A través de cinco claves temáticas que sacan a la luz pública los últimos descubrimientos realizados en varias intervenciones arqueológicas en la trama urbana del barrio de Vegueta, esta muestra nos propone una serie de profundas reflexiones sobre nuestra relación con el pasado, cercana y directa. La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, y en especial Vegueta, con sus más de quinientos años de historia, es un magnífico ejemplo de cómo las ciudades mantienen oculto parte del pasado bajo sus calles. Los trabajos arqueológicos desarrollados en los últimos años en este Conjunto Histórico han registrado diferentes episodios de su dilatada existencia: desde los momentos próximos a su fundación -a fines del s. XV- hasta la Vegueta que hoy conocemos. Las excavaciones en la calle San Marcial o en el solar norte de la Catedral nos permiten descubrir la vida cotidiana de las personas que vivieron en esta ciudad antes que nosotros, desvelándose ahora una historia que permanecía enterrada bajo nuestros pies.
Así, la primera de las reflexiones que se nos proponen tiene que ver con la puesta en valor de lo que se encuentra oculto bajo las calles que pisamos a diario, superficies que han sido pisadas por incontables personas antes que nosotros. Calles, plazas, edificios ya desaparecidos, que fueron testigo de mil y una historias personales y colectivas, y de las que quedan sus restos materiales en forma de lo más cotidiano, pequeño pero al mismo tiempo valioso: basuras y objetos perdidos, o cadáveres humanos hace largo tiempo olvidados, cuya existencia sólo duró el tiempo que duraron los que los recordaban. Gracias a estos restos, desechados por inútiles u olvidados, somos capaces de acercarnos a comprender la vida del pasado, una vida real y alejada del mito. Y gracias a que estos restos pueden darnos respuestas, podemos seguir haciéndonos preguntas.
Y una segunda pero no menos fascinante reflexión es el hecho de que todos somos agentes del pasado, en tanto que en nuestro devenir diario creamos los elementos que, en un futuro, servirán a que las generaciones por venir nos entiendan. Toda una lección de humildad en una exposición que no sólo muestra los objetos, sino que los utiliza sabiamente como vehículos de pensamiento.
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