I
A todas las personas asistentes,
a quienes nos escuchan, aun distantes,
autoridades, párroco, escuchantes
de la llamada, siempre reincidentes:
La Señora nos convoca. De su gentes
son las respuestas, prontas y expectantes,
las réplicas devotas, incesantes
veredas de promesas diligentes.
Se entrecruzan caminos y en el centro
de la tierra, la tierra late, dentro.
Es nuestra cita añera, nuestra enseña,
lo que nos une, ciñe, estrecha, abraza,
nuestra forma de ser; es nuestra casa
Vega de Río Palmas y La Peña.
II
Aquí el pregón se hace vivo recado,
anuncio que revela la proclama,
inicio de la fiestas, obra y flama
que enciende con promesas lo pactado.
Aquí el camino activo, transitado
por peregrino el paso que derrama
esperanza festiva como llama:
La Peña que repite el tiempo andado.
Ermita santuario, regocijos.
Encuentro de la Imagen con sus hijos.
Oratorio de credo; exaltación
ha de sentir rendido, pregonero,
todo este pueblo junto, por entero,
que es quien escribe, unido, su pregón.
Virgen de La Peña,
Reina y Soberana,
dadme vuestro auxilio
no se pierda mi alma.
Fuerteventura es la nada
que se convierte en el todo,
tierra hecha al acomodo
de soledad, orillada.
Es la gavia descarnada
en el llano de un tablero,
es el veril de un pesquero
al borde del infinito
mar de sentires: el grito
de un terruño al solajero.
La nada es Fuerteventura
en el todo convertida,
luz que nos brinda vida
con más vida que procura.
Ondulación en largura
descubriéndose en lo agreste.
Viento desde el noroeste,
cielo -solar cristalino-
amplio en su espacio, contino
desparrame de celeste.
Aislamientos florecientes
de tiempos que se repiten,
soledumbres que compiten
con andares precedentes.
Resultante de sus gentes
hecha a labores sin par.
Campiña que se abre al mar
extendido en horizonte,
orilla arenal, remonte,
puerta de un puerto de amar.
Despejada singladura
del día a día orillado,
mundo que rota estancado
en solariega figura.
Uniforme en la textura
de los campos extendidos.
Lugareños adheridos
a florecer pedregales,
crónica de los anales
graneros reverdecidos.
Isla convertida en fuerte,
ventura abierta al mañana,
llanura que surte grana
por simple paisaje inerte.
Terreno donde se advierte
su destino en armonía:
pueblo que lucha a porfía
por mantener la estructura
maestra de una figura
cambiante en el día a día.
Fuerteventura es ayer
por hoy en día mudado,
es lo remoto cambiado
en lo que queramos ser.
Es añejo renacer
con vocación de ser lumbre.
Es camino mansedumbre
de los pasos del ahora,
es la esperanza que mora
apoyada en la costumbre.
Es avutarda, cabrilla,
perinquén, queso, puchero,
redondillo majorero,
es la apañada, la ardilla,
el malpeis, la tarabilla,
es el cherne, es el zurrón,
es gofio del escaldón,
lucha canaria, porretas,
es majalula, seretas
de tunos, mojo picón.
Es el molino olvidado,
es la vieja hecha jarea,
es barquillo en la marea,
es el baifo destetado,
pella de gofio amasado,
parales, aulaga al viento,
es el gajo del sarmiento
centenario, es el olivo,
el aceite y el cultivo
que cosecha el sentimiento.
Gavia, vuelta del pastor,
vela latina, cebada,
chicharos, lata, cuajada,
terrero de luchador,
es la fachenda; el sabor
de salitre y maresía,
es la polca a la porfia,
es gambuesa y es jorado,
es llano desparramado,
es el cardón de Jandía.
Es la costa del mariante,
natero, guirre, gueldera,
es el barrunto, la estera,
y la rondalla bailante.
Es la Fundación pujante,
la Ópera, el cordobán,
personas que formarán
rancho de ánimas, la taifa,
la liña, el cabozo, baifa,
bandullo, fija, zaguán.
Marcas de mar, cabañuela,
pandorga, santiguadora,
centro comercial en hora
punta, el mandil de la abuela.
El fechillo, taramela,
veril del mero, bardino,
el goro, el burro, el cochino,
pispo, ganado guanil,
la lechera con fonil,
los bocoyes para el vino.
Es palmeral marginado,
es añero tajorase,
trigo morisquillo en jace,
es el guiri asoleado,
es el campo abandonado,
es la costa construida,
el timple, la isa corrida,
el jallo, el ruido y, también,
es lo que se engloba en
Fuerteventura querida.
Es el viejo horno de cal,
la atarjea, la escudilla,
la penca con cochinilla,
es tablero y pedregal.
Imagen de un santoral
en ermita franciscana,
el roncote, la rondana,
las salinas, son los caños
y es el paso de los años
entre el ayer y el mañana.
De un corre corre constante
toda la isla es presencia:
cruceros de la opulencia
y pobre gente inmigrante.
Un tirar hacia adelante
con nuestro paso que apura.
Ausencia de la mesura
o control será su sino,
pues, ¿cuál será mi destino?
pregunta Fuerteventura.
Es pajero restaurado,
es el taro renaciente,
la torna de la corriente
en cualquier surco olvidado;
pie de romance cantado,
marcas de cabras, pandullo,
Gairía, Tao, Bayuyo,
Orejas de Asno, Tindaya,
guelfo, millo, duna; playa
a donde arriba el orgullo.
Es futuro floreciente
misturado con templanza
si llega la gobernanza
a dominar la corriente.
Es paisaje diferente
el que ondea como enseña.
Quizá ilusión halagüeña,
quizá incertidumbre o fe
cual la romería de
nuestra Virgen de La Peña.
Por eso y por otro tanto
somos de un mismo paisaje
en el continuo oleaje
de los tiempos. Somos cuanto
la Historia, bajo su manto,
ha mezclado en argamasa.
Somos un pueblo que abraza
una misma condición:
los pulsos de un corazón
latiente en la misma casa.
Virgen de La Peña,
Reina y Soberana,
dadme vuestro auxilio
no se pierda mi alma.
ROMANCE
Es de piedracal, arena
con agua mezclada al tiento,
la argamasa.
Es el paisaje
colorido sobre un suelo
de basalto caprichoso
al que diera forma el fuego;
es esta costa orillada
-de mares matraquilleros-,
es barranquera sedienta
-cicatriz abierta al cielo-.
Argamasa es el volcán,
el agua, la tierra, el viento
misturando cada paso
en montañas de milenios.
Son millones de años juntos
en sin número, diversos
por cambiantes, movedizos,
variados y disparejos.
Y argamasa es conjunción
de barraqueras ciñendo
los cauces donde confluyen
vertientes del aguacero.
Es por eso de argamasa
las hechuras de este pueblo.
Altura tuvo este llano
como las islas del resto
de nuestras rocas hermanas
que forman el archipiélago.
Tuvo montes arbolados
por donde aguajes corriendo
dejaron siquiera imagen
del rastro de lo que fueron.
Surgió de la mar la isla
fósil de cuatro elementos
donde animales y flora
le dieran forma a su aspecto.
Y miles de años cumplidos
habitaron el silencio.
Al principio de la era,
en torno al siglo primero,
llegan los trazos humanos
a fundar asentamientos.
Quizá fuera gente esclava,
tal vez industrioso puesto
de avanzada / o personas
de otras personas huyendo,
mas, por encima de todo
se sabe que, del desierto,
inician los bereberes
mahos su precario éxodo
que arribara a estos batientes
sobre un mar de aguaje incierto.
Restan vestigios, paredes,
huellas sobre un tapiz pétreo,
caparazones, cerámica,
pieles, poblados y huesos,
mas, también queda en nosotros
lo que somos, quienes fueron.
Mallorquines, catalanes,
con andalusies; prestos
los vascos, los portugueses,
florentinos; al empleo
venecianos, genoveses
por incautar de lo inédito.
Si acaso, rapiña, fuga
y abandono solariego.
Arrincono de centurias
en el correr del perpetuo
andar de la historia en
el desamparo más pleno.
Será por el siglo quince,
en torno al mil cuatrocientos
cuatro, cuando los normandos
tomen posesión e imperio
de espacio y de población,
de unas gentes con sus términos.
Por un casual, a unas leguas,
en este barranco anejo,
incursionan adalides
portando visos guerreros,
internándose en la isla
por el arroyo, hacia adentro.
Un palmeral infinito
recibe a los forasteros;
una población esclava
será su primer provecho.
Son Maxorata y Jandía,
son Guise y Ayose, aquellos
que desgajan su pasado
recolector y cabrero.
Una cultura se pierde;
otra civilización su puesto
ocupa, invade. Domina
la acción del repartimiento.
Es Gadifer de la Salle
el normando caballero
quien irrumpe, asalta, adquiere
con particular asedio;
será Jean de Bethencourt
quien se haga con el trofeo.
De norte a sur el enclave
tiene ya señor y dueño.
Ahora es más ancha Castilla
que asume otro ansiado reino
con su puñado de súbditos.
El rey Enrique III
en regiones de ultramar
será el monarca europeo
que principie las conquistas
sobre el espacioso océano.
Es ahora al sefiorio
a quien se rinde respeto.
De pronto son artesanos
artífices y labriegos,
los que portan las costumbres,
los que responden a fueros
durante siglos de aquel
Antiguo Régimen, feudo
de Arias y Saavedra quien
ejercerá su gobierno.
Es todo un orbe cambiante,
mistura de lo extranjero.
Economía precaria,
nacientes pasos del sesgo
de gentes de otros lugares,
asentándose en lo ajeno.
En todo aquel deambular
de tanto instante, en el medio,
aparecerá la imagen
de una Virgen; su pequeño
carecerá de un bracito,
mas, con el pulso del pueblo,
seiscientos años seguidos
se convertirá en modelo
de culto, de exaltación,
de rogativa: de afecto.
En el siglo XVI,
el año de mil quinientos
y noventa y tres, por señas
año ruin, sin lluvia, seco,
sobre las mares se cierne
todo un pirático asedio.
Son berberiscas las naves
de Xabán Arráez. Perverso
es el futuro que aguarda
al labrantio indefenso.
Es incursión de castigo
como respuesta a los hechos
de correrías ibéricas
en las costas del desierto
para hacer cautivos por
poblar los campos huérfanos.
Mas ahora son esclavos
los campesinos isleños,
mientras que quedan sus casas
arrasadas por incendios.
Se esconden los habitantes
mientras que campea el miedo.
Queda la memoria anclada
en tamaño desconsuelo,
causante de mucho tránsito,
de marcha y desplazamiento
mas, sigue la agricultura,
el proceder ganadero
y la recolección como
economía de sustento.
Serán los siglos siguientes
desamparo a campo abierto:
años ruines al desgaje
como veleta al venteo
caprichoso de las lluvias
en sembrados cenicientos.
Como la gavia a la espera
se forma carácter: seco.
Cuenta, como letanía
el campesino en su medio:
“Este es un año de lluvias,
en el mes entrante siembro
y en el periodo de estío
lleno de grano el pajero”.
Otro año: “Poca agúita,
deje ver si me mantengo”.
Por último: “Es año ruin,
año privado de invierno;
hay que arreglarse con nada;
gavias y ganado vendo.
Me marcho para Canaria
o Tenerife al acecho
de que anuncien la llegada
de una racha de aguaceros”.
¡Qué cayeron cuatro gotas!
“Viro para atrás, regreso
donde están las tierras mías.
Las compro”. Es otro el precio.
El hambre es la mercancía
de quien compró los terrenos.
“¿Puede pagar? Aquí tiene,
vuelve a ser suyo. Revendo.
¡Amigo! ¿No puede? Entonces
sea usted mi medianero”.
El carácter se moldea
por los caprichos del cielo:
se mezcla angustia, aspereza,
con tesón, calma, contento,
quimera y templanza; dotes
entre paciencia y empeño.
Se formará el amasijo
poquito a poco, en aumento,
del pertinaz con aguante
mesurado, de lo recio.
Siempre es la historia quien marca
el andar de sus sujetos
y nuestra esencia responde
con arranque, con arrestos:
marcha este instante hasta octubre
del año mil setecientos
cuarenta, cuando navios
ingleses buscan un término
donde arraigar la rapiña,
donde afanar en lo ajeno.
Desembarcan y reciben
como respuesta el apremio
con el que los pagos de
Tuineje, con el refuerzo
de Tiscamanita, Antigua
y Pájara, forman cerco,
más Casillas de Morales,
Las Pocetas y, con ellos,
Agua de bueyes, también
Los Adejes, aunque lejos,
y La Florida en empuje.
Siendo todos juntos, menos,
se enfrentan a lo ignorado
desconocido e inédito.
Derrotan al anglo por
la defensa por derecho.
En la segunda refriega,
toda la isla, de extremo
a extremo defenderá
“El valor del majorero”
según narra la cantata
que reproduce los hechos.
Todo quedara grabado
a modo de ensalzamiento:
memoria, orgullo, mistura
de vanagloria: lo honesto
en el origen, defensa
con igual valor que celo.
Finales del XVIII,
se fundan parroquias, templos:
La Oliva, Tetir, Casillas
del Ángel al norte; al centro
Antigua; // Tuineje y Pájara
al sur. Edifican credo.
Franciscanos, dominicos,
con la fe como cimiento.
Miscelánea forma el culto
con dogma, cesión y peso
espiritual dispensado
en territorios dispersos
do la religión construye
iglesias, y ermitas: templos
de recato en lo moral,
prácticas, cultos, misterios
misturados con los hábitos,
guiados por los preceptos.
El dogma se vuelve parte
del interior lugareño.
Virgen de La Peña,
Reina y Soberana,
dadme vuestro
no se pierda mi alma.
Aquí que llegan los años
de emigración por empleo:
familias que dejan todo
por embarcarse en lo incierto:
casa, era, gavia, aljibe,
alpendre..., se torna el término
de desamparo infinito
como el único heredero.
Estirpes, ramas, linajes,
Nuevo Mundo, mundos nuevos,
mientras se quedara, atrás,
el perfil del cementerio
sin más flores visitantes,
que cruces para el recuerdo.
La soledad por compaña
que acompaña por los restos.
La soledad como el ánima
que nos habita por dentro,
la nostalgia que se impone
por olvido, el aislamiento:
descuido por negligencia,
negligencia con manejos,
manejos por las tutelas,
tutela y sometimiento,
sometimiento al poder
del retiro como imperio.
Y la soledad habita
como sombras en reflejos:
refugio del panorama
anímico de destierro.
Tan solos hemos andado
que pisamos con denuedo
esa reclusión que habita
nuestro instinto, nuestro esfuerzo
patrimonial, un bagaje
con raíz, rama y provecho.
Desamparo por blasón
que aúna por protegernos.
Convivimos la raigambre
con los pesares por medio,
concebimos el cobijo
con puro retraimiento.
Redundamos la esperanza
de ese personal encierro,
cruzando mares oscuros
con el fondo más incierto,
hasta enraizar en América,
hogar de continuo apego,
donde edificar destinos,
donde plantar los desvelos,
donde labrar los países
que hoy retornan, con el tiempo
andado hasta los orígenes:
destino de otro comienzo.
Ayer, punto de partida;
hoy, lugar de acogimiento;
ayer fuéramos nosotros
lo que hoy resulta de aquello:
un vaivén de idas y vueltas
que lleva al indiano dentro.
Son siglos de emigración
sin más respuesta. Con ello
entramos al XIX,
otro siglo por comienzo
con atmósfera estancada
en atraso por cimiento.
En mil ochocientos doce
son los municipios hechos
según las mismas parroquias
insulares. Es el credo
religioso el que demarca
junto al empuje de Puerto
Cabras que un poco después
influye y se vuelve centro
de exportación de barrilla
y de cereales, comercio
junto a la pesca, de siempre
recurso de ribereños.
Se termina el Señorío
pero hay que poner un pero
porque el dominio lo marca
el Coronelato, eterno
regente de lo económico,
segador de los provechos,
quien habrá de acomodarse
en el mayorazgo recio.
Con más de doscientos años
imprime su actitud: el sello
de mando, de autoridad,
poderío, privilegio.
Siendo sus gentes tan pobres
obtienen tan rico feudo
cuatro apellidos mezclados
en continuo parentesco.
Mas un festín de tutores
con el Señorío se hicieron.
Se consolida una clase
con hambre por los terrenos
de cultivo por tener
social, político acceso;
fundaciones pías y
capellanías, en pleitos
desgranaron toda tierra
de patronos, herederos,
que oficiales de milicias
distribuyen, junto a clérigos.
Se sigue con la barrilla,
se continúa granero,
se es dispensario de carne,
aunque son cambios intensos
los que perturban la isla
pues se cierra el aposento
franciscano de Ampuyenta
-espacio de ministerio-
y vuelve la emigración
álgida en aquel trasiego
que hace desaparecer
lo que fuera Ayuntamiento
Insular por municipios
que ocuparán ese puesto.
Hay reparto de la costa
ganadera que sufrieron
las dehesas -donde Huriamen
y Mascona-, produciendo
un señor motín del norte
por conservar sus derechos.
Cómo de extraño sería
-traumático aquel proceso-,
que los bienes, las imágenes
sagradas de baptisterios
acabaron repartidas,
algunos cultos disueltos.
Se pierde la capital
de la isla en el revuelo
siendo Arrecife y Teguise
administrativos términos.
Cabe preguntarse cuántos
dogmas, fervores, apegos,
devociones y costumbres
fueran los que se torcieron,
cuántos marcharon a América
en el enorme tropiezo.
Y aquí se haya el siglo XX,
días precarios e inciertos.
Todo pareciera igual,
aunque vislumbra el agiiero
que en el tránsito que viene
serán otros los momentos:
vendrá don Manuel Velázquez
quien impulse con denuedo
la creación de cabildos
insulares. Hipotético
al principio, sin embargo
lo acabará consiguiendo.
Un referente de todos,
un particular ejemplo
del lugar que representa
el espíritu sureño
venido a más por defensa
de lo propio y de lo ajeno.
Condición que representa
al bienhechor y benévolo.
Ya es el año veinticuatro,
transcurso de siglo adentro
en el que nuestras planicies
acogen confinamiento
anímico del filósofo,
del escritor, del señero
de las letras, don Miguel
de Unamuno, aquel portento
que aportara dignidad,
orgullo, nobleza y mérito
al quehacer de sus gentes
a las que rinde respeto:
Fuerteventura un Oasis
Espiritual del Desierto
de la Civilización.
La forma en que aquel maestro
filósofo, articulista,
nos mencionara. Aquel genio
de don Miguel nos hará
causa de su fundamentos:
Legados de flor y fruto
-dice-, serán nuestros nietos.
Nos dejara don Miguel
fuerteventuroso el pecho.
Años de Guerra Civil,
incivil para el recuerdo.
Años de la Dictadura,
de caudillaje y manejo,
años en los que el contorno
de los andares isleños
fueran lugar de abandono
separación y receso:
Buenaventura Durruti
antes del Levantamiento,
la colonia de Tefía
donde van los prisioneros
de las tendencias humanas
por su proceder diverso,
y, algunos años después
serán los del Contubernio
de Munich. Resultan ser
que los cánones supremos
nos imponen, por mandato,
ser lugar de apartamientos.
El cultivo del tomate
se ensancha por propio ascenso,
homos que producen cal
viva embarcada en los puertos
y, de pronto, todo cambia,
porque aparece el progreso
en forma peregrinada:
turístico veraneo.
Ya van los años setenta
apuntando hacia el otero.
Ya llega la Democracia.
Ya son otros los gobiernos.
A la par anda la isla
en sin par reclutamiento
por tantos cambios cumplidos,
por tanto vaivén interno,
por tanta metamorfosis
a la que se suma el Tercio
de La Legión, la cohorte
armada, todo un ejército.
Se va. Veinte años cumplidos
y aparece el regimiento
más antiguo en toda Europa,
legendario en tanto duelo.
Aquí estamos, a la vera
de la costa, construyendo.
Desarrollo, auge, impulso,
mejora, avance, proceso
de ajuste, cargo, acomodo,
destino, ventaja, arreglo
que mistura la mistura
que rueda amasando el vértigo
que viene a denominarse
adaptación al progreso.
Hoy se vive más conforme,
con mayor holgura. Cierto,
aunque, calidad de vida
responde a más altos términos.
En equilibrio, mesura
y armonía está el sustento.
Nunca tanta identidad
sostuvo tan alto reto.
Seran tres pilares, tres
que sostengas tres momentos
de la historia humana que
conformarán el acervo:
-llegada de primitivos
moradores del desierto;
-arribo de los normandos
allá en el Renacimiento
y el canje de las costumbres
que se exhibe en lo moderno.
Nos toca reflexionar
el futuro como pueblo:
argamasa del paisaje
misturado con los tiempos.
Virgen de la Peña,
Reina y Soberana,
dadme vuestro auxilio
no se pierda mi alma.
El pueblo es el pregonero
de aviso y convocatoria,
el que guarda la memoria
de su pasado. El primero
que labra con el tintero
memorado lo profundo.
Firme, preciso, rotundo,
con la palabra palpable
troca en imagen salvable
el entorno de su mundo.
Deja rastro la memoria
en el pensar colectivo.
Somos lo mismo: cautivo
que guardián de nuestra historia.
Ya sea desgracia o gloria
bendita, se es recordada.
La vacilante jornada
que se dio o no se dio
resultará que quedó
como la huella pisada.
Patrimonio cultural
por declarante, testigo,
por confesor, por abrigo
de nuestro mundo ancestral.
Nada rememora igual
la pertenencia visible.
El futuro impredecible
tendrá como referente
aquel pasado elocuente
hecho legado tangible.
Por eso, la arquitectura
nacida en la casa cueva
o en piedra seca, se eleva
en patrimonial postura.
Restos de aquella cultura
son gambuesas ancestrales,
casas hondas y corrales,
los goros y los rediles
resistiendo sus perfiles
históricos como avales.
De estilos se puede hablar,
-de arquitectura diversa-,
que es aquella que conversa
heterogénea en su andar.
Se consiguió edificar
el Gótico y el Barroco
en las vegas, siempre al soco
Mudejar, Renacentista,
en manos de tanto artista
y del tiempo, poco a poco.
Tantas capillas e iglesias
con el modo conopial
conjugado el ojival
arco de las peripecias.
Estructuras siempre recias:
bóvedas de crucerías,
con cubiertas a porfía
hasta de triple estructura
o doble o simple. Figura
gallarda su cantería.
La arquitectura civil
-la vivienda campesina-,
se conforma genuina,
rustica, franca, sutil.
Habitáculo pretil
para observar el pasaje
pues le revistiera un traje
de piedra seca enfoscada
por la casita albeada
en lo llano del paisaje.
La casona acomodada
de mayor envergadura
es cuadrangular figura
con patio central, orlada.
De dos alturas. Tocada
con la teja y el balcón.
Alguna ostenta el blasón
en soporte de anaqueles:
Casa de los Coroneles
como máxima expresión.
El diseño militar
como torre defensiva
para cualquier tentativa
de los ataques por mar.
Redondez particular,
marca de contraste y brillo
con pilastra por sencillo
sostén para sus ajustes.
Destacan Caleta Fustes
y la torre de El Cotillo.
Como figura contemplo
a la Virgen de La Peña
que es la bandera y enseña
de nuestro mejor ejemplo.
Proyectista de su templo
es su imagen encumbrada.
No hay pueblo sin su nombrada
efigie: artístico fruto
con calidad y atributo
de la creencia tallada.
La pintura de murales
en la ermita de Ampuyenta
simboliza y representa
los más valiosos anales.
Cuentan, también, ancestrales
retablos en Rococó.
El maestro proyectó
la simbología mística
y como la creencia artística
representada quedó.
En lo moderno del lienzo
destaca Juan Ismael,
el surrealista, aquel
genio de todo consenso.
También figura en el censo
Jorge Oramas, sin igual,
pintor por patria natal
su paisaje costumbrista,
el esplendoroso artista
nacido en Gran Tarajal.
Son Manuscritos Lulianos,
son Torriani e Isaac Viera.
Quien canta, Manuel Ferrera,
y Pedro García, ufanos,
nos juntamos de las manos
con Antoñito e/ Dulcero
y con Juanito el Cartero,
con John Mercer, La Señora,
Ángel Acosta y ahora
llega Antoñito el Farero.
Están Domingo y Manuel,
los dos Velázquez Cabrera,
está Juanito de Vera,
Suso Machín al pincel.
Jamete, Pablo Espinel
con Fonfín y María Estrada,
Violante de Sosa, en nada,
don Andrés González Brito,
Guize y Ayose en el mito
que encumbra toda jornada.
Son Álvaro Ortiz Ortega
con Juan Bautista Bolaños,
y, mostrando sus redaños,
Cándido Matoso, brega.
Fray Juan de Torcaz se entrega
de lleno a Eustaquio Gopar,
doña Olivia Stone, su andar,
con Navarro por cantante,
Tibiabín y Tamonante
forman un grupo sin par.
Marcos Sánchez y Macario
Batista, Joseph Ximénez,
Andrés Valerón. Ya vienes
Manolito Pichín. Vario
don Arístides. Almario
el de frailito Andrés y
Fefita Acosta y así
Domingo J. Manrique,
Nicolás de Medina. Aplique
a Candelarita, aquí.
Están Cuyen del Castillo,
Francisco Navarro Artiles
y Juan Domínguez: perfiles.
Eulalio Marrero, trillo
de lo popular; sencillo
es Juan Betancor García,
Mariquita Hierro. Pía
obra es el Auto de Reyes
parábola de las leyes,
navideña alegoría.
Claudio de la Torre está
junto a don Ramón Fernández
Castañeyra entre los grandes
que en la Historia quedará
Va San Diego de Alcalá
con Juan Rodríguez González.
Josefina Plá en anales,
Juan Ramón Rodríguez. Helo /
ahí, Sánchez Dumpiérrez, celo
de coraje por avales.
Pedro Camacho, Frasquita,
medico de los corderos,
junto con Roque Calero
y José Rial que invita
a consolidar. Incita
grupos de folclor de altura,
Raíz del Pueblo, figura,
con Más Malos que Caín,
timple y rondallas sin fin,
Opera Fuerteventura.
Quedan Blanca y Colás Nieves,
con Bonifacio Padilla,
Domingo Peña, quien brilla
junto con Hilario Estévez.
Requena lanzando redes.
Amparo Torres brotó.
Los Montelongo, Verneau.
Gumercindo Martel fuera
Junto a Silvestre Perera
quien de último se nombró.
Quedaron, naturalmente,
más grupos y personajes
históricos y, sin ambages,
pido su perdón clemente.
Es tanto lo recurrente:
el pintor, músico, armistas,
los escritores, artistas,
escultores, artesanos...
que cabrían en las manos
el triple para tres listas.
I
Somos los hijos de una misma casa
cercada por el mar que nos encierra,
mujeres, hombres, fruto de esta tierra
y este cielo, el hogar que nos abraza.
Somos presente, la obra que se enlaza
en la historia y el tiempo al que se aferra,
círculo actual, vigente que se cierra
formando como un pueblo su argamasa.
En cada paso nuestro, nuestra gente
trilló la misma huella precedente.
Emisarios pretéritos nos rigen,
orientan, propietarios de un legado.
Estamos al servicio del dictado:
“Lo original se encuentra en el origen”.
II
Si somos quienes somos, los que han sido
transitan en nosotros; por su andar
revive cada fecha singular
veredas del camino recorrido.
Rigen los tiempos, cambios. Es latido
pulso, sabernos juntos. Gobernar
al interés que quiera doblegar
presente con pasado entretejido.
Espacios de horizontes diferentes
los marcan la cultura de sus gentes.
Mudanzas que vendrán, a buen seguro;
vaivenes de viraje y artificio,
mas, tenemos por pasado el beneficio:
la vocación de un pueblo con futuro.
(En La Vega peregrinos, La Virgen Santa y el Niño).
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