La música despierta en nosotros emociones variadas, pero no las más terribles, tales como horror, miedo, ira, etc., sino más bien los sentimientos más cálidos, como dulzura y amor, que se transforman en devoción. Posiblemente estos sentimientos confusos y poderosos hagan surgir el sentimiento de lo sublime... Y eso es lo que hizo sentir a muchos de sus alumnos Paquita Jiménez, un personaje de Tamaraceite (Gran Canaria) del que quizás no se ha hablado mucho pero que dejó su huella en muchos niños y niñas, haciéndoles despertar sentimientos musicales. Recuerdo pasar por el Paseo de los Mártires y escuchar el piano de Paquita, que era el deleite para todos los chiquillos que por allí caminábamos.
Nació en Telde el 25 de julio de 1933, pero muy joven se trasladó a Tamaraceite, tras su amor, Santiago Henríquez Guinart, un conocido agricultor de esta localidad. Santiaguito Henríquez la acompañó durante sus primeros años de matrimonio en sus estudios de solfeo, piano y violín. Como quiera que en los años sesenta del pasado siglo no existía en la isla ninguna Institución dedicada a la formación oficial de concertistas, sino una Escuela Elemental de Música en Las Palmas, Paquita se trasladó a Santa Cruz de Tenerife con el propósito de desarrollar allí su carrera. En 1971, finaliza, de este modo, sus estudios en el Conservatorio Provincial de Música y Declamación de Santa Cruz de Tenerife. A partir de ese momento, y como no existía un gran número de compositores e intérpretes de carrera en la isla, sino instrumentistas de oído, se convierte en una figura central en lo que era el pueblo de aquel entonces, donde la cultura era un signo de identidad del mismo. Por ello, son muchos los vecinos de Tamaraceite los que se acercan a su casa de Paseo de los Mártires con el fin de solicitar ayuda y formación musical dado que, al tocar el armonio durante la celebración de la misa en la iglesia de San Antonio Abad, dedicar parte de su tiempo libre a afinar, con la ayuda de un diapasón, los órganos de tubo que existían repartidos por toda la isla, entre ellos el de la Catedral de Las Palmas y la Basílica de Arucas, comenzó a ser conocida.
A partir de ese momento empieza a impartir clases privadas a muchos jóvenes que, con el día a día y el éxito obtenido en sus exámenes de canto, de coral e instrumento, la hicieron muy popular. Su trato amable, conocimientos de música de cámara, transporte y acompañamiento al piano, historia y estética de la música se hicieron cada vez más evidentes por los comentarios de los distintos tribunales que se constituían y trasladaban a esta isla para realizar los exámenes oficiales de solfeo, coral y piano.
Tocando el violín con sus tíos en una excursión a la Cumbre
La organización de rondallas, zarzuelas, coral de voces, entre ellas la del Colegio San Antonio María Claret, con numerosos eventos dispuestos en el Teatro Pérez Galdós, antiguo Círculo Mercantil, plaza de San Marcos (Venecia), plaza del Duomo de Milán e incontables teatros repartidos por la Península, la hicieron, cada vez, más conocida. Su labor musical fue ampliamente aplaudida dentro y fuera de la isla hasta tal punto que, en la segunda mitad de los setenta y primeros años de los ochenta, fue reconocida por su virtuosismo en la ejecución de partituras al piano y al violín e invitada de manera continua por el Palacio Real con el fin de participar ante SSMM y músicos de todo el mundo en diferentes conciertos del cuarteto y quinteto español con música de cámara.
Su repentina enfermedad y fallecimiento prematuro, a la edad de cuarenta y nueve años, truncó lo que, con toda seguridad, iba a ser una carrera extraordinaria, excepcional, en todos los aspectos, y generosa siempre con el público. Sin duda, al mencionar hoy aquí su nombre, muchos la recordarán. Todos los que con ella aprendieron a tocar instrumentos musicales, perfeccionar el canto y adentrarse de alguna manera en el mundo de la música, la habrán tenido en mente en innumerables ocasiones.
Dijo Albert Einstein “Si no fuera físico, probablemente sería músico. A menudo pienso en música. Vivo mis sueños en música. Veo mi vida en términos musicales. No puedo decir si habría podido hacer alguna pieza creativa de importancia en la música, pero sí sé que lo que más alegría me da en la vida es mi violín”. Paquita Jiménez es un reflejo del pensamiento de este genio de las matemáticas ya que ella solo veía su vida con la música y era lo que más alegría le daba, porque así lo transmitía. Ella nos dejó hace muchos años ya pero sus notas estarán para siempre en sus alumnos y también en el corazón de Tamaraceite gracias al recuerdo que han compartido sus hijos Paqui, Santiago y Héctor Henríquez con este que les escribe y que se ha limitado a trascribir sus recuerdos y pensamientos. Muchas gracias por compartir tan linda historia.