los cuentos, la parada para escuchar la rememoración, las sílabas de las muertos, las historias más duras y enfermantes del barrio, la de todos esos seres que pueblan los cuerpos de familias humildes, callosas de manos y de almas, duras de rictus, llenas de máscaras. Historias de las que siempre se ha oído hablar, tantas de refilón por prohibidas, por sufridas, por reprimidas… Y por encima de todo cuelgan aquellas traspasadas por el estallido del sufrimiento, como –en Nervio séptimo absolutamente vertebral– la del ahorcado balanceándose en el nisperero, matraquillosamente recordado por el abuelo y por la culpa de toda la población, por la culpa de los egoísmos, de la ambición, de las gulas de la violencia; amén de por la heredada culpa del inútil nieto –pájaro Echedey ladiado– que escucha en una pasividad potencialmente repleta para el comprometido testimonio literario. Inútil en su condición (diría in-condición) que ahora se siente capaz de tomar la palabra alimentada no solo de aquellos otros libros que servían de refugio a la vida consuetudinaria bruta (en esto es primordial la intertextualidad con Pedro Páramo, de Juan Rulfo); sino –y sobre todo– de aquella literatura que vive y aflora en las orales y frustradas bocas de las viejas, necesitadas de unos oídos como los del poeta también ansiosos por curarse, por sanarse. La cura del colectivo es la cura del individuo; la cura de la más secreta intimidad personal no es ajena, con la palabra zamba y discapacitada, a la de los muertos maltratados de la historia; es la medicina política que quiere forzar el desvío del curso maldito –heredada cuota pendiente– de las generaciones rajadas y que en el deseo utopiza igualdad, abrazo y amor. Palabra política y literariamente redentora.

 

Por eso decía que también es un libro del barrio, desde el barrio (“un pueblo que había cambiado tiendas de fiar por supermercados, y más tarde asaderos de pollos”): porque el dolor personal se entremezcla con sus historias, con sus difuntas, sus anécdotas, sus secretos más cerrados. Y es entonces cuando Medina, o las variadas siluetas que lo conforman en Nervio séptimo, asume ese sentido de existencia (para tantos inválido e improductivo en medio del capital y del negocio avasallador) que procura transformar la vida a través de múltiples y concretos mecanismos lingüísticos que ahora no tenemos tiempo de desgranar…

 

Portada de Nervio séptimo.

 

Cura y sanación. Con este libro Medina Déniz ofrenda una posibilidad de comenzar a descolonizar el mundo y la lengua literaria desde su exclusiva perspectiva discapaz… Nervio séptimo es un artefacto explícito que cuestiona las estructuras violentas del poder, y que –personalmente creo– debe seguir siendo explorado y explotado. Si hace un tiempo que esta deconstrucción se viene llevando a cabo desde núcleos que encarnan marginalidades, desde el feminismo, algo desde la ecología y la sostenibilidad, desde las diversidades sexuales…, el ámbito de las discapacidades (y lo que cuestionan de la estructura sociopolítica en la que andamos) ha de comenzar a ser pasto frecuente en la literatura, concretamente en la literatura canaria, que –por cierto– ha encarnado histórica e identitariamente (en las valoraciones e intercambios entre personas y pueblos) posiciones subalternas y precarias análogas a las de los inútiles sociales y a las de los discapacitados de todo tipo, a las de las mujeres maltratadas, a las de las brutalidades racistas y los clasismos.

 

De esta forma, podremos ir comprendiendo la respiración y la vida desde otros tactos, con un lenguaje diferente que las catapulte. Porque esta es la vía de la cura y la sanación, la transmutación anudada entre el escritor, el barrio, sus muertas y muertos, Canarias y los que en el mundo no tienen voz, o les es recortada; cura de vivos y finadas que esperan que gente como él los ayude a redimirse. Echedey Medina y su condición, su in-condición, junto a la palabra poética, remarán por la vía que su verbo propone a favor de un universo en el que transite algo más anchamente la paz que deseamos, y adonde todas queremos ir... Así que, sobre esta su voz, ¡iremos, iremos!

 

 

Este texto fue leído casi en su totalidad, días atrás, durante la cuarta presentación de Nervio séptimo, en la Asociación Blanco y Negro del barrio de El Toscal (Santa Cruz de Tenerife). Acompañando al poeta también estuvo, junto al autor del presente escrito, la profesora de la ULL Paula Fernández.

 

 

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