Revista n.º 1073 / ISSN 1885-6039

Alajeró y el destierro del capitán.

Martes, 14 de noviembre de 2023
Pablo Estévez Hernández
Publicado en el n.º 1018

Quiero contar una historia de un capitán y su familia; y de su estancia en Alajeró, en La Gomera. Una historia donde el significado del lugar cambia con el tiempo y con las presencias. En esta historia hay una fuerte constancia de un tropo concreto, de una palabra contradictoria unida al movimiento que la informa: el destierro.

Cholita.

 

 

Desterrar es sacar un cuerpo de una tierra entendida como “originaria” y “propia”. Pero los cuerpos nunca desaparecen en un vacío, sino que pasan a habitar un lugar llamado también de destierro, como si ese lugar no tuviera más sentido que el mantener fuera de la realidad a seres que no se comportan acordes a un sistema político determinado. Los desterrados, cuerpos sacados de su equivalencia con la tierra, tampoco son cuerpos validos en este sentido. Sin duda, uno de los mayores destierros del siglo XX y lo que va del XXI ha acontecido con una descolonización fallida que dio pie a una guerra en el Sahara Occidental, expulsando violentamente a muchas y muchos saharauis hacia una zona de destierro, a la hamada en el desierto argelino, prolongando su exilio por más de 40 años ya. Muchos años antes de eso, otra forma de destierro se hizo operativa de manera inversa, cuando el colonialismo español concretó que el Sahara era español y que esos cuerpos que nomadeaban el territorio tenían una raza, unas tradiciones y una cultura inferior y en veces deleznable a la suya, desligándolos de su territorio y sus recursos.

 

El capitán Francisco Pérez-Pérez, nacido en Alicante, llega a este territorio en 1927 desde la ciudad de Las Palmas, donde había contraído matrimonio con Teresa Reina, con destino en La Agüera, provincia del entonces Rio de Oro. Pérez enarbola al poco tiempo la bandera republicana y (siquiera siendo como lo fue un agente colonial en la forja de un giro imperial importante en esta zona del mundo) se comportó de manera atípica, diferente al modo de ser paternalista de otros africanistas, militares o no. Realizó tres viajes por el interior, conociendo a las distintas facciones saharauis; convivía intensamente con las gentes del lugar; aceptaba costumbres y sus hijas y mujer vestían habitualmente las ropas tradicionales del lugar. Su hija mayor, llamada Cholita por los saharauis, murió con cinco años de tosferina y fue enterrada en La Agüera, a donde fueron a compartir el duelo mucha gente del interior.

 

El capitán Pérez no aceptó el golpe militar de Franco. Se encontraba en Las Palmas en ese momento de permiso y no sacó la tropa a la calle (“su amigo Prudencio Guzmán le conminó tantas veces como pudo para que se integrara al cuartel y se adhiriera”, cuenta Tona). Los compañeros militares le piden que tenga prudencia, pero él se mantuvo fiel a sus valores republicanos. Entonces es que vienen a buscarlo y lo embarcan en un pesquero junto a toda su familia: tres hijas (Mina, Teteye y Luisa Sahara, conocida como Ueita), un hijo (Paquito), dos ahijados de origen mauritano (Bibí y M'seida) y su mujer, embarazada. El capitán Pérez creyó que su destino era ser arrojado al mar, como estaba ocurriendo con mucha disidencia política en Canarias, pero desembarcan en Playa de Santiago y le es informado de su destierro en Alajeró. Así lo cuenta Tona: “Parecía que el destino fuera a ser tirarlos al mar, pero fueron desembarcados en San Sebastián de La Gomera. Mi madre dio a luz en Alajeró de La Gomera el nueve de diciembre de 1936 y pienso que esa fue la ayuda que pudo prestarle los amigos militares, sobre todo Prudencio Guzmán, que tal vez nunca olvidó la deuda contraída en la guerra de Marruecos”.

 

Cholita.

Cholita

 

El geógrafo Julián Plata Suárez realizó una investigación donde recogió testimonios en Alajeró de los avatares del capitán. Pérez se desempeñó en distintos trabajos: fue agricultor y cabrero, y también ocupó el puesto de maestro… Vivieron en la casa “del Estanco”, donde nace la sexta hija, Tona, y luego en la del “Anden”. “Soy la menor de los hijos de ese capitán Francisco Pérez Pérez y mi nombre es Asunción, aunque siempre me han llamado y me llaman Tona”, me cuenta la última hija al conocerla. ¿Qué pensaría el capitán de Alajeró? Un Alajeró de secano, previo al control de los Rodríguez López y de la familia Olsen, con sus intensas transformaciones territoriales para el desarrollo de la agricultura de exportación (tomates y plátanos). ¿Qué sería el destierro para él? ¿Recordaría a Cholita cuando recorría el territorio con sus cabras? Cuántas cosas en movimiento con esta familia. ¿Qué es “lo nativo” en esta historia y qué es “el exilio”? La presencia del capitán y su peculiar historia nos pueden servir ahora para reflexionar sobre las transformaciones del territorio, sobre el sentido y la violencia de rendir un territorio como “destierro”. ¿Quién decide el destierro? ¿Qué paradojas puede encerrar desde una mirada nativa? ¿Qué provoca el sentido de destierro en el lugar? ¿Qué es la tierra que se pisa para alguien desterrado o desterrada?

 

Nada es seguro”, escribía el palestino Edward Said. “Estar en el exilio es estar en un estado celoso (…) y supone dibujar líneas alrededor tuyo y tus compatriotas”, pero el exilio y el destierro también dan una pluralidad de visiones, de tener consciencia de diferentes dimensiones que supone, “para tomar prestado una frase de la música -un contrapunteo”.

 

 

Relato contado a través de una entrevista y correspondencia con Asunción Pérez, Tona, hija del capitán Francisco Pérez-Pérez.

 

 

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