El obispo de Canarias, que había sido condiscípulo suyo en Salamanca, lo nombra vicario juez y visitador general de la isla de La Palma. Reside en la isla hasta su fallecimiento, entregado a su magisterio y a la recuperación de archivos, documentos y protocolos, destruidos muchos de ellos por el incendio de 1553. A él se debe también la relación, aunque incompleta, de la invasión francesa de ese mismo año; así como de las erupciones de los volcanes de Fuencaliente y la descripción de la Fuente Santa, desaparecida tras esas erupciones, y de los efectos curativos de sus aguas termales. También da cuenta de la invasión de los moros en la costa sur de la isla. Todo ello a través de los testimonios orales de quienes habían sido testigos o tenían memoria cierta de cuanto el vulgo consideraba un desastre apocalíptico. Asimismo, resume la historia de capellanías, templos, ermitas, capillas, hospitales, tanto de la capital como del interior de la isla. Pinto de Guisla es autor también de algunos romances y otras composiciones de circunstancias.