Ya no le queda a mi cabra
ni un risco donde brincar,
que desde el monte a la playa
lo quieren urbanizar.
Copla canaria
Introducción
Lo que sigue son testimonios y notas de una investigación en ciernes, centrada en una línea de trabajo para proyectos de fin de grado, que pretende aproximarse a los cambios culturales, sociales y territoriales que vinieron con la consolidación del modelo de turismo de masas. Sobre los sesenta comienzan a proliferar en Canarias urbanizaciones que tenían un patrón de propiedad extranjera (principalmente europeos) configurando espacios semicerrados, con arquitecturas modernistas parecidas a los suburbios compuestos por chalets en Europa y Estados Unidos. Su preferencia de asentamiento era la cercanía al litoral, principalmente en zonas que habían sido negadas a la población local: por ser grandes espacios agrícolas, o tierras menos fértiles para la siembra y el autoconsumo, más propias de las medianías.
Este tipo de espacios devotos al ocio, marcados por residentes extranjeros (o de manera parcial en momentos del invierno), no fueron construidos, no obstante, en lugares vacíos de historias locales: su evolución y rápido crecimiento estuvo también marcado por la presencia de canarios y canarias que ya vivían ahí y que trabajaron en las nuevas edificaciones, o que luego ofrecieron servicios o buscaron un medio de vida en negocios ligados al turismo. El patrón de propiedad ha cambiado claramente, especialmente en uno de los casos que más hemos estudiado: el de La Romántica, en el Toscal-Longuera (Los Realejos, Tenerife). Este cambio en el nivel del turismo residencial también lo ha sido del turismo de masas. La turistificación ha tomado nuevas sendas debido a las nuevas tecnologías de la información, al auge de las Viviendas Vacacionales y la quiebra de grandes touroperadores, como el caso insigne de Thomas Cook en 2019. La estructura urbana del turismo es ahora mucho más dispersa: no se concentra solamente en enclaves sino que permite que los y las turistas puedan habitar en lugares antes asociados a lo local, fomentando gentrificación y problemas de acceso a la vivienda. Y también, en parte, ha ocurrido una inversión con la residencia local en espacios turísticos. Para muestra, un botón.
Estos ya antiguos espacios cerrados son expresiones claves de lo que podemos llamar turistificación histórica. Fueron vanguardia de la modernización y la ocupación del territorio, trayendo consigo modos de vida y usos del espacio que eran entonces novedosos, incluso con un turismo de más largo recorrido en Canarias (protagonizado por viajeros y por el capital británico desde al menos el siglo XVIII). La creación de estos antibarrios merece una investigación que, a su vez, nos puede permitir comprender fenómenos más amplios asociados a la trayectoria de un modelo ahora cuestionado: su capacidad de acumulación de capital, tanto por desposesión como por abaratamiento del espacio y la naturaleza; la sutil privatización indirecta del territorio (especialmente accesos a la costa y a las playas, pero también a calles y barrios); y -sin ser menos importante- el imaginario de una fantasía turística sobre el destino.
Para este caso de estudio, se ha dividido el lugar en tres zonas, ya que los barrios están perfectamente organizados así. La que se llamará zona 1, que en la siguiente ilustración se delimita con el azul, está formada por la llamada Romántica I; la zona 2, que está de color amarillo, es lo que se conoce como Longuera; y, por último, la zona 3, que está de color rojo, es la conocida como Romántica II.
Caminando por el sendero que proviene de las playas de Castro y Fajana, decenas de turistas serpentean a diario entre el espacio natural protegido de Rambla de Castro (zona que fuera una antigua plantación azucarera tras la Conquista) y los enclaves de La Romántica I y II, que se conforman hacia el este, rumbo al Puerto de la Cruz. Cuando se pasa del camino protegido al espacio urbano se percibe no sólo una enajenación de la naturaleza, sino también de la cultura local: grandes edificaciones dominan los riscos que viran al mar, retratando un espacio duro, aislado del resto del territorio. Sin embargo, una postal datada posiblemente en los años setenta centra esta monumentalidad alienígena como un reclamo turístico.
El lugar, como se aprecia en la postal, está dominado por la masificación, pero también por el corte de acceso a la costa, recreando espacios privados, tal como lo es toda la urbanización en sí. Piscinas y lugares de ocio fueron también reclamos durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta. El origen del desarrollo inmobiliario parece estar motivado por varias acciones de compraventa, que incluyen a actores como Antonio Yeoward, antiguo propietario de tierras, y a diferentes políticos realejeros, cuajando todo en el Plan Parcial Especial, que trajo consigo el abandono de los terrenos dedicados al cultivo de plátanos y la nueva especialización de la tierra (y no estuvo exento de obras irregulares y especulación urbanística1). En la década de los setenta, en el barrio de lo que hoy conocemos como Toscal-Longuera, muchos jóvenes abandonaron el sector primario para trabajar como peones y albañiles, o como camareros, jardineros, botones, recepcionistas, etc. Las mujeres con escasos recursos empezaron a coger empleos como camareras, ayudantes de cocina o limpiadoras2. Uno de los entrevistados, Claudio Antonio García Luis, comenta que, antes de que se creara la urbanización, “aquello no lo quería nadie. La gente de pueblo no quería la costa, porque la costa no servía para nada, ya que todo el mundo vivía en la zona alta con sus huertas”.
Memoria oral del proceso de urbanización de La Romántica
Aunque el crecimiento de la urbanización fue rápido, quedan en la memoria prácticas y costumbres, incluso disposiciones del espacio, que se refractan del sentido más impersonal que vino con el cambio: como el ejemplo de un banco que estaba situado en la carretera de La Longuera llamado Canapé, donde paraban vecinos a conversar o ver “pasar a los turistas”3; o como otro lugar de ocio local conocido como El Bosque, en la zona de La Gorvorana. Carmen Machado recuerda los primeros pasos de la transformación en la zona 1, previo al hotel Panorámica Garden: “En la finca de Los Llanos de Méndez, donde vivían siña Cecilia (La Teneca), su marido, sus hijos, doña Eloísa y don Miguel, Luisa Bencomo y su familia, se construyeron viviendas (chalets) para alemanes”4. Preguntamos a José Angelino González García y Leonor González Ribal, vecinos con una casa en la entrada a zona 2, por cómo era el modo de vida familiar antes del desarrollo urbanístico. José nos cuenta lo siguiente:
Mis abuelos vivían en la bajada de La Romántica segunda, tenían una casa terrera canaria, y una huerta donde cultivaban cultivos tradicionales. Mi padre me contaba que sus hermanos y él cultivaban tomates en La Romántica II. Subían con el burro, subían los tomates en cestos grandísimos y alguien los recogía ahí. Recuerdo que era una bajada y apenas habían casas (…) las que habían eran casas canarias y cuando eso ya se estaban construyendo chalets, que los fabricó un tal don Pablo: creo que era alemán, y recuerdo verlo en un coche americano descapotable blanco grandísimo. No sé su apellido. Todo el mundo lo conocía como don Pablo.
Cuando yo tenía diez o doce años ya estaba construida La Romántica, y económicamente ha influido mucho en toda esta gente que tuvieron que dejar la agricultura y dedicarse a la construcción, porque bajaban obreros en camiones, recuerdo que iban todos atrás.
(Leonor:) Y las mujeres a la limpieza de las casas. (José:) Influyó económicamente a toda la zona y a todo el Realejo.
La finca Yeoward... [mis familiares] vivían enfrente, y mi padre con pocos años (yo no sé cuántos tendría, a lo mejor diez o doce años) entró en la finca a coger hierba y lo cogieron; un guardia jurado que había ahí, y lo llevaron a la Guardia Civil del Puerto y lo encerraron en un zulo que tenían ahí. Un niño, con poco años... luego vinieron los padres a rescatarlo… Pero esas eran las condiciones que habían en la época… y estaba cogiendo hierbas para los animales que tenía mi abuelo.
José cuenta también que una de las personas que más se adaptó a este cambio fue su tía Paca:
Su marido hizo una empresa que se dedicaba a arreglar los jardines de los alemanes. Él estuvo en Alemania y sabía alemán junto con mi tía, que también sabía alemán, y mi tía hizo un supermercado sobre todo con productos alemanes. También una lavandería contigua al supermercado. Pero en la época de los noventa lo dejaron porque ya La Romántica no es lo que era antes.
Otra tía de parte paterna se dedicaba a ayudar a todos los alemanes; no es que hiciera algo específico, sino que si tenían algún problema de papeleo o algo así pues se los arreglaba mi tía, porque lo entendía. Y les vendía calados para llevárselos como souvenir a Alemania. (Leonor:) Además, ella les ponía en contacto a las mujeres para la limpieza. Los alemanes les pedían algún servicio y ella le buscaba a alguien que se los hiciera.
Leonor hace referencia a un negocio turístico en la zona 2: “Había una sala de fiestas que las guaguas empezaban todas a ir hacia abajo que se llamaba La Cueva; es la que había en La Romántica, e iban un montón de guaguas por la noche, pero eso fue ya por los años ochenta”. José añade: “recuerdo ir de pequeño, que había una piscina con delfines, y que había un espectáculo con ellos [zona 1], pero no recuerdo mucho más. Lo que notamos fue la cantidad de tráfico que empezó a haber, sobre todo de alemanes. Con el tiempo iba habiendo más tráfico y más tráfico”.
Don Gerardo Hernández Yanes, exsubdirector del Hotel Panorámica Garden (situado en la zona 1), vecino de la Longuera que comenzó su andadura en el turismo como botones en hoteles del Puerto, comenta:
El Panorámica se empezó a construir en el año 1971, igual que Bahía Parque y los apartamentos. Eran zonas que los llamaban Panorámica 4, Panorámica 5 y Panorámica 3. Se construyó a través de un holandés. Y en las Ramblas de Castro donde hay una construcción de cemento, ahí se iba a hacer otro hotel, y todo era el mismo propietario. Ponía capital y hacía la obra. Se compró una propiedad y estuvo desde el año 1972 el Panorámica Garden hasta 1985 para hacer la apertura, porque lo compró la empresa de supermercados Aldi.
Las Románticas empezaron en el sesenta y siete o sesenta y ocho y fue cuando vino don Pablo, el constructor que hizo Las Románticas, tanto la primera como la segunda.
Esa época fue tan explosiva... Era tanto el dinero y el movimiento que había en esa zona, que los empleados, cuando llegaba un camión de cemento, lo llevaban a sus casas y se facturaba ahí. En las cocinas llenaban los pisos con cajas de cerámicas para facturar más y cobrar más dinero.
Gerardo cuenta que, en la época de los años setenta, el boom turístico fue tan grande que, por subirles las maletas a los turistas, pagaban 1000 pesetas, lo que sería el equivalente a la mitad del sueldo de aquel entonces.
Vi perfectamente la evolución de La Longuera. En aquel entonces íbamos descalzos, y estaba todo sin asfaltar. Jugábamos con las pelotas de badana y te quitabas las cholas, te rompías los dedos pero no se te rompían las cholas.
Don Pablo tenía un Cadillac blanco y él venía por La Longuera, pagaba en una venta a todos los chicos que estaban por ahí: chocolates, refrescos, todo... Todos corrían detrás del Cadillac blanco.
En el imprescindible libro de Carmen Machado sobre la historia del barrio, Del tabobo y el mirlo al negocio inmobiliario, se comenta de esta manera el auge de vecinos y vecinas extranjeras entre las zonas 1 y 2, como una caterva de personajes con nombretes curiosos. Estén atentos a la cantidad de palabras que connotan una frontera y un cierre entre nativos y turistas residentes, junto con las diferencias de clase y posiciones tomadas en estas urbanizaciones:
alemanes, austriacos, suecos, belgas. Doña María (la de los collares), con su Mercedes descapotable y su bulldog, El Capitán, El Manco, La Ani, El Pego, El Luz, doña Úrsula, El Káiser, La Dita (doña Edith), El Cazador, La Belga, la familia Paap, La Ruena, etc. Estos personajes llegaron a formar parte de nuestro entorno social. Aunque pocos llegaron a integrarse con el pueblo. Ellos y sus familias constituían un mundo aparte, de lujo. Una comunidad encerrada en sí misma, replegada en sus viviendas, tras la línea fronteriza del último bancal de la finca de Yeoward. Los vecinos de este barrio estábamos para servirles5.
Hemos recogido otra historia curiosa, por la manera en que el contacto se dio en la zona 1, por parte de una familia del barrio vecino de San Agustín, contada por Carmen María Hernández Rodríguez:
Yo estuve viviendo allá abajo un año, en La Romántica, cuando se cayó esta casa, cuando estaban haciendo el edificio aquí, de madrugada. Papi le decía al arquitecto: “se va a caer” (…) que aquí hay cuevas, todo era tosca [aquí debajo]. De madrugada, estábamos durmiendo y el patio se cayó todo entero, estaban haciendo el edificio… Yo tenía quince o dieciséis años. Y entonces fuimos a la primera Romántica, y nos pusieron en un chalet, la empresa constructora. (…) Enfrente vivía un alemán que estaba todo el día diciendo “¡Ho la la!”, y nosotros le pusimos ¡Oh la la! de nombrete, y nos hicimos amigas de los vecinos. Papi aprendió aufidersen y prost… Para nosotros fue unas vacaciones (…) pagadas.
Notas
- Machado, M- C. (2009) Del tabobo y el mirlo al negocio inmobiliario. 100 años de historia del barrio Toscal-Longuera, en Los Realejos. Tipografía García SL, La Perdoma, La Orotava, p. 87.
- Machado, pp. 88-89.
- Machado, p. 49.
- Machado, p. 89.
- Machado, p. 92. Énfasis añadido.