Cuando hablamos en Tamaraceite de don Adán del Castillo, lo relacionamos con la palabra educación, porque gracias a este hombre y a su enorme bondad muchos de los niños y niñas de este barrio capitalino pudimos formarnos y acceder al primer colegio de la zona. Por ello me gustaría recordarlo y que lo conociéramos un poquito más en detalle, sobre todo las generaciones de alumnos y alumnas que por sus aulas hemos pasado en sus 61 años de historia. Este artículo está documentado en una entrevista que le hicimos algunos alumnos de 8.º de EGB a varios de sus hijos en 1978, como fruto de un trabajo de clase para conocer la figura de quien ponía nombre a nuestro centro. Vaya desde aquí mi reconocimiento a todo ese grupo del colegio Adán del Castillo entre los que estaban Noly, Juana Fuentes, Claudina, Pablo, Miguel, Pepe Ponce, Luciano, Carmen Ángeles, Cruci, Rosario, Lucas, Juan Miguel, Maricarmen Montañez, Luis, Laura, y tantos otros que formábamos esa generación.
Don Adán del Castillo y Westerling, nacido en Las Palmas el 19 de febrero de 1845, fue una figura notable tanto en la historia de su familia como en la de Gran Canaria. Perteneciente a una familia de ilustre linaje, su vida y sus acciones reflejan los valores y principios que marcaron su época.
Don Adán era el noveno hijo de don Agustín del Castillo, cuarto conde de la Vega Grande, y de doña Ana Westerling y Massieu. La familia Castillo desciende de los conquistadores de Gran Canaria, Hernán García del Castillo y su hijo Cristóbal, quienes fueron parte de la primera expedición del General Juan Rejón en 1478. Esta familia jugó un papel fundamental en la fundación del Telde cristiano y en la construcción de la parroquia de San Juan Bautista.
Según nos contaron sus hijos, don Adán del Castillo recibió su educación inicial en el colegio de San Agustín. Aunque su padre planeaba enviarlo a la Península para continuar sus estudios, las responsabilidades familiares le impidieron hacerlo. Sin embargo, continuó perfeccionando sus conocimientos en agronomía en Gran Canaria, campo en el que tenía un gran interés debido a las propiedades agrícolas de su familia.
Don Adán del Castillo y su mujer se casaron en 1878: ella procedía de la antigua familia de Manrique de Lara, de la que fue mayorazga, y tuvieron siete hijos. Su esposa fue señora de gran corazón y de gran carácter. siempre estuvo comprometida con el bienestar de su comunidad. Tanto que don Adán y ella participaron activamente en la instalación de un Hospital Militar de emergencias en Las Palmas durante la guerra de Cuba. Además, donaron terrenos en Guía para la creación de una granja agrícola y, a pesar de la falta de apoyo gubernamental, intentaron fundar una guardería infantil. Una de sus contribuciones más destacadas fue la cesión gratuita de terrenos en Tamaraceite para la creación de un centro educativo que lleva su nombre. Esta acción refleja su compromiso con el desarrollo y bienestar de la gente que habitaba en aquellos lugares por donde él tenía tierras. En Tamaraceite, sólo había una escuela unitaria de cuatro unidades, dos de niños y dos de niñas, cuyos maestros eran don Lorenzo, su cuñado don Santiago, doña Ángeles Marrero y doña Antonia Pérez. Estaban situadas en la casa que está enfrente de la iglesia y otra en La Montañeta. Años más tarde, sobre 1962, justo antes de desaparecer, estaban situadas en la Carretera General. La de las niñas estaba donde ahora vive la familia de Fernando Arencibia, y enfrente la de los niños, en la casa que está al lado de la antigua sede de la Federación Las Medianías. Eran maestros de las mismas don Manuel Balbuena, don Marino, doña Antonia y doña Ángela.
Don Vicente Artiles, farmacéutico en Tamaraceite y concejal del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, ante el desbordamiento que sufría esta unitaria, pidió un colegio de 14 unidades para el pueblo. Se lo concedió de 8, inaugurándose en septiembre de 1963, siendo su primer director don Manuel Balbuena. Al colegio se le puso como nombre C. N. Adán del Castillo en memoria del donante de los terrenos. Estaba situado en un lugar muy céntrico ya que en estos terrenos había un campo de fútbol donde se disputaban grandes torneos de aficionados, sobre todo en verano, denominado Llanos de Juanito Amador. Por esa época empezó a construirse de la mano de los propios jóvenes jugadores, en unos terrenos cercanos, lo que sería el campo Juan Guedes, por lo que aquellos torneos veraniegos pasaron a un terreno de mayor categoría.
El colegio, al año de su inauguración se quedó pequeño, ya que Tamaraceite estaba acogiendo a una población procedente de zonas rurales que se estaban instalando en el casco y en los barrios de alrededores. Por estos años empezó a construirse las viviendas del Patronato Francisco Franco, conocido por Los Bloques, que llegaron con mucha población infantil. Por ello se tuvo que ampliar en 1964, construyéndose las dos torres laterales.
La vida de Don Adán del Castillo y Westerling es un testimonio de servicio desinteresado y compromiso con la comunidad. Fue, según nos contaron sus hijas, un hombre muy activo pero sin ambiciones, enemigo de las intrigas y luchas políticas. Vivió como toda su familia las vicisitudes del país en el último tercio del siglo XIX y parte del XX, pero sin demasiadas apetencias ya que siempre prestaba su colaboración más desinteresada a cuanto significara servicio a la patria y a nuestra tierra. Él vivió, como todos, las circunstancias y conflictos producidos aquí por el derrocamiento de Isabel II, la Segunda República, la monarquía de Amadeo de Saboya y más tarde la Restauración en la persona de Alfonso XIII. Don Adán del Castillo fue nombrado caballero de la Gran Cruz del Mérito Agrícola y Presidente del Consejo de Fomento de Las Palmas. Participó en la primera junta del Cabildo Insular en 1912, donde desempeñó un papel importante en el desarrollo de políticas agrícolas y de fomento económico en la isla.
Su legado en Tamaraceite y en toda Gran Canaria sigue siendo recordado y honrado por las generaciones actuales. A través de su ejemplo, aprendemos la importancia de la dedicación a los valores familiares y al progreso social. Pero sobre todo ha tenido una gran influencia en el porvenir educativo de nuestra gente de Tamaraceite. Por ello es de bien nacidos ser agradecidos y Tamaraceite, a pesar de los años transcurridos, continúa siendo agradecida con este gran benefactor.