Días atrás, el Festival Folclórico de Gran Canaria rindió tributo, en Teror, al amigo Abelardo García, el Tormento. Es uno más de los muchos homenajes que nuestro pueblo ha hecho al querido y conocido Tormento, parrandero de aceite y vinagre al que su apodo hace buena justicia. Hoy hago algo que tenía pendiente desde hace muchos años, desde que la noche y la guitarra se me metieron, silenciosas, en el alma. Donde tal vez siempre anidaron.
Abelardo se ganó el título de amigo mío la tarde que se apareció en mi casa, sin esperarlo yo, guitarra en mano, para cantarme “Las Mañanitas” en medio de un memorable tenderete por mi cumpleaños. Aquella noche en la que resucitamos a José Alfredo Jiménez había gente sentada hasta en los escalones de la azotea.
Abelardo, sus primos Juan y Paco, mi tío Ramón, Hipólito, mi tío Luis Déniz (Luis el de Maye) o Santiago el del timple son para mí lo mismo: extensión de mi propio brazo en la sangre de la memoria, viva muestra de nuestra identidad isleña e hispánica. La ranchera, el bolero, todo folclore, son mi íntimo refugio y la balsa de mis penas; crecí escuchando a mi abuela Lala cantar de memoria “El hijo desobediente”. Hoy me atrevo a ponerle palabras a todo este sentir para devolverle al Tormento, en vida, algo de lo mucho que sembró en mí. ¡Échate otra, Abelardo, que todavía tenemos tiempo!
Folías para Abelardo García el Tormento
Fuiste a nacer en la boca
Las Madres te dio su gracia,
Hay entre Firgas y Moya
Tu alma es de aceite y vinagre,
Ahí viene el Tormento,
Eres el tercer Tormento
Tiendes tu mano al amigo,
A la salida del templo
Por San Antonio de Tejas,
Voy con el Tormento
Supiste dejar en mí
Tengo mi fe en este vuelo,
Echedey Medina Déniz
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