Alberto Pizarro ha escogido para sus Músicas de la noche poesías de todos sus libros publicados, así como otros inéditos o que sólo aparecieron en revistas. En ellas, busca «el misterio poético», mientras indaga en «la forma de decir la verdad», así lo cree el Premio Canarias de Literatura Carlos Pinto Grote, quien también opina: «Estamos ante una antología donde las huellas de un gran poeta nos señalan el camino de la belleza y la verdad en parigual manera».
Asimismo, Pizarro, preocupado por la relación de la poesía con el paso el tiempo, da fe «de determinados hallazgos cuya perplejidad lo obliga a establecer su palabra en un límite siempre abierto a la inminencia, a la incertidumbre de lo posible», en palabras de Ángel Padrón. Este crítico literario también alude a la «fidelidad con la cual Pizarro se entrega al ejercicio de la escritura», una escritura sustentada en la «sinceridad e inocencia», que es la «razón primera y verdadera de toda poesía que se precie de tal».
Según Ángel Padrón, el poema es para Pizarro «un lugar de encuentro, pero como encrucijada, como espacio fronterizo donde el sujeto, ese tú que sigue reclamándolo desde el espejo del texto, queda detenido en sí ante lo que en el espacio de la escritura se instala como aparición y acontecimiento»
También se refiere Padrón «al humor» de Alberto Pizarro, que «no es sólo expresión de cierta cordialidad»; pues «nos pone, y la mayoría de las veces no nos percatamos de ello, ante los extremos más serios de la apuesta existencial, y es entonces cuando su poesía consolida una responsabilidad mayor».
Mientras tanto, Arturo Maccanti reflexiona, en el prólogo a estas Músicas de la noche, sobre el «largo pero fructífero silencio a partir de 1994» de Alberto Pizarro, así como sobre sus «grandes intervalos entre libro y libro», silencios e intervalos causados por el profundo «respeto» del autor hacia la poesía; un motivo que convence por completo a Maccanti, quien afirma: «ojalá cundiese el ejemplo de ese estar suyo frente a un inmenso mar, quedándose allí contemplándolo, contemplando y meditando en los signos y en los símbolos que se resisten a manifestarse, que nos mantienen absortos, sin podernos mover, ciegos, cegados ante tanto mar, su misterio».
Trayectoria.
Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, Alberto Pizarro pertenece al grupo de poetas que funda la Colección Mafasca en 1964. Ensayista y articulista, ha colaborado en diversos periódicos de la Isla. Fundador y secretario de la revista fetasa, es en la actualidad redactor de la Revista del Ateneo de la Laguna. Sus poemas aparecen en diferentes antologías de poesía canaria; algunos han sido traducidos al inglés, alemán e italiano. Ha publicado: Seis poemas (1968), Cenizas (1969), Balkan B-727 (1977), Vesalio (Utopía) (1980), Epitafio guanche (1993), Moverá el aire la noche (2002), y Puede el Mar (en prensa). Fue durante doce años profesor de la Universidad de La Laguna; actualmente es catedrático de Lengua y Literatura del Centro de enseñanza de adultos a distancia (CEAD).