Se trata de una isla de “vegetación salvaje y revuelta que terminaba justo en los sobrecogedores límites del Malpaís, desierta zona volcánica donde la vida había sido arrasada por el fuego milenario que sobre ella se había abatido depositando el semen estéril de una sequedad atroz. Un laberinto imperturbable”. “Una isla despoblada que había sido descubierta por mor del delirio del capitán Juan Rejón”, con especial referencia a su capital: “las calles de la ciudad que habrían de fundar fueron trazadas al albur, sin ningún esquema previo, sin oficio ni beneficio, por los transmigrados que iban estableciéndose en Salbago como un magma indefinido”.