Pretendió mantener periodicidad semestral, pero dado el carácter alternativo y radical, solo llegó publicar tres números a lo largo de 1985, que verían la luz en la imprenta de Ángel Morales. En el primer número se recogía una suerte de declaración de principios en la cual podía leerse: “Descubríamos que la literatura saltaba de las páginas y se ponía a vivir al ritmo de nuestros pasos (…). Esta es la razón por la que vibramos en la escritura que no pide perdón a los sumos deterministas de los áticos. A ellos les decimos que bajen a las calles, pero que no se lleven la luz que las ilumina, porque en cualquier esquina aguarda el puñal para el profano que ose desentrañar el sentido de los silenciosos. No es perla simulada en las alcantarillas ni eslabón perdido en la noche de los tiempos, es aullido que a todos nos concierne. Aullemos pues (…). La menstrua alba está por llegar con su maleta nueva de colores meridionales”. Estas palabas y el propio título demostraban su deseo de parentesco con el Agustín Espinosa* de Crimen; pero, en no menor medida, con la aventura tinerfeña de Fetasa*. Además de sus mentores primeros, la revista incorporó a sus páginas colaboraciones de Félix Duarte* (“Las dos Américas”, sobre Simón Bolívar), de Fermín Higuera*, de Ernesto Delgado Baudet* o de Jesús Cabrera Vidal*, y hasta de poetas peninsulares como Carlos E. de Ory o Mercedes Escolano. El diseño, que quería sumarse a la estética de Hartísimo*, de La Luna o de los fanzines, fue del malogrado poeta visual tinerfeño Paco Guerrero. La revista también quiso sumar a sus propuestas a dos poetas a quienes consideraban los más atrevidos entre sus coetáneos: Dulce Díaz Marrero* y Leopoldo Ortega Hernández*. A los dos expresó público reconocimiento.