Revista n.º 1097 / ISSN 1885-6039

Romerías

Viernes, 14 de febrero de 2025
Gilca Tamar Aruni Flores
Publicado en el n.º 1083

Este texto es parte de una experiencia formativa de prácticas como becaria de la Fundación Carolina para realizar el Máster Universitario en Uso y Gestión del Patrimonio Cultural de la Universidad de La Laguna, concretamente en la sede de Lercaro del Museo de Historia y Antropología (MHA).

Carreta de la romería de San Isidro. 1950-1960 (Fedac: fotógrafo José Arrais. Colección RSEAPGC / Domingo Doreste)

Durante mis primeras semanas de estancia en Tenerife, mientras comenzaba los estudios del máster que cursaba en la Universidad de La Laguna, tuve la oportunidad de escuchar la frase a la romería no se va disfrazado, una expresión que captó mi atención por varias razones. En primer lugar, me surgió la curiosidad por comprender qué implica una romería y, en segundo término, por entender el significado específico de disfraz en este contexto.

Etimológicamente hablando, la palabra romería viene de romero/romera y está relacionada con “viaje o peregrinación a un santuario” o “fiesta en torno a una ermita o santuario para festejar a un santo”. La palabra peregrino o peregrinaje viene de romarius, derivado de Roma, que sustituyó al latín romaeus 'peregrino' o 'quien va hacia Roma', tal como lo define el diccionario etimológico castellano. El origen de la palabra y la esencia de la celebración va altamente relacionada al Edicto de Milán (313 d. C.) en el que el Emperador Constantino Augusto (Constantino I) y otros se reúnen para tratar varios problemas entre los que se establece “conceder tanto a los cristianos como a los demás facultad de seguir libremente la religión que cada cual desee, de modo tal que toda clase de divinidad que habite en la morada celeste Nos sea propicia, a Nosotros y a cuantos se hallan bajo Nuestra autoridad (…)” (cita extraída del Edicto) y que permite el libre ejercicio de la religión. Este hecho propiciará que de manera posterior los cristianos visiten los grandes centros de la Cristiandad que serán Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela. Roma será un gran centro debido a que allí se encontrarían los sepulcros de dos de los grandes apóstoles; Pedro1 y Pablo2 entre otros, según tradiciones cristianas (Wolf, P., 2014, pág. 2); teoría que a lo largo de los últimos siglos ha sido largamente discutida y rebatida (Álvarez, 2004), sobre las que no profundizaremos al no ser el tema central del presente artículo. En resumen, el origen de una romería y del término que la define proviene de la época clásica de Roma (Siglo VIII a. C.-siglo V d. C.) y se difunde ampliamente durante la Edad Media. La esencia de esta expresión cultural es la de la fe y la religión debido a que va intrínsecamente relacionada a la procesión de un santo o a una peregrinación religiosa.

Con el tiempo, las romerías han evolucionado y se han adaptado a diferentes contextos culturales. Aunque son comunes en muchos países, cada región tiene sus propias características y actividades asociadas. La Real Academia Española define la romería como “fiesta popular que con meriendas, bailes, etc., se celebra en el campo inmediato a alguna ermita o santuario el día de la festividad religiosa del lugar”, incluyendo dentro de la propia definición otras actividades complementarias a la peregrinación3.

Las romerías históricas, como se las conoce en la actualidad, desaparecen en Canarias junto al debilitamiento de los gremios de agricultores (Arencibia, R., 2020, pág. 82). Esto tiene mucha relación debido a que las romerías comenzaron en los pueblos para bendecir los campos, solicitar abundancia, lluvias y buenas cosechas a los santos o patronos del lugar, además de la bendición de su ganado y animales de granja e incluso perros (Torres, J., 2003, pág. 8). Posteriormente, y como representación figurada de lo campesino, se organizó un paseo romero en 1900 por Diego Crosa, escritor y poeta tinerfeño. La propuesta no caló, pero fue retomada a mediados del siglo XX por la burguesía de ciudades como La Orotava o La Laguna, luego secundada por multitud de pueblos de todas las Islas (Arencibia, R., 2020, pág. 82).

Por un lado, algunos declaran que las romerías son la teatralización de una época, sociedad y forma de vida que ya no existen y que, aunque en la gran mayoría se ha conservado el carácter de fe y devoción que tuvieron las fiestas, han adquirido un toque popular y tradicional. Por otro lado, están quienes dirán de la romería que es “el baluarte más sólido de reafirmación de la identidad (…), la más noble y viva demostración de sus sentimientos, de su opción comprometida por la pureza de sus esencias vernáculas” (Hernández, M., 1998, pág. 32). Se coincidirá que, en ambos casos, ya sea una representación o una expresión genuina, esta debe ser abarcada con el mayor rigor y respeto posible, de ahí las expresiones: A la romería se va vestido, no disfrazado, De mago se va vestido, no disfrazado, Un traje regional no es un disfraz, A las romerías con traje tradicional que no es carnaval y algunas otras utilizadas por los cabildos y ayuntamientos para poder inculcar en la sociedad, y sobre todo en las generaciones más jóvenes, el respeto al uso de la vestimenta adecuada para la ocasión.

La ermita de San Antonio, Tenerife (1890). Fuente: Islario de Canarias. Mapas Históricos. MHAT (pág. 264)

Ante todo esto, se deben realizar ciertas puntualizaciones. La primera es que esta iniciativa no es solamente reciente: desde hace bastante tiempo las autoridades han trabajado para mantener el respeto a la vestimenta de los romeros y romeras. Por ejemplo, en 2008 se establecen normativas en la Villa de La Orotava por la alcaldía que indican que “no se permitirá la participación en las Romerías a las personas que no se ajusten a la vestimenta tradicional” y “se deberá evitar el intercambio de prendas de vestir entre magas y magos, así como el uso de gafas de sol o calzados deportivos”. En otras ocasiones se insiste en que el respeto a la vestimenta debía ser incluido desde la creación misma de la Romería; como es el caso de la Romería de San Marcos de Tegueste en la que, durante una reunión de los principales gestores del proyecto que organizaba la primera Romería de Tegueste, se menciona que “vamos a tener que hacer algo que no sea de todos los días. Algo que distinga al pueblo como esa identidad (…) algo que nos identifique como municipio. Y entre todas las cosas surgió lo del orden de la romería y lo de la ropa de los trajes típicos, que no fuera una ropa cualquiera, sino bien vestido” (María Dolores Melián) (Carreras, J., 2018, pág. 22).

La segunda puntualización está relacionada con el hecho de que algunas de las frases o lemas utilizados cometen ciertos errores en el momento de denominar la vestimenta de mago o maga y la de los romeros como trajes tradicionales. Para ello nos podemos referir a la clasificación realizada en el libro Trajes típicos de la Orotava (De La Cruz, J., 2008, págs. 7-8) que, parafraseando al autor, nos detalla que un traje regional se refiere a todos los modelos propios de una zona geográfica, incluidos los trajes religiosos, militares, uniformes de establecimientos, uniformes civiles y otros. Un traje tradicional es la indumentaria que fue utilizada por un grupo específico durante un periodo determinado y que puede ser estudiado mediante documentos, fotografías, artes figurativas y otros; es decir, que son vestimentas que fueron modas populares y que ahora están en desuso. Un traje típico, por otro lado, es un modelo estereotipado como prototipo único e invariable de un lugar, es decir, un modelo que se extrae de una época concreta y que no corresponde al individuo, que utilizará este tipo de vestimenta únicamente para asistir a ciertos eventos, fiesta o celebraciones, mas no en su día a día.

Finalmente, un disfraz se define como una vestimenta que tiene el propósito de distraer o llamar la atención, también como un artilugio usado para desfigurar algo. El factor más importante por el cual entonces un traje típico no es un disfraz es porque expresa una identidad local y su cultura y son a menudo fuente de orgullo nacional. En este sentido, un traje típico debe ser utilizado de manera correcta debido a que la deformación del traje puede ser entendida como una falta de respeto por una parte del público implicado. De hecho, desde la antropología se insiste en que tanto un traje típico como una romería, así como la mayoría de las expresiones culturales inmateriales, son producto del acervo cultural de una comunidad, que la crea a partir de sus experiencias, hábitos y costumbres en las que se introducen, eliminan o mantienen elementos de manera natural, evolutiva, si se quiere, y que someterlos a un juicio de conservación a partir de un punto es atacar su propia naturaleza volviéndola rígida y, por tanto, impidiéndole evolucionar y adaptarse; razones que consiguieron mantenerla y conservarla hasta nuestros días, por lo que, en definitiva, su esquematización y protección, supondría una amenaza de desaparición per se.

Por otro lado, para aquellos que -como yo- cuando escuchamos traje de mago la primera imagen que viene a la cabeza es la de un esmoquin negro con una vara mágica y un sombrero del que probablemente salga un conejo, surge la pregunta: ¿por qué es conocido el traje típico canario con tal nombre? Esto tiene que ver con un término canario. Según la Academia Canaria de la Lengua, la palabra mago/a es un adjetivo para 1. Persona que vive y trabaja en el campo; 2. Para el habitante de la capital, persona originaria de cualquier pueblo de la isla, por lo que se puede entender que un traje de mago es un traje de una persona que trabaja en el campo. Además, según algunas versiones se expone que la palabra mago no fue una adaptación de los antiguos pobladores, sino de los castellanos, al escuchar el uso continuo de la palabra Magec, dios del Sol a quienes los campesinos adoraban, como retrataría Dr. Bethencourt: “A nuestros campesinos apodamos magos, porque sus antecesores adoraban a Magec; y aún bromean a los de Arafo llamándolos cancos y preguntándoles si van a Chiguergue a buscar el Sol, porque así denominaban a sus sacerdotes, que iban diariamente adornados de flores, tocando tamboriles y flautas, a saludar a Achamán” (Hupalupa, 1987, pág. 63).

La palabra mago es un gentilicio. Un estudio realizado por Hermógenes Afonso de la Cruz, más conocido como Hupalupa (1987), dice que:

Las palabras maho(rero) o mago –que es lo mismo– son también voces amasikes. (…) La voz mahorero es un gentilicio. (…) El etnónimo mahorero en cambio, es el perfecto equivalente de los etnónimos amasikes continentales amachek, amajek, amahak y amazik (…) los magos o mahoreros son los hombres libres, independientes y nobles (pág. 50).

Amahoh o amahuh, como maxio, mago o mahorero, como amasik, sin el menor género de dudas, es el nombre del hombre o la mujer libre, del hombre independiente, del hombre noble; como persona. Otra cosa muy distinta sería serlo como pueblo (pág. 54).

Entonces, el término mago es un gentilicio cuyo significado denota cualidades excepcionales de los habitantes del Archipiélago. No obstante, fue utilizado por mucho tiempo como un término despectivo y como término para señalar la idolatría: “son idólatras, pues adoran al Sol, a la luna y a otros planetas”; “juraban por Magec que es el sol (…) a los fantasmas llaman agios o hijos de Magec” (pág. 63).

Sin embargo, este término ha tenido en los últimos tiempos una revaloración de los lugareños, como parte identitaria. Esto como resultado de la reapropiación de la palabra y el trabajo de muchas personas, como el autor previamente citado diría:

Las palabras mago y mahorero han sido utilizadas tan despectivamente, que nuestro pueblo está en la total obligación de reivindicarlas tal y como se merecen. Y no admitirle jamás a ningún intruso el que pueda equiparar tan antiguo e ilustre etnónimo al valor de paleto u hombre bruto, pues además que los magos y mahoreros sean los hombres libres, también son los descendientes culturales de los antiguos adoradores al padre Sol, son, por lo tanto, los hijos del Sol (ídem, pág. 50).

Existe una gran cantidad y variedad de romerías en Tenerife, eventos que no sólo duran un día, sino que conllevan grandes programas de “preparación” y otras actividades para la celebración de estas fechas. Los meses del año en los que podrás disfrutar de, al menos, una romería son todos menos febrero, noviembre y diciembre; mientras que, por el contrario, el mes con mayor cantidad de romerías para asistir es el de mayo4. Si bien las romerías pueden clasificarse por sus diferencias y similitudes, por la cantidad de personas que participan o asisten a estas o por los sitios de las cuales son provenientes, se deben mencionar algunos detalles importantes. La romería mayor, debido a que ostenta el título de la única romería regional del Archipiélago Canario, es la Romería de San Benito de Abad en La Laguna. Las romerías son dedicadas a los santos, a excepción de dos a vírgenes: la de Nuestra Señora de la Esperanza en Tenerife y la de la Virgen del Pino en Gran Canaria (Torres, J., 2003, pág. 8).

La romería, a su paso por la plaza Doctor Olivera (1955). Entre los adoquines, los raíles del viejo tranvía. Foto: Agustín Guerra

Los orígenes de las romerías, según algunos, tendrían matices y aspectos de las fiestas aborígenes, pues no se debe olvidar que: “Nuestros antiguos isleños, por genio o por educación, eran extremamente inclinados a los juegos y regocijos públicos; pero las fiestas anuales del beñesmén (que era la estación del estío, en que hacían la recolección de sus granos), las de las Cortes Generales de la isla y las de la jura y coronación de sus nuevos reyes, eran las más espléndidas” (Viera, J., 2016, págs. 356-357). Además, se menciona también relación con la fiesta de la Virgen de la Candelaria; porque y como dice la copla: “Fueron los guanches primero, /en esta tierra canaria, / los que cargaron a hombros / la Virgen de Candelaria”5. Para los pobladores, sin embargo, el nombre de la Virgen sería “Chaxiraxi6 'señora del universo, señora del mundo, reina de todo' (eso significaba Chaxiraxi en amasik)” (Hupalupa, 1987, pág. 83).

Por otro lado, las romerías "originales" datan del siglo XVI, mencionando algunas de las más antiguas y reconocidas como la Romería de la Candelaria y la Romería de San Benito de Abad7 en La Laguna. De esta última podemos tener un panorama general que se ve a través de su historia cuando se menciona:

la romería, que es la fiesta con su comienzo religioso de agradecimiento al santo, tiene su origen en 1532 cuando se elige a San Benito Abad (…), como protector y abogado de los campos y cosechas laguneras por parte de los labradores (…). El origen de la romería lagunera tiene su origen en la procesión que a San Benito se le hacía en su ermita (…) y que luego las ordenanzas de 1540 obligaron a realizar. Estas primitivas procesiones que apenas se alejaban de los alrededores de la ermita, son los humildes comienzos (…). Es por tanto nuestra romería una celebración festiva que tiene su origen en una sociedad rural, en una sociedad labradora (…) (García C., 1996, pág. 69-71).

Mas no todos los sitios tenían romería. Lo que se tenía en los demás municipios eran las fiestas de los santos patronos o eventos por hechos específicos. Esto lo podemos ver en los escritos que nos mencionan, de los habitantes y los jóvenes: “Momentos radiantes en su vida, son, sobre todo, las misas en la iglesia y las fiestas a los santos, en las que no puede faltar música, cantos y bailes, que constituyen las diversiones populares” (Coleman, F., 2005, pág. 143). Así mismo de las peregrinaciones se dice: “Se prometen solamente peregrinaciones a determinados santuarios y ofrendas a los mismos, siempre que hay enfermedades graves, peligros personales o cualquier tipo de aflicciones domésticas. Estas promesas solemnes se cumplen siempre el día en que se celebra la fiesta del santo en cuestión, fiesta que siempre conlleva una feria” (Coleman, F., 2005, pág. 145).

También podemos ver estos aspectos en el relato de los comienzos de la Romería de San Marcos (Evangelista) en Tegueste, hoy considerada una de las más emblemáticas y multitudinarias. De la antigua fiesta de San Marcos se escribe:

A mediados de los sesenta (…) los actos se reducían (…) a un evento bastante sencillo y somero. La fiesta de San Marcos no pasaba de ser un evento vinculado a algunos religiosos y a la presencia de un contingente de ganado que puntualmente daba una panorámica diferente a la zona de la iglesia, la plaza y sus aledaños. (…) La fiesta era, en este sentido, reflejo de la pervivencia del mundo agroganadero (Carreras, J., 2015, págs. 26-27).

“En los sesenta, la Fiesta de San Marcos aún respondía y debía su sentido a su carácter religioso asociado a la parroquia como referente” (pág. 28). “Sin embargo, en los sesenta el municipio empezó poco a poco a conocer e interiorizar el profundo cambio que se estaba produciendo a escala global” (pág. 29). En 1968 nacería la romería de Tegueste por iniciativa de un grupo conocido como La Neverita, entre los testimonios se menciona:

La Romería fue una idea que nos salió a nosotros del grupo, que siempre nos íbamos los sábados por ahí a comer a alguna parte (Gilberto). Y decidimos un día, ah, por la Fiesta de San Marcos, vamos a hacer La Fiesta de San Marcos porque está ida (Sindo). En una reunión de amigos que dijimos, porque esto estaba muerto. La fiesta de San Marcos estaba muerta. Entonces nosotros dijimos de hacer una romería. Pues de ahí surgió el rollo de la romería (Macario) (pag. 55-56).

“En abril de 1969, el último domingo del mes, todos los elementos del folklore local de la comunidad se hallaban dispuestos para afrontar la nueva aventura (…)” (pág. 85). Así, este es un ejemplo de cómo se fueron creando las romerías en la isla. Estos procesos se produjeron a lo largo del siglo XX.

Algunos de los elementos característicos de una romería, descritos por varios autores, pueden ser el folklore, los cantos y la gastronomía, pues esta es -como la definen- un “cortejo popular, con las carretas, con las parrandas o grupos de romeros que caminan hacia la ermita cantando y divirtiéndose como corresponde a un día de fiesta vestidos a la usanza tradicional, haciendo uso de la gastronomía local, y acompañados de sus ganados en pos de obtener un beneficio sobrenatural del santo patrón o para pagar una promesa de algo recibido” (García, C., 1996, pág. 72).

Entre los bailes que se ofrecen en tales celebraciones, destacan la Danza de las Cintas, “el baile se realiza alrededor de un palo del que cuelgan cintas de colores que los danzantes enrollan y desenrollan mientras ejecutan danzas a su alrededor”8, y la Danza de las Varas o de Las Vegas, en la que se utiliza “una vara de almendro o de palma. (…) Es ligeramente curvada, prácticamente no se ve, pues está forrada de papeles de colores, sobresaliendo únicamente las puntas para que los danzadores la puedan agarrar” (Botanz, M., 2010, pág. 107). El número de componentes de esta danza son siete, todos hombres, que “a medida que avanzan siguen haciendo movimientos diferentes pero sobre todo figuras cruzadas y pases de vara” (Botanz, M., 2010, pág. 78). Entre los instrumentos utilizados en las romerías se encuentran el tambor, las chácaras9 o castañuelas y, por supuesto, el timple10 o timplillo, conocido instrumento original canario acompañando al resto de los instrumentos de cuerda como guitarras, bandurrias, violines y laúdes.

Finalmente, la comida es algo esencial en una romería y una festividad canaria. "La comida, la bebida, la gula y la ebriedad forman parte esencial de las mismas" (Galván, A., 1987). Si piensas participar en una, muchos te dirán que durante el recorrido saldrás bien almorzado, pues es una práctica común de las romerías comer y beber los productos ofrecidos por los romeros a pie, desde las casas y desde las carretas. En esta fiesta se pueden probar los productos más auténticos y diversos del campo, entre los que destacan el vino, el almogrote11, el cochino, las papas arrugadas12, los huevos duros y el gofio amasado13, entre otros, con el fin de poder compartir la alegría de quienes participan y visitan la romería, o como expone Julio Torres: “así, todos quedan hartos de comida y amistad, felices de participar en la romería y de disfrutar de la generosidad de las gentes (…)” (2003, pág. 13).

Para concluir, una romería lleva un extenso programa en el que se podrán encontrar diversas actividades organizadas por la iglesia, los comités y asociaciones, así como las expresiones más canarias en cuanto a deportes, música, vestimenta, cocina, etc. La procesión del santo es el evento principal de la romería; no obstante, posteriormente y en días previos, se pueden encontrar una serie de actividades para todos los públicos y edades.

Participar en una de estas expresiones culturales es un must para quienes viven en la isla y para quienes la visitan, lo que he podido comprobar personalmente tras asistir a alguna de ellas, siendo, como digo, una experiencia que poco deja ser descrita y que debe ser vivida para comprenderla mejor. Descubrir la alegría y el espíritu de estas celebraciones es algo contagioso y nos permite apreciar un poco más la cultura canaria y a su gente.

Un momento de la Romería de San Isidro de La Orotava de 2013.

Bibliografía

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Botanz, M. (2010). Las danzas de Granadilla de Abona: de Las Vegas, Chimiche y Charco del Pino (1.ª ed.). Ilustre Ayuntamiento de Granadilla de Abona.

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Mudarra, T. (2015). Las Romerías como hechos sociales. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8009418

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Viera, J. (2016). Historia de Canarias (vol. I) (1.ª ed.). Ediciones Idea.


Gilca Tamar Aruni Flores es Licenciada en Arquitectura por la Universidad Mayor de San Andrés (Bolivia). Este artículo es parte de su experiencia formativa con estancia de prácticas como alumna becaria de la Fundación Carolina para realizar el Máster Universitario en Uso y Gestión del Patrimonio Cultural de la Universidad de La Laguna, concretamente en la sede de Lercaro del Museo de Historia y Antropología (MHA), con el técnico Superior de Patrimonio José Antonio Torres Palenzuela como tutor.


Notas

  1. La tradición católica nos dice que “Pedro (…) regresó entonces a Roma donde padeció el martirio al mismo tiempo que san Pablo; pero mientras a este, que era ciudadano romano, lo decapitaron, Pedro, que solo era un judío, fue crucificado”. “A falta de la llegada de testimonios que sirvan de prueba de la llegada de san Pedro a Roma, la fecha de esta y la duración de su estadía, así como acerca del lugar en que se realizó su crucifixión (…)” (Reáu L., 1998, pág. 44) la tradición católica sigue en disputa sobre el sitio de su muerte.
  2. “Su decapitación habría tenido lugar al sur de Roma, en un sitio donde se edificó la iglesia de las tres Fuentes (Tre Fontane), porque su cabeza, al rebotar tres veces contra el suelo, hizo brotar tres fuentes” (Reáu L., 1998, pág. 8).
  3. Diccionario de la Real Academia Española.
  4. https://casa-balcones.com/calendario-de-romerias-en-tenerife-2024/
  5. https://diariodeavisos.elespanol.com/2017/08/las-romerias-parten-la-fiesta-canaria-del-ano-1900/
  6. Los cultos y fiestas a Chaxiraxi fueron realizados desde antes de la llegada de los españoles, esto lo señalan con la aparición de la imagen de la virgen: “La primitiva imagen de Nuestra Señora de Candelaria (…) estaba en Tenerife antes de comenzar Alonso de Lugo la conquista de esta isla, en nuestra opinión, desde 1462” (Hupalupa, 1987, pág. 80).
  7. San Benito es el histórico patrono de los campesinos y agricultores de la isla de Tenerife (Wikipedia).
  8. Estas danzas tienen cierta unión o mezcla con las culturas aborígenes: “podemos encontrar reminiscencias muy remotas en las danzas cívico-religiosas que nuestros aborígenes realizaban en ocasiones principales (…). Nos refiere Bethencourt Alfonso que, en la danza de las cintas, ahora como en los tiempos aborígenes, formaban una cuadrilla catorce individuos: doce danzantes y un tamborilero, el cual toca a la vez flauta, además del conductor del palo” (García, C., 1996, págs. 80-81).
  9. “Instrumento de percusión realizado con madera y de la cual sale un sonido muy peculiar. En Canarias, este instrumento se conoce como chácaras y su forma, color, madera y sonoridad depende de la persona artesana que lo realice o la procedencia de la fabricación” (Botanz, M., 2010, pág. 115).
  10. Instrumento musical canario de cuerda pulsada parecido a la guitarra, pero bastante más pequeño y de solo cinco cuerdas, aunque existe una variedad en algunas zonas de Tenerife de cuatro (CanariWiki).
  11. O almodrote [almadrote] (quizá de una deformación ár. o mozár. del lat. moretum o mortariolum; cf. Corominas Dicc. 1954 I 155b.) m. Salsa rústica compuesta principalmente de aceite, ajos y queso. Diccionario histórico de la lengua española (1960-1996).
  12. “Es la manera más famosa y tradicional de preparar la papa en la cocina canaria” (CanariWiki). “Su cocción, una peculiar manera de guisarlas, con piel y con mucha sal gorda, les da una apariencia y sabor característicos” (Estévez, F., 2001, pág. 26).
  13. Voz prehispánica de origen guanche, introducida en el español americano por hablantes canarios. En las Islas Canarias la voz viene a designar la harina tostada de algún cereal, especialmente trigo o maíz, aunque se elabora teniendo como base otros como la cebada o con otras materias primas (garbanzos, arvejas, etc.), o la mezcla de varios de ellos (Diccionario histórico del español de Venezuela, vol. II). “El gofio era utilizado por los aborígenes de Gran Canaria para designar a la cebada tostada y luego tostada que los guanches de Tenerife denominaban ahoren. El proceso de colonización determinó que la palabra gofio se generalizara en todas las islas para referirse al alimento hecho con cualquier tipo de cereal o leguminosa tostado y luego molido” (Torres, J., 2003, págs. 13-14). Es un elemento imprescindible en la comida canaria desde siempre. Entre algunos de los relatos de este alimento se tiene uno del año 1831 que demuestra la importancia del gofio para los habitantes: “El alimento fundamental y del hombre corriente, y que ocupa el lugar del pan, es el gofio, hecho de granos de cebada, trigo o maíz, que se tuestan al fuego, luego, se muelen. (…) Con un zurrón lleno de gofio, una calabaza hueca con agua, una manta de tejido basto y algo de tabaco en sus alforjas, camina el canario por toda la isla con su cayado en la mano, sin preocuparse de buscar un alojamiento para la noche, ya que, en el peor de los casos, le puede servir para ello la primera cueva adecuada que encuentre” (Coleman, F., 2005, pág. 134) (escrito en 1831).
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